lunes, 8 de septiembre de 2008

Medios en sí




No pocas veces me he visto tentado a atribuir los instintos de muerte, el odio a lo que se nos asemeja y la negación de la propia conciencia a la maldad gratuita y persistente propia de los hombres. Pero en el caso del aborto, la disputa alcanza proporciones que quiero pensar van más allá de ese ciego tender a lo pernicioso. Siendo caritativos, podría tratarse también de una cuestión de principio y de una indistinción no buscada entre dos ámbitos que a menudo se confunden: la ética y la moral. La primera es la ciencia de los fines comunes, entre los que descolla la conservación de las sociedades. La segunda es la disciplina que concierne a los medios individuales para lograr dichos fines, que suelen resumirse en el ideal de felicidad.

Goza de gran predicamento la opinión partidaria de separar los dos ámbitos, como si de su maridaje cupiera esperar un continuo conflicto mutuamente erosionante. Se aspira a una ética pura fingiéndose, en resumen, que se puede alcanzar el fin con independencia de cómo se consiga, mientras se llegue a un consenso artificial al respecto (democracia). No es menos fantasioso creerlo que el pretender que de nuestra moral de individuos no resulte ninguna norma general que pueda llegar a trascender la limitada esfera de nuestros intereses y convicciones, y que todo lo que no se aprueba en el foro sólo a los lares debe confiarse (laicismo). El Espíritu Objetivo, por contra, ha sido siempre interpretado por hombres de carne y hueso, que en última instancia han sabido inclinar la balanza del lado de sus preferencias.

Es preciso recuperar la idea del consenso único e irrevocable sobre los aspectos intangibles de la convivencia, esto es, el derecho y la moral naturales. Pues si bien la destrucción aislada de seis células embrionarias no supone menoscabo alguno del cuerpo social, ni daño real a ninguno de sus integrantes, se promueve con ella la irresponsabilidad, la ferocidad egoísta y el desprecio a la existencia, que son la semilla del descontento de sí, la animalización y la anarquía de la que fluyen todos los crímenes.

15 comentarios:

Sanzwich dijo...
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El Perpetrador dijo...

Muy acertada la dicotomía paradójica entre ética y moral. De un modo más clásico y prosaico se me presenta como la antítesis entre libertad y bien común, entre libertades disimétricas al fin y al cabo, entre lo colectivo y lo individual.

En mi opinión, el abortismo no es más que un síntoma harto simbólico del paradigma de autoaniquilimiento al que se ve abocado una sociedad en decadencia. Ese afán por defender el derecho a extirpar de raíz una generación (la parte de generación que cada uno puede alumbrar) no es menos asombroso que la naturalidad con la que todos los ajenos la observamos.

Incluso la vida misma vale menos hoy que esa superestructura de derechos amasijada entre el feminismo, el ecologismo y todo lo izquierdista. Curioso, porque no encuentro nada menos ecológico que impedir la creación de la vida, ni nada menos feminista que impedir el nacimiento de una niña, ni nada menos izquierdista que negar la igualdad de derechos entre quienes laten sus corazones a plena luz del día y quienes lo hacen silenciosamente desde la oscuridad de un útero. Cuando tantas paradojas letales se dan a la vez, es que Roma ha vuelto a barbarizarse.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Sanzwich:

La alusión gráfica al canibalismo no pretendía ser un fácil recurso efectista, sino una analogía bastante estricta. Comer carne humana -una vez esta carne está muerta por causas naturales- no es acción que suponga peligro directo alguno para la supervivencia de la especie. Pero consideraciones sobre la inviolabilidad del cuerpo humano, cualquiera que sea su forma o estado, hacen que obrar así nos resulte profundamente inmoral.

No hace demasiado, Robredo y alguno de sus socios polemizaron contra el anarcocapitalismo a propósito de la antropofagia. No obstante, ahora avalan tesis de marcado perfil anarquista con la poco filosófica tranquilidad de que cuentan con el consenso favorable de parte del espectro social. Pero el caso, bien mirado, es el mismo a efectos morales.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Perpetrador:

Completamente de acuerdo.

Sanzwich dijo...
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Sanzwich dijo...
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Daniel Vicente Carrillo dijo...

Mi opinión es la ya expresada en el post. La decadencia de Europa nace, en lo práctico, de la separación de los ámbitos de la ética y la moral, mucho menos apreciable en EEUU a día de hoy.

El Perpetrador dijo...

"Por consiguiente, insinuar que dicha práctica es la razón de la decadencia de nuestra sociedad es una soplapollez."

No creo que nadie insinúe tal cosa; no es una razón de la decadencia, es un síntoma más. Unas pocas abortan y el resto lo vemos como si tal cosa, con agrado en muchos casos. Es evidente que unos cuantos miles de abortos no acaban con una sociedad, pero coinciden con un deterioro de todos los valores: el valor de la vida obviamente, pero también el del mérito, del honor, de la patria, de la tradición, de la belleza.

La planificación familiar es un mirar a corto plazo que no beneficia a la especie ciertamente. Me parece, por tanto, antievolutiva, como lo es la guerra atómica, la contaminación masiva y todo lo que suponga abusar de un hábitat hasta su extenuación.

Lejos yo de sumarme a un enfoque teísta, estoy con Burke y con los defensores del prejuicio en cuanto a que no es posible una sociedad estable sin un respeto moderadamente irracional por lo que siempre ha supuesto el sentido común de los pueblos tradicionales. Sin un mínimo de argumento de autoridad, todo cae a manos de un racionalismo hipertrófico que deviene egoísmo y autoanulación.

Es claro que ya nadie tiene hijos para beneficio de su nación o su raza. Es por eso que el Islam está conquistando Europa.

Lukas Rybensen dijo...

No sé si es que tengo unos lentes hegelianos pero noto en su distinción tintes del filósofo de Stuttgart.
Creo que hay un tema complejísimo de fondo, con demasiadas variables. No es tan fácil de reducir, hay muchísimas problemáticas en juego si se toma en cuenta el aborto.
En lo personal creo que en las condiciones actuales debería permitírselo en unos casos muy reducidos para evitar que en lugar una muerte ocurran dos. Pero a su vez considero que tendría que trabajarse en una seria educación sexual que hiciese absolutamente prescindible ese método tan horrible no solo para esa vida en ciernes sino para la mujer que se somete a ello.

Un saludo cordial y creo que le voy a robar su frase del banner para mi próximo post. Me recuerda mucho a Campanella y a Bacon.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hola, Luc. La frase es de Goethe (no me pidas referencia, no la tengo) y creo que posee un sentido menos pragmático que la de "conocimiento es poder", de Bacon. Al menos yo se lo doy.

Y tocante al aborto, basta con que la red tenga un agujero para que tarde o temprano se cuelen por él todos los peces.

simbol dijo...
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Daniel Vicente Carrillo dijo...

No estoy a favor de la pena de muerte con carácter general, pero en algunos casos sí puede parecerme justa. En otras palabras, la expresión "merece morir" tiene sentido para mí, más allá (o más acá) del sentido teológico que pueda explorarse en este blog. Se trata de los límites que una sociedad nunca debe perder de vista si no quiere disolverse en grupos de intereses contrapuestos. De la justicia, pues.

No creo que sea inconsistente esta postura con el rechazo radical al aborto, que al implicar la eliminación de inocentes jamás es justo, y al encarar bienes jurídicos asimétricos (la libertad de abortar frente al derecho a mantener la vida) nunca es necesario. La incongruencia está en apiadarse de los criminales por su potencial rehabilitación y no hacer lo propio con el "nasciturus" por su potencial nacimiento.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Vaya, simbol, borraste el comentario. Ahora parecerá que hablo solo.

simbol dijo...

Hola daniel,

Efectivamente retiré el post y la razón es una comedia de errores que te contaré:

Escena 1: A traves de leerte había llegado a la convicción que estabas a favor de la pena de muerte.

Escena 2: Luego del post, leí aquí o el blog de Herodoto que no estabas a favor pena de muerte y pensabas que una mejor solución era la cadana perpetua u ofrecerle el suicidio al reo. Puesto que esto aparentemente mostraba que no estabas con la pena de muerte, mi post no tenía mucho sentido, luego lo retiré.

Escena 3: ahora resulta que si estas con la pena de muerte como lo recoges en el post anterior aunque, como lo señalas no de manera general.

En estas circunstancias mi post, señalando la inconsistencia entre rechazar el aborto y aceptar la pena de muerte tiene plena sustentación.

Tu respuesta no deja claro porque sustentas esta opinión. Cuales son los casos en los que se justifica la pena de muerte?

Prefiero la cadana perpetua por razones de principio (respetar la vida), por el riesgo de la utilización de la pena de muerte con fines diferentes a los de la justicia y porque los errores judiciales siempre son posibles. Ciertamente la cadena perpetua luce cruel, pero la prefiero como opción porque salvo muy raros casos, son los propios condenados a muerte quienes prefieren la cadena perpetua frente a la muerte.

Por supuesto que estoy a favor de un aborto restringido, pero no entremos a discutir el aborto porque no hay posibilidad de entendimiento. En todo caso a mi me parece menos inconsistente estar a favor de un aborto restringido y a la vez contra la pena de muerte. Mientras la muerte de un humano es la muerte de un humano, la extirpación de 16 células es discutible que sea la muerte de un humano.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Si tras un delito de sangre no hay arrepentimiento, no debe haber perdón de ninguna clase. La pena tiene que ser proporcional, comprendiendo la vida entera del reo, ya sea suprimiéndola, ya privándola de la libertad que le es connatural, con lo que se reduce al delincuente a la condición de bestia (y así debe ser tratado todo aquel que sale voluntariamente del círculo de los intereses comunes). Ahora bien, si hubiera arrepentimiento y perdón, podrían buscarse otros medios de resarcir a las víctimas, como indemnizaciones económicas vitalicias y similares, además de la pena de rigor para que el criminal escarmentase.

En resumen, quien no se reconcilia con la sociedad es su enemigo perpetuo, su vida no vale absolutamente nada, es nuestro esclavo en todos los sentidos y no haríamos algo malo si nos lo comiéramos crudo. Es por prudencia procesal que no soy partidario de convertir la medida en ley, pero eso no significa que la considere injusta.

En este blog se han hecho algunos esfuerzos para definir al hombre según el concepto de vergüenza, sentimiento que lo distinguiría del resto de animales, como estigma de su racionalidad paradójica y de su infinitud castrada. Un asesino es por definición un ser carente de vergüenza -estando en plenas facultades para padecerla- y, por tanto, no humano. Por definición, digo, porque es juzgado por sus actos, aunque quepa la enmienda que comentaba más arriba. Humanidad no es sólo un concepto biológico, también lo es social y obedece a las expectativas de quienes lo otorgan. Todo hombre merece ser mantenido con vida mientras siga siendo hombre y siga estando vivo.