viernes, 26 de agosto de 2011

Breve-V


1) Cualquier mundo es lo opuesto a la nada;

2) La nada es posible;

3) Lo opuesto de algo posible no puede ser necesario;

4) Cualquier mundo no es necesario, y es necesario que cualquier mundo sea posible;

5) Un mundo necesario es lo opuesto a Dios;

6) Un mundo necesario es imposible;

7) Aquello cuyo opuesto es imposible es necesario;

8) Dios es necesario.

jueves, 25 de agosto de 2011

Breve-IV


I.

Entendemos qué es una no-existencia, del mismo modo que entendemos qué es un no-perro o un no-cuchillo. ¿O tal vez es más difícil de concebir porque, en lugar de afectar a un solo elemento, afecta al conjunto de todos los existentes? La nada sólo sería inconcebible -por autocontradictoria- si negara tanto el conjunto de lo existente como el de lo inexistente, lo cual no es el caso.

Es cierto que no podemos imaginar la nada, pues es la ausencia de toda realidad y de todo cuerpo o figura, es decir, de toda imagen. Pero podemos concebirla; tan sencillo como poner una partícula negativa delante de la proposición "existe cualquier universo". Recuérdese que todo lo concebible por seres racionales, esto es, lo no contradictorio, es posible por definición. Ahora bien, si algo es posible, es imposible que su opuesto sea necesario. Y lo opuesto a la nada es el mundo, cualquier mundo. Ergo, el mundo, cualquier mundo, no es necesario; luego es contingente.

Cruzamos la primera frontera.

II.

El mundo, que no tenía ninguna necesidad de ser, vino sin embargo a ser. Parece posible que fuera siempre, que no empezara jamás y, por ende, que sea incausado. Mas no es razonable. Si el mundo careciera de causa debería ser ya causa de sí mismo, lo que es absurdo, ya necesario, lo que se ha refutado, ya surgir espontáneamente, en cuyo caso no sería eterno.

Queda, pues, que el mundo contingente es o bien creado, o bien espontáneo. Que algo nazca espontáneamente significa que la nada ha obrado en él, al no deberse tal acontecimiento ni a él mismo (al no ser autocausado) ni a otra cosa (al no ser causado por nada). Con todo, la nada, por definición, no puede obrar. La contingencia, entonces, presupone la causalidad. Por tanto, el mundo es creado.

Cruzamos la segunda frontera.

III.

No pueden darse dos seres necesarios, al excluirse mutuamente, negando el uno la necesidad del otro. Lo opuesto a lo sobrenatural es una naturaleza necesaria (Spinoza). Así, si lo natural es necesario, lo no natural, que se le opone, es contingente. Siendo contingente, no puede estar por encima de lo necesario, es decir, de lo natural; luego, lo sobrenatural, por su propia noción, sería imposible.

No obstante, hemos concluido que la naturaleza es contingente, y que la contingencia en lo real presupone la causalidad. Lo opuesto a la naturaleza, lo no natural, es o bien un Dios contingente, o bien un Dios necesario. Si es contingente, es causado o por sí mismo, lo que es absurdo, o por el universo, que no será causado por nada, lo cual va en contra de su contingencia. Si es necesario, es la única causa posible para el mundo. Pero el mundo existe. Ergo, Dios es necesario.

Cruzamos la tercera frontera.

Breve-III


Es necesario aquello cuyo opuesto es imposible. Cualquier ser niega y, por consiguiente, se opone a la nada. Luego, para que la nada sea imposible cualquier ser debe ser necesario. Es decir, debe ser necesario tanto A como no A. Pero esto es una contradicción. Por tanto, la nada es posible. Por tanto, el mundo no es necesario.

Es posible que yo este vivo y es posible que yo no esté vivo, pero no puede ser necesario que yo esté vivo y no esté vivo. Ambos estados se dan en el mundo; por tanto, el mundo no puede ser necesario, pues siéndolo lo serían también todos sus estados, ya que la cualidad de necesario no es distributiva.

La prueba de que este mundo necesario que intentas imaginar es una quimera es el hecho mismo de que este mundo nuestro, que no es necesario, existe. Si también existiera tu mundo necesario, el nuestro sería una de sus partes. Pero ya hemos dicho que la necesidad no es una cualidad distributiva. Por tanto, etc.

Que Dios sea necesario, en cambio, no implica que lo no-Dios sea imposible, pues no hay nada -salvo un universo necesario- que pueda llamarse "no-Dios", siendo Dios el fundamento de la existencia de todo lo contingente. ¿O dirías que la pluralidad es la no-unidad? Esto es muy duro de afirmar, porque sin unidad tampoco hay pluralidad.

jueves, 18 de agosto de 2011

Confórmate


Al ojo sano le cumple ver todo lo que es posible ver, y no decir: "Quiero el verde". Pues esto es propio del que padece oftalmía. Y el oído y el olfato sanos deben estar preparados para todo lo que sea posible oír u oler; el estómago sano, estarlo finalmente para todo lo que se pueda comer, como la muela para todo cuanto por constitución es susceptible de ser molido. Por consiguiente, la inteligencia sana debe estar preparada para todo lo que acontezca, y la que dice "que se salven mis hijos" o "que alaben todos lo que haga", es el ojo que busca el verde, o los dientes que buscan lo blando.

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También el que persigue los placeres como un bien y rehuye las fatigas como un mal es impío, pues es obligado que uno así haga muchos reproches a la naturaleza común por haber distribuido contra el merecimiento entre malvados y buenos, dado que muchas veces los malvados encuentran el placer y consiguen aquello que lo produce, y en cambio los buenos caen en el dolor y aquello que lo produce.

Todavía, el que teme las fatigas temerá un día lo que haya de ocurrir en el mundo, y esto ya es impío. Y el que persigue los placeres no se librará de cometer injusticia, y esto es claramente impío. Es preciso, frente a aquello ante lo que la naturaleza común se muestra indiferente (pues no habría creado a uno y otro si no se mostrase indiferente frente a uno y otro) que, frente a esto, los que quieran seguir a la naturaleza y estar de acuerdo con ella permanezcan indiferentes. Así pues, quienquiera que frente al dolor y el placer, la muerte y la vida, la gloria y la infamia, de las cuales la naturaleza universal hace un uso indiferente, no se comporta indiferentemente por su parte, está claro que es impío.

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Cada cosa ha nacido para algo: el caballo, la vid... ¿De qué te extrañas? También el sol dirá: "He nacido para determinada tarea", y los restantes dioses. Y tú ¿para qué? ¿Para gozar? Mira si esta idea se sostiene.

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El dolor, o es un mal para el cuerpo, en cuyo caso que lo manifieste él, o lo es para el alma. Ahora bien, a ella le cabe velar por su serenidad y su calma propias, y no imaginar que es un mal. Pues todo juicio, impulso, deseo y rechazo están dentro, y ahí no asciende ningún mal.

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La inteligencia libre de pasiones es una fortaleza. Pues nada más firme posee el hombre en lo cual refugiarse y continuar inexpugnable. El que no ha visto esto es un ignorante. El que lo ha visto y no busca su cobijo es un desdichado.

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Es vergonzoso que en una vida en que el cuerpo no se rinde tu alma se rinda la primera.

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No merezco causarme pena a mí mismo, pues jamás la he causado a otro voluntariamente.

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Hazte cuenta de que todo el que se aflige o muestra su desagrado con lo que sea es semejante a un cerdo al ser sacrificado, que patalea y gruñe. (...) Sólo al ser racional le ha sido dado seguir voluntariamente los acontecimientos, pues seguirlos sin más es obligatorio para todos.

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Para la piedra que se arroja hacia arriba no es ningún mal bajar ni ningún bien subir.

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¿Quién te ha dicho que los dioses no nos ayudan también en lo que depende de nosotros? Comienza, pues, a rogar sobre estas cosas, y verás. Ése pide: "¿Cómo me acostaré con aquélla?". Tú: "¿Cómo dejaré de desear acostarme con aquélla?". Otro: "¿Cómo me desharé de aquél?". Tú: "¿Cómo no necesitaré deshacerme?". Otro: "¿Cómo no perderé a mi hijo?". Tú: "¿Cómo no temer perderlo?". En una palabra, dirige en este sentido tus plegarias y mira a ver qué pasa.

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Toma sin orgullo, abandona sin esfuerzo.

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Total, si existe la divinidad, todo está bien; si se trata del Azar, no seas tú también azar.

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O vives aquí y ya te has acostumbrado, o te sustraes fuera y eso querías, o mueres y terminaste tu misión: fuera de esto no hay nada. Por lo tanto, ten buen ánimo.

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Aguarda, pues, hasta que te familiarices tú mismo con estas cosas, como un estómago fuerte asimila todos los alimentos, como el fuego brillante convierte en llama y resplandor propios lo que le echas.


Marco Aurelio

Natura creata




Lo que es por sí mismo es y no puede dejar de ser. Pero lo que simplemente es perece a tal velocidad que bien podríamos decir que nunca es y que no es nada. Pues, ¿qué? Si la naturaleza es el conjunto de todo lo que perece, ¿cómo no podrá ella misma perecer? No puede ser arrojada a ninguna parte, porque no tiene espacio fuera de sí; tampoco puede transformarse en otra cosa, siendo la suma de todas las que existen en el mundo. Sin embargo, ningún término en su propia noción la obliga a seguir siendo, por lo que podría dejar de ser. Luego, una de dos: o empezó a ser sin razón, y sin razón puede extinguirse, o lo hizo por una razón externa, y puede ser por ella aniquilada.

A la materia, entonces, o bien subyace una inteligencia indivisible, o es regida por un impulso primitivo, o extrae su actividad de su propio impulso. Si no hubiera inteligencia, sino sólo dispersión de átomos, éstos deberían haber sido causados por algo distinto a ellos, a no ser que se postule que su existencia era lógicamente necesaria y, por tanto, un hado. Lo mismo vale para el causante, y para el causante del causante, y así "ad infinitum", hasta llegar a la causa de cuya necesidad lógica no pueda dudarse, esto es, a la que no quepa elegir entre otras posibles y en la que no proceda distinción de partes ni sucesión de momentos; la cual no podría ser múltiple, ni divisible, ni material, en consecuencia.

lunes, 1 de agosto de 2011

La Antigüedad y el ateísmo




Conocerás cómo tierra, sol y luna
y éter común y celestial Vía Láctea y Olimpo
extremo y fuerza ardiente de los astros, fueron impelidos
a llegar a ser


Parménides



No hay necesidad ni eternidad en todo lo que existe o deviene: las más de las cosas no existen sino frecuentemente; es preciso, pues, que haya un ser accidental. Y así, lo blanco no es músico, ni siempre ni ordinariamente. Esto se verifica algunas veces, y esto es un accidente, porque de otro modo todo sería necesario. De suerte que la causa de lo accidental es la materia, en tanto que es susceptible de ser otra de lo que es ordinariamente.


Aristóteles



Por lo demás, ¿puede haber algo de una mayor ignorancia que no reconocer que esta naturaleza, que ha llegado a abarcar todas las cosas, es la mejor, o que no reconocer, siendo la mejor, que está, en primer lugar, dotada de espíritu, en segundo lugar que es poseedora de razón y de consejo, y, finalmente, que es sabia? (...) El mundo, si durante la eterna extensión del pasado ha sido un insensato, nunca, ciertamente, conseguirá la sabiduría; será, en consecuencia, peor que el hombre. Ya que esto es absurdo, ha de considerarse que el mundo es sabio -así como de naturaleza divina- desde un principio.


Cicerón



¿Por qué almas lerdas e ignorantes perturban al que tiene conocimiento y sabe? ¿Y qué es un alma con conocimiento y sabiduría? La que conoce el principio y el fin, y la razón que recorre toda la sustancia, y gobierna el Todo a lo largo de toda la eternidad, de acuerdo con periodos determinados.


Marco Aurelio



Todas las cosas imitan al mismo Uno, pero sucede que unas lo imitan de lejos y otras en mayor grado, y donde la unidad es ya más verdadera es en la Inteligencia; porque el alma es una, mas la Inteligencia es más una todavía, como lo es también el Ser.


Plotino



Lo que no es perpetuo debe ser así de uno de estos dos modos, ya sea siendo compuesto, ya existiendo en otro. Pero el ser autoconstituido es simple, no compuesto, y existe en sí mismo, no en otro. Es, por consiguiente, perpetuo.


Proclo



Las ideas de ser, de cosa, de lo necesario se presentan en el alma primariamente. Su impresión no es de esas que tienen necesidad de ser deducidas por otras cosas más conocidas. Antes al contrario, todo aquello que por sí mismo es concebido como primero es lo común a todas las cosas, como el ser, la cosa, lo uno, etc. Por esta razón no es posible explicarlos sin caer en un círculo vicioso o servirse de alguna otra cosa más conocida.

Avicena