Aunque pueda dar la impresión de barrer para casa, tengo comprobado que la sociabilidad es inversamente proporcional a la decencia. Conocerse a sí mismo es conocer a los demás. Y si, una vez realizado el ejercicio introspectivo, uno no se odia todavía, es que debe volver a intentarlo. Lo que sigue es el odio al prójimo, la misantropía; un estado anímico sin duda muy superior al del compasivo, que se odia a sí mismo y ama a priori a los otros. Pero queda aún muy por debajo del creyente, que a pesar de todo lo que le mueve a despreciar y a despreciarse, ama a Dios y a su creación. Es imposible amar a Dios y no amarse a sí mismo.
Por otro lado, todo bellaco se siente íntimamente satisfecho de sí, y para ello no requiere de más mediaciones que las que la digestión le ofrece. De ahí la inclemencia de los remordimientos, que vienen como lanzados desde fuera. Pero quien, enervadas las pasiones, ha podido meditar sobre su vida y su muerte está, como Jonás, encajado en la mandíbula del destino. Conjuga las lamentaciones más oscuras con las alegrías más excelsas. En este equilibrio, mantenido por la esperanza, encuentra la felicidad.
Perillán
Hace 18 minutos
4 comentarios:
Irichc, me alegro de que hayas activado este tercer blog, aunque el nombre me suena un poco pesimista… ¿para qué hacernos los parias? De eso ya se ocuparán los otros.
Tengo varios posts en mente, pero me pregunto si escribirlos y enviártelos, o si mejor empiezo comentando los que ya has puesto. En todo caso, ¿para enviarte alguna colaboración lo hago al e-mail de Hotmail que aparece en tu página web?
Respecto al tema de esta entrada: no sé cómo entiendes la compasión para que te parezca reprobable como actitud (¿será la compasión de tipo budista?), pero yo la entiendo a partir de la parábola del buen samaritano en el evangelio de Lucas: ser compasivo es ser sensible con el sufrimiento (o con la alegría) del otro, y actuar en consecuencia; como esa es la actitud de Jesucristo hacia nosotros, creo que es una actitud imitable, actitud que supera la misantropía que podamos sentir hacia la raza humana con todas sus debilidades y errores.
Desde ahí veo la esperanza como la actitud del que, compartiendo el sentir y el ver de Dios, descubre que el bien es mucho más grande que el mal y que el Espíritu de Dios está trabajando por todas partes, hasta en los lugares y personas más insospechados. Por eso me parece bien cuando dices que el amor a Dios nos lleva también a amar la creación. No podemos ser pesimistas si somos coherentes con lo que creemos, debemos ser moderadamente optimistas.
También es comprensible que, los que no se ven a sí mismos bajo la mirada de un Dios que los acepta incondicionalmente, rechacen reconocer a fondo toda la negatividad que los habita… sería psicológicamente insoportable.
Por cierto, hay una amistad que me permite apilar ideas: la amistad con la verdad (la filosofía).
El nombre del blog es un oxímoron y una dilogía. Un oxímoron porque la frustración -es decir, el estado de insatisfacción psicológica- nunca es voluntaria "lato sensu". Frustrarse es atentar contra la voluntad inercial, aunque sea nuestro entendimiento el que finalmente apruebe la orden.
Es también una dilogía por la ambigüedad del verbo "frustrar", que en su forma no reflexiva significa impedir, esto es, evitar el (falso) progreso. El pensamiento es reaccionario: postula una verdad eternamente repetida de la que parten todas las proposiciones con sentido. Así, la apelación a la voluntad en este caso se opone a la confianza en la bondad histórica y a la derrota asumida frente a la fatalidad, Escila y Caribdis de la moral.
Paco, pese a que no te lo haya parecido, éste es mi título más trabajado :-)
Sobre lo que planteas:
La compasión es embrutecedora. Lo explico indirectamente en el post titulado "Aquilatando la regla de oro". Una valoración subjetiva no puede llevarnos al bien. Tanto menos cuanto más subjetiva y apasionada resulte. ¿Cómo llamarías a todos los que sienten una mal disimulada lástima por Hussein? ¿Compasivos? No: criminales, cómplices.
Ejem... impresionado por lo trabajado del título del blog, pero digamos que no salta a la vista en un primer vistazo.
Respecto a la compasión: aunque el bien tiene un marco objetivo, eso no excluye la repercusión subjetiva llamada compasión (en el Nuevo Testamento hay muchos ejemplos de la compasión entedida así, por ejemplo el buen samaritano, o la parábola del juicio final -Mt 25- o cuando en la primera carta de Juan habla de compadecerse ante el hermano necesitado para ayudarlo posteriormente).
Me parece que más bien tienes una experiencia negativa de la "compasión"; yo prefiero adaptar mi experiencia a la experiencia a la que nos abre la fe a través de los evangelios.
Sí, cuando ataco a la compasión lo hago sólo con respecto a cierto tipo de compasión no distanciada. La compasión de las mujerzuelas y los niños.
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