La filosofia moderna acostumbra a ver en el arrepentimiento casi exclusivamente un acto meramente negativo y, por así decirlo, altamente antieconómico, e incluso superfluo; una desarmonía del alma, que se reduce a engaños de diversa índole, a falta de pensamiento o a enfermedad.
Cuando el profano en medicina percibe en un cuerpo erupciones, supuraciones, hinchazones o las poco atractivas deformaciones de la piel y el tejido que van unidas a la curación de las heridas, la mayoría de las veces no puede ver en ello más que síntomas de enfermedades. Sólo el anatomopatólogo puede mostrarle en cada caso que esos fenómenos son a la vez caminos sumamente ingeniosos y complicados por los que el organismo se libera de ciertos venenos para de ese modo curarse a sí mismo; es más, que mediante ellos a menudo prevendrá ya de antemano daños que, sin su actuación, padecería el organismo. Ya el simple temblar no es sólo un síntoma de tener frío, sino también un medio de calentarnos.
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También Nietzsche, por ejemplo, ha intentado explicar el arrepentimiento de semejante modo "psicologista", como una especie de engaño interior. Piensa que el criminal arrepentido no puede soportar la "imagen de su acto" y "calumnia" a su acto mismo mediante esa "imagen". El arrepentimiento, así como la "mala conciencia" en general, lo hace surgir Nietzsche de que los apetitos del odio, la venganza, la crueldad y el dañar de todo tipo -restringidos un día por el Estado, la civilización y el derecho, y antes libremente desatados contra el prójimo- se vuelven ahora contra la materia de la vida de su portador mismo y se satisfacen en ella. "En tiempos de paz el hombre belicoso se ataca a sí mismo".
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La teoría del temor es, desde luego, la concepción más extendida en la teología, filosofía y psicología de la Edad Moderna. Según ella, el arrepentimiento no es "nada más que" (esta forma del "nada más que" la tienen al final la mayoría de las teorías "modernas"), "una especie de deseo, se desea no haber hecho algo"; deseo que se halla fundado en un, por así decir, temor a un posible castigo que se ha quedado sin objeto. Así pues, ¡sin un previo sistema penal no habría tampoco arrepentimiento alguno! Sólo la falta de una determinada representación del mal de la pena, del que castiga, del procedimiento penal, de la índole de la pena, del lugar y el tiempo del acto del castigo, constituye, según esto, la diferencia entre el sentimiento de miedo que hay en el arrepentimiento y el temor habitual a una pena. Genéticamente, el arrepentimiento sería, de acuerdo con esto, una resonancia de anteriores experiencias de castigo, pero habiéndose perdido los miembros intermedios de la cadena asociativa entre la imagen de la acción y el mal de pena experimentado; y -como el darwinista añade de buen grado- éste es acaso un firme proceso de asociación entre las dos cosas heredado por el individuo. Según esto, el arrepentimiento sería la cobardía, que se ha convertido en una suerte de constitución, de asumir las consecuencias de sus acciones y, al mismo tiempo, una flaqueza del recuerdo, útil para la especie.
Scheler
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Hace 1 hora
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