lunes, 28 de abril de 2008

Que viene el Papa-I


El laicismo es un fundamentalismo iuspositivista que quiere convertir las libertades en derechos o en obligaciones. En derechos si son acordes con su ideología, y en obligaciones si no lo son.

El cristianismo -si obviamos Bizancio y su particularidad césaropapista- jamás ha sido teocrático. En Occidente ni los emperadores tuvieron la potestad sacerdotal ni los cargos eclesiásticos la administrativa. De ahí que nobles y clérigos formasen estamentos diferentes en lugar de fusionarse en un mandarinato indistinto. Hago esta puntualización porque "teocracia" es un término peyorativo, asociado al despotismo, que a menudo se emplea sin base histórica contra los cristianos, y en particular contra todo aquel que honestamente rechace algún principio jacobino que en realidad ya nadie acepta, como por ejemplo la soberanía popular irrestricta (¿para qué sirven, entonces, las constituciones?).

Así, que el Estado sea neutral -como ha de serlo el juez- no significa que se espere otro tanto de nuestros regímenes políticos -como tampoco se espera de la ley. Toda ley fija valores y aspira a ser de pública utilidad, pues de otro modo resultaría tiránica. Si los valores cambian con demasiada rapidez, darán la impresión de arbitrarios y se perderá la seguridad jurídica, que es el fundamento tácito de la tranquilidad de nuestras sociedades.

En definitiva, el iuspositivismo necesita un límite, que no puede ser otro que el iusnaturalismo. Ahora bien, mientras que es factible abogar por el derecho natural respetando la ley vigente (como hizo Sócrates al acatar su condena), es de todo punto imposible declarar al Estado autoridad última en materia moral al tiempo que se desvincula a ésta de la ideología de un determinado partido, apelando por toda excusa a la neutralidad paradigmática del primero. Es simplemente una falacia, o un manojo de ellas.

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