jueves, 31 de diciembre de 2020
No cabe postular los derechos fundamentales si se niegan los fundamentos del derecho. El fundamento del derecho no puede ser aquello que el derecho debe resolver, la contradicción libre, sino que ha de hallarse en su opuesto, la afirmación vinculante.
miércoles, 23 de septiembre de 2020
Demostración de la existencia de Dios según Casimiro de Toulouse
“Todo lo que es tiene el ser en sí o por otro. Ahora bien, algo es. Por tanto, lo que es tiene el ser en sí o por otro. Se prueba la mayor: ser en sí y no ser en sí son contradictorias, luego lo que es, si no es en sí, es por otro. La menor se desprende de nuestra experiencia: no todo lo que es tiene el ser por otro, o procederíamos al infinito; por consiguiente, se fundamenta en lo que tiene el ser en sí, por el que todo lo demás es.Puébase también de este modo que es necesario conceder el ente en sí. Tomemos la totalidad de procesos al infinito. Pregunto si todas estas entidades son causadas por otro, o no todas; si lo primero, pregunto por qué son causadas y pregunto asimismo si asignamos dicha causa al número de todas las causas y su proceso al infinito, o no. Si no, se sigue que no se entendió en primer lugar la universalidad de causas, lo que va contra la suposición; si sí, se sigue que tal causa será causa de sí misma y será antes de sí misma”.
martes, 15 de septiembre de 2020
Sobre lo mismo
No acepto que tengamos una comprensión imperfecta de la infinitud, pues eso sería suponer una semicomprensión o una cuasicomprensión que en realidad no se dan y no considero siquiera que sean posibles. Nuestra noción de infinitud es tan perfecta como la que tenemos de finitud; tan completa es la noción de imparidad como la de paridad. No caben diferencias de grado: o se comprenden absolutamente la imparidad y la infinitud o no se comprenden en absoluto.
Concedo que no nos representamos un infinito actual en nuestra mente, pero no que no lo concibamos. Concebir es entender el valor de verdad de una proposición. Entendemos la proposición “Lo que no es finito es infinito”. Por tanto, concebimos la infinitud al mismo nivel que la finitud. Diré más: no es concebible la finitud sin una comprensión simultánea de la infinitud.
La cuestión, pues, es si la noción de infinitud es finita o infinita. Para resolverla debemos preguntarnos si hay algo en el infinito que no esté en su noción. Cuando afirmamos que hay infinitos números impares, vemos que la imparidad no añade nada a la infinitud ni ésta depende de aquélla, puesto que también hay infinitos números pares. La infinitud no es más que una negación de la finitud. No es, como podría creerse, la negación de la finitud y su repetición “ad infinitum”. Dado que esta repetición infinita no es concebible por nuestro intelecto finito, resulta evidente que no tiene cabida en el concepto de infinitud, que sin embargo poseemos, dado que sin él la finitud sería incomprensible. Asimismo, tal repetición es por completo superflua, como lo sería contar hasta mil para comprender el número mil.
El caso de la infinitud es realmente particular, ya que de ordinario una noción no contiene en sí misma todo lo que implica. Así, la noción de calor no es caliente ni se calienta el espíritu por concebirla. La noción de inmortalidad tampoco es inmortal, porque carece de vida, ni hace inmortal al que la comprende. Ni, en fin, es extensa o nos extiende la noción de extensión. Pero la noción de infinitud sí es infinita e infinitante. No es más infinita en la mente de Dios que en la nuestra, por la misma razón que nos lleva a concluir que en el sublime entendimiento divino el concepto de triángulo no es más triangular ni el de tres más impar de lo que lo son en nuestras pobres luces. Que Dios pueda representarse en acto todos los triángulos y todos los números impares o infinidad de series infinitas no le da la menor ventaja sobre nosotros en este punto.
Sobre la infinitud por participación
Sabemos que todos los números impares son impares, aun siendo infinitos. Este conocimiento es una concepción positiva legítima, ajena al hecho de que no podamos representarnos todos los números de esta clase. No necesitamos representaciones de ningún tipo para alcanzar una conclusión semejante. ¿Hemos comprendido la imparidad sin abarcar todos los números impares? Sí. ¿Comprendemos la infinitud sin abarcar el conocimiento actual de un ente o serie que carezca de límites? Sí, por el mismo motivo.
Ahora bien, si comprendemos la infinitud nos hacemos iguales a ella por participación. Si mi mente comprende la infinitud, la infinitud objetiva es idéntica a la infinitud en mi mente, como el número nueve objetivo es idéntico al que pienso. ¿O acaso creeré que la infinitud en mi mente es una infinitud finita o que el nueve en mi mente no es divisible entre tres como el verdadero nueve?
domingo, 13 de septiembre de 2020
Que el alma es inmortal por naturaleza
El efecto nunca es superior a la causa principal, esto es, el rayo nunca es superior al sol, la escultura al escultor, etc.
El cuerpo humano es finito, en tanto que participa de un número finito de elementos que lo componen.
La mente humana es infinita, en tanto que participa de la noción de infinito, comprendiéndola.
Por tanto, la mente es superior al cuerpo.
Por tanto, el cuerpo del hombre no es la causa principal de su mente, ni ambos pueden confundirse.
De ahí se sigue que la mente o alma humana no sea mortal por naturaleza, ya que si el cuerpo no es su causa creadora tampoco es su causa conservadora.
domingo, 30 de agosto de 2020
Que de la contingencia de la nada se sigue la necesidad de Dios
lunes, 24 de agosto de 2020
La fuente de todo orden
sábado, 22 de agosto de 2020
Universo hilo, universo bloque
El universo puede concebirse como una sucesión de momentos en la que el momento posterior sustituye al anterior, que queda extinguido, o como una acumulación creciente de momentos, conservándose simultáneamente todos ellos. Nos referiremos a la primera concepción como universo hilo y a la segunda como universo bloque.
El universo hilo implica la destrucción de todos los momentos excepto el momento presente. El pasado sería un presente que ha perdido el ser actual y que ya no es en sí, por lo que sólo puede ser en otro, a saber, en el nuevo presente. Un universo de esta índole no puede reputarse eterno, toda vez que sus partes se destruyen de continuo y sólo son en sí momentáneamente.
En vano se objetará que si cada momento contiene todos los anteriores y posteriores a él, porque es causa de éstos y es causado por aquéllos, se sigue que cada momento es eterno y el universo tiene el ser en sí en cualquiera de sus sucesiones temporales. A ello contestamos que lo que tiene el ser en sí nunca puede perderlo ni depender de otros, mientras que el universo hilo pierde y adquiere el ser en cada sucesión, y depende de que un eslabón lo pierda para que el siguiente lo adquiera.
Por otro lado, el universo bloque aumenta a medida que va agregándosele la sucesión de momentos. Puesto que aumenta, caben dos opciones:
- Que experimente crecimiento como resultado de una adición externa, de modo que no tendría todo su ser en sí, sino que sería por otro, que le permite crecer.
- Que su crecimiento resulte de un desarrollo interno, según el cual todo momento posterior estaría incluido en el anterior. Por tanto, habría un primer momento que contendría todos los momentos.
Si la primera opción es verdadera, el universo bloque no tiene el ser en sí, por cuanto presupone una causa distinta de sí, esto es, una causa sobrenatural.
Si la segunda opción es verdadera, el universo bloque tiene un exceso de ser, pues el primer momento contiene todos los momentos, pero lo mismo sucede con los momentos posteriores, de manera que todos los momentos están infinitamente repetidos en copias idénticas. Ahora bien, si el momento C contenido en el momento A es idéntico al momento C contenido en el momento B, no hay razón para distinguir ambos momentos C (por el principio de la identidad de los indiscernibles), lo que nos conduce a concluir que sólo hay un momento C en su ser presente, y a rechazar por ello la hipótesis del universo bloque.
jueves, 20 de agosto de 2020
El gran salto
Aporías en el naturalismo. El universo punto.
Supongamos que el universo es existente ex tunc. Si lo que genera al universo existe desde siempre y es parte del universo, entonces el universo existe desde siempre, nunca ha empezado a ser y por el mismo motivo nunca dejará de ser. Visto así, nada empieza a ser ex nihilo porque ya estaba en germen en su causa. Habría un átomo infinitamente pequeño que contendría todo el universo (el universo punto), el cual en algún momento y por alguna razón dejó de ser uno e inextenso para convertirse en el todo extenso que hoy conocemos.
Esta metafísica de cuento de hadas en la que acaba desembocando el naturalismo topa con escollos insalvables:
- En segundo lugar, si el átomo inextenso pasó a ser extenso, dejó de ser en tanto que átomo inextenso. Por tanto, fue destruido o se autoaniquiló, y una vez que quedó reducido a la nada fue causa de todo lo que tiene extensión. Esto, además de ser absurdo, va contra la tesis naturalista que predica que el universo posee un ser indestructible.
Si, por el contrario, suponemos que el universo existente desde siempre no como un átomo infinitamente pequeño allende el espacio y el tiempo sino como una sucesión infinita de causas y efectos, Aristóteles nos muestra la imposibilidad de este razonamiento.
Así, todo cuanto existe tiene esta condición o bien porque empieza a ser o bien porque es eterno. Sin embargo, si se da una sucesión infinita de causas no habrá una causa primera y nada empezará a ser, por lo que o nada será en absoluto o todo será eterno. Ahora bien, si todo es eterno, el todo estará contenido en cada una de las infinitas sucesiones de causas y efectos o no lo estará. Si está contenido en ellas, no será eterno en todo momento, ya que ninguna de ellas lo es por sí sola; y si no está contenido en ellas, tampoco lo será, dado que lo que éstas comprenden empezará a ser respecto al estado anterior en que no era. Por tanto, no será eterno y no será en absoluto.
Finalmente, si hay una causa primera que opere en el tiempo, será y no será eterna. Esto es, existirá y carecerá de comienzo, por lo que será eterna, pero habrá transcurrido un tiempo finito entre la causa primera y el momento actual, por lo que no será eterna. Lo cual, al conculcar la lógica, también debe rechazarse.
Que el universo es creado por Dios
1. El universo, nos dice, es de naturaleza finita, no infinita, en lo tocante a la potencia.
Alcanzamos esta tesis por inducción: nada de cuanto conocemos puede llegar a ser cualquier cosa, sino que, por el contrario, todo -incluido el universo en su conjunto- está circunscrito a límites cuantitativos y cualitativos.
2. Por tanto, el universo no podría ser siempre si no fuera conservado por la potencia infinita de un agente infinito.
3. Asimismo, la causa principal que conserva es idéntica a la que produce, lo que es de por sí evidente.
4. Ahora bien, el universo desde que empieza a ser existe siempre, en la medida en que todo se transforma y nada es aniquilado.
5. Por tanto, el universo es conservado por la potencia infinita de un agente infinito, que es Dios.
6. Por tanto, el universo es producido o creado por Dios.
* * *
La inducción del naturalista es distinta. Razona de la siguiente manera:
“Puesto que nada en el universo puede extinguirse, el universo posee una potencia infinita”.
Pero esta conclusión es incorrecta. Una potencia infinita no se manifestaría sólo en el ámbito de la existencia temporal, sino también en el de los demás modos de la existencia. Así, un universo sin límites cuantitativos ni cualitativos, infinitamente potente, no estaría sujeto a leyes ni a constantes; sería al mismo tiempo todo lo concebible, mientras fuera composible, y tanto el propio universo como cuanto participase de él, si no existiera ya en grado sumo, podrían verse aumentados ilimitadamente.
Nada de esto tiene ejemplo en la naturaleza que conocemos.
Campanella justifica del siguiente modo la postulación de la nada como ente de razón:
“La pura nada no puede ser pensada [positivamente], y nunca ha existido ni existirá excepto en el intelecto, que la aprehende mediante la idea opuesta del ente y su sustracción. Su ser no es el ser de las otras cosas, ni tiene un ser propio, ya que, si tuviera el ser no sería un puro no-ente. No obstante, tampoco su naturaleza es tal que no exista, pues de lo contrario no se daría un ente que no fuera al mismo tiempo otro ente, y las cosas todavía no producidas ya existirían, y el mundo existiría antes de existir”.
Ahora bien, la nada es absolutamente excluida por Spinoza, quien se ve forzado a identificar a Dios y el universo. De lo que resulta que todo en el universo es totalmente, sin negación ni privación de ningún género. Ello conlleva que un ente es al mismo tiempo todos los entes, por lo que no existe una distinción ni un orden reales, y que nada ha empezado a existir.
Qué significa crear de la nada
En Dios, en un plano trascendental, las ideas están unidas de un modo indisoluble por la cadena de la verdad (como sucede con los números, que están todos en todos), por lo que no puede tomarse ningún elemento separadamente. Sin embargo, en un plano físico, las ideas materializadas en las causas segundas se oponen entre sí y están efectivamente separadas, siguiéndose de ello que el hombre no puede ser piedra, la piedra no puede ser cielo, etc.
Campanella se pregunta de dónde procede esta separación necesaria en el ámbito físico, ya que no está en la mente de Dios. Y concluye que tal distinción procede del no-ente, puesto que la esencia de lo finito sólo es inteligible si se considera todo lo que no es. No viene dada por el no-ente como realidad física, ya que éste no existe ni en Dios ni fuera de Dios, sino como realidad metafísica o privación trascendental de los entes finitos.
Así pues, cuando se dice que Dios crea el mundo de la nada, debe entenderse que Dios da el ser a las criaturas que no son por sí y que por su propia condición finita están rodeadas de nada e infinitamente penetradas por la nada.
Nos parece que todas las cosas se componen de la afirmación y de la negación: finita la primera, infinita la segunda. La afirmación indica el ser, la negación el no-ser. El hombre, en efecto, es por sí y necesariamente animal racional, y por sí y necesariamente no asno, no buey, no piedra, no cielo; y está rodeado, como decíamos, de una negación infinita. Si fuera contingente la siguiente proposición: “el hombre no es asno”, entonces el hombre podría ser o no ser asno, como ser o no ser blanco; y esto es igualmente claro en las demás cosas.
En verdad Dios con su palabra ha creado todo, diciendo que fuera y dando el ser, como enseña el sapientísimo Moisés; antes, por tanto, fue la nada. Cuando las cosas recibieron el ser no perdieron totalmente la propia nada, porque no recibieron todo el ser; de donde proviene que todas las cosas por su naturaleza tiendan a la nada, como dice San Agustín en el De cognitione vera vitae; por ello dejan de existir y se mudan. Dios, en efecto, no permite que su entidad, que él ha dado, se extinga en la nada y sea rebasada por el no-ente; y por este motivo, cuando las cosas tienden al no-ente, no son recibidas por él, sino que vienen a mudarse en otro ente. De hecho, la esfera del ente es infinita y no permite que nada salga de ella. Dios puede permitir la mudanza en pos de lo mejor, a fin de que su idea sea representada y comunicada de innumerables modos, pues nada es más perfecto que esto.
Campanella
miércoles, 17 de junio de 2020
Campanella como antídoto de Spinoza
lunes, 8 de junio de 2020
Campanella: Que Dios es totalmente, y todas las perfecciones de todos los seres son en Dios, y todo lo finito participa de Dios y de la nada
Lo que es totalmente, es necesariamente siempre; en efecto, su esencia consiste sólo en el ser, absolutamente; luego no puede disminuir ni por sí mismo, porque puede ser, sabe ser y quiere ser siempre, ni por otro, porque lo que es totalmente no admite al otro; si, en efecto, existiera el otro, entonces lo que es totalmente ente no sería tal, sino más bien ente en cierto modo, ya que le faltaría la entidad del otro, por cuya causa podría disminuir; así, al calor le falta la entidad del frío, por cuya causa puede acontecerle no ser.Por el contrario, lo que es en cierto modo no necesariamente es siempre, sino más bien por un cierto tiempo y de un modo particular, ya que su esencia no es ser absolutamente, sino además no ser; si, en efecto, su quididad o naturaleza o esencia fuera el mismo ser, siempre sería. Así, dado que la naturaleza de la luz es resplandecer, resplandece siempre.Por tanto, lo que es en cierto modo es finito y limitado a un cierto género de ente; en efecto, es o sustancia o forma o color u operación o animal o piedra, etc.; luego carece de la entidad de los otros géneros de ser; luego no es el primero; luego depende del primero, siendo posterior a él; luego alguna vez no fue; luego alguna vez podrá no ser. Semejantemente, es necesario que esté rodeado de otros entes y esté limitado por los seres o por los no-entes; por tanto, su esencia no es ser totalmente, sino más bien de un cierto modo; de donde se sigue que lo que es totalmente contiene y abraza la entidad de todos los géneros; a su vez, no puede ser abrazado por la nada, puesto que la nada no existe ni en la mente ni fuera de la mente. En consecuencia es necesario que el ente sea sin medida; en consecuencia, infinito; en consecuencia, inmortal, como decíamos, e inmenso.En el mismo sentido, tal ser es ingénito. En efecto, ¿de qué podría ser generado, si nada hay fuera de él, y es todo, y su naturaleza es ser, y por tanto nunca no ha sido? Ahora bien, además de lo que es totalmente existen muchos entes que son de un cierto modo, esto es, además de Dios existen el cielo, la tierra, el calor, el animal, etc., los cuales no son el mismo Dios, ni el uno es la esencia del otro; sin embargo, el mismo Dios es todas estas cosas, porque su naturaleza es toda naturaleza, y su nombre es todo nombre, como atestigua Trismegisto, es decir, cielo, tierra, calor, piedra, etc. en cuanto estas cosas tienen ser y perfecciones; pero vienen negadas por Dios en cuanto conllevan no-ser e imperfección, como afirma San Dionisio.Asimismo, es propio del ente particular no ser ningún otro, siendo por ello constituido por un ser finito y un no-ser infinito. El hombre, en efecto, es animal racional por no ser al mismo tiempo asno, etc.; por su naturaleza el hombre no es tal cosa, como por su naturaleza es animal racional; no es accidental para el hombre no ser blancura o no ser asno o no ser cielo; sino más bien le es esencial no ser tales cosas, y no accidental; de lo contrario, podría ser y no ser asno, como ser y no ser blanco. Otro tanto debe decirse de todas las cosas particulares.El mismo ente primero no es propiamente Dios si no es piedra y leño y color, etc.; así, precisamente porque es Dios, es al mismo tiempo todas estas cosas, pero en grado eminente y en tanto expresan perfección y entidad; y puesto que es totalmente, no sólo es estos entes conocidos, sino también aquellos desconocidos y posibles e imaginables al infinito. Toda pequeña entidad que la mente pueda imaginar no iguala lo que puede imaginar la mente angélica; y tampoco la imaginación angélica se eleva al pensamiento divino. Si nosotros, por tanto, imaginamos infinitas entidades y un infinito número de entes, lo que es totalmente no será inferior a nuestra imaginación, porque de lo contrario no sería totalmente, ya que no sería las entidades que pensamos. Por tanto, es absolutamente infinito; luego no admite en sí ninguna nada; luego posee una entidad inmensa, inmortal, infinita. Por tanto, no es un todo, porque tendría partes, ya que todas las partes son finitas y, por consiguiente, no pueden ser componentes del infinito. No saben lo que dicen quienes hacen infinita alguna de las partes del infinito, de modo que en un número infinito se encuentren infinitos ternarios y una igualdad infinita; las partes, en efecto, no pueden ser iguales al todo, ni puede darse un infinito más grande que el infinito, ni más de un infinito, ni un infinito divisible, ya que nada falta al infinito; por consiguiente, no puede tener crecimiento ni disminución; por consiguiente, no es cuerpo ni potencia del cuerpo; está constituido por una entidad infinita y por ninguna nada, tampoco por una nada infinita. El hombre, en efecto, es animal racional por no ser por ello mismo infinitas cosas, siendo no-asno, no-piedra, no-rojo, y así al infinito; por consiguiente, sólo Dios es inmortal y no sucumbe a la nada, de donde se sigue que las criaturas son mortales, como afirma el Apóstol en la primera epístola a Timoteo, porque están rodeadas y esenciadas por la nada infinita. Si hay criaturas inmortales, subsisten por el beneficio de la inmortalidad de Dios, no por su naturaleza y por sí mismas, como advirtieron los antiguos teólogos, sino más bien por obra de Dios y por Dios.
martes, 2 de junio de 2020
Divinae leges natura, humanae moribus constant
sábado, 30 de mayo de 2020
Que el universo no es necesario ni estimado en su totalidad ni en cualquiera de sus partes
jueves, 28 de mayo de 2020
El mal no es sustancia
Es dogma de nuestra teología que, no pudiendo el mal originarse en un Dios uno y sumamente bueno, todos los entes fueron creados buenos por Él, tanto tomados en su conjunto como tomados uno a uno; y dado que se trataba de entes finitos, no pudiéndose igualar al poder, sabiduría y bondad divinas (de lo contrario, todo sería una divinidad y coexistirían muchos infinitos), las criaturas pudieron separarse de Dios, lo que en la esfera moral significa poder pecar. Pero este poder, que nominalmente es potencia, aunque en realidad sea impotencia, no se origina en Dios, sino en la nada, a partir de la cual las cosas son hechas.
El ser, en efecto, no está determinado más que por el no ser, y por tanto el ente por el no ente. El hombre es determinado por la racionalidad, la cual, tomada en sí misma, es la esencia del hombre, y no del perro o de la piedra o del cielo o de otra cosa. Por consiguiente, la esencia del hombre se compone de ser hombre y de no ser las otras cosas. Dado que, por tanto, el no ente es esencialmente impotencia, estulticia y desamor, ya más o ya menos en las diversas especies y según grados específicos en los diversos géneros, no fue hecho el primer genio (como dicen los filósofos, y nosotros primer ángel) malvado por naturaleza en cuanto al ser recibido de Dios, que es el primer ente, sino que este primer genio se hizo malvado por su voluntad. Esta voluntad, en cuanto es ente, viene de Dios y no es propia de él, pero en cuanto es del no ente, es propia de él, y así peca mientras se separa del ente en la esfera física, y del orden en la esfera moral, orden establecido por el primer ente.
De este modo, nosotros [los cristianos] no empleamos ni naturalezas malvadas, ni pluralidad de dioses, ni derivamos el mal del bien. Y cierto es que el herrero no produce el óxido del hierro, sino que éste se contrae por la participación del no-ser; y es cierta asimismo la teoría de las dos potestades contrarias, Dios y el diablo. He aquí la razón: el diablo, en efecto, no es un dios, sino un genio, como decían Pitágoras, Zoroastro y los filósofos más sabios; y aclaramos de qué modo es esto. Si investigamos por qué Dios, siendo omnipotente, no pudo detener aquella impotencia por la que las cosas son deficientes, aparece de inmediato la respuesta: la razón es que las cosas están esenciadas, o más bien constituidas, de ente y de no ente. Y si Dios retirara la impotencia, retiraría la participación en el no ente y, en consecuencia, haría infinitas las cosas finitas, como explicábamos en la Metafísica. Pero esto es imposible y entraña contradicción. Ya que Dios utiliza la transmutación de las cosas para representar sus ideas, no conviene que la acción y la contrariedad cesen. Sin embargo, ha dado a las criaturas racionales fuerza frente a aquella debilidad contraída del no ente, de modo que puedan, deseándolo, no pecar, pero no de modo que no puedan pecar, pues de ser así la libertad quedaría destruida o no llegaría a manifestarse.
Por tanto, el hombre erró y desertó libremente, al preferir el menor bien al mayor y la propia sabiduría a la sabiduría divina: éste, en efecto, es el pecado en la esfera moral. Por tanto, el príncipe de los ángeles se corrompió intentando soberbiamente asemejarse a Dios mediante su propia virtud, y no por don de Dios. Y de esta teoría nuestra no se desprende ninguna impiedad o absurdo, como sucede con las opiniones de herejes y paganos. Este ángel, junto a los secuaces que se allegó, no por generación como dijeron los filósofos gentiles y los magos, sino con la enseñanza y la doctrina, es sumamente razonable creer que haya sido expulsado por los ángeles buenos con una lucha victoriosa y confinado en el mundo corpóreo, en el que operan una multiplicidad de fuerzas contrarias. Ahora bien, los que se adhirieron a Dios, gracias al influjo de su omnipotencia, se hicieron poderosos de otra manera, como sucede al hierro cuando se adhiere al imán. Y ésta, según Plutarco, es la lucha de Tifón y de Osiris, que en la Sagrada Escritura se narra como la lucha de Satanás y el ángel Miguel.
Campanella
Dios es sustancia sin accidentes
Que a Dios no acaece como accidente nada exterior se sigue del hecho de que es el sumo ente y por sí mismo, mientras que aquello a lo que acaece cualquier cosa de otro ente lo participa y no es ente por esencia. Así, acaece al hombre ser blanco pero no a la humanidad. Asimismo, lo que acaece como accidente tiene poder sobre el sujeto al que acaece, mientras que sobre Dios ningún ente tiene poder. Asimismo, el ente al que sucede cualquier cosa para perfeccionarlo o para destruirlo es un ente imperfecto, mientras que Dios debe concebirse como perfecto, virtuosísimo, de nada indigente o temeroso. Asimismo, Dios es la primera causa activísima de todas las cosas, y por consiguiente no participa de ninguna potencia pasiva, mientras que aquello a lo que cualquier cosa acaece como accidente padece por el accidente: luego Dios no admite más allá de su esencia ningún nuevo accidente, ni del interior ni del exterior.San Agustín niega que Dios sea sustancia porque en este caso sería sustrato de los accidentes, y prefiere que se le llame esencia, la cual expresa virtualmente todos los seres. Pero otros Padres admiten el nombre de sustancia derivándolo sin embargo de “per se stando”, y no de “substando”, queriendo decir con esto que Dios no es accidente. También podría llamarse sustancia de “substentando”, porque sustenta todas las cosas no como sujeto, sino como virtud que todas las cosas conserva.
martes, 26 de mayo de 2020
Abstrahentium non est mendacium
El movimiento se encuentra parcialmente en el instante aunque nada en el instante se mueva, y ello por la misma razón que la unidad se encuentra parcialmente en la pluralidad aunque nada en ésta sea unitario, al caber la división al infinito. El instante es el primus cognitus y el movimiento, que es conocido por el instante, integra su repetición en el tiempo.
domingo, 24 de mayo de 2020
Que el sistema de Spinoza no es un verdadero monismo ni un verdadero materialismo
sábado, 23 de mayo de 2020
Donde se demuestra en forma la tesis anterior
viernes, 22 de mayo de 2020
Que todo en la materia es potencial o imaginario
viernes, 15 de mayo de 2020
Que lo extenso es necesariamente divisible
jueves, 14 de mayo de 2020
Nueva demostración de la existencia de Dios
martes, 12 de mayo de 2020
Dios es el espíritu perfecto suprasustancial
- Es extenso y, por ello, dependiente de aquello que puede moverlo y dividirlo.
- Es sustancial y, por ello, delimitado por la infinidad de atributos y modos que alberga.
Spinoza distingue entre la naturaleza naturante y la naturaleza naturada, es decir, Dios como causa única, incomprensible y libre y como efecto múltiple, comprensible y necesario, sin que haya entre ambas naturalezas solución de continuidad, como en cambio sucede con el acto de la Creación en el cristianismo.
- Es incomprensible, al partir de la infinitud, y comprensible, al desembocar en la finitud.
- Es omnipotente, al producirlo todo de sí mismo, e impotente, al carecer de voluntad y estar sujeto al hado.
lunes, 11 de mayo de 2020
Fénelon, sobre cómo debe predicarse la infinitud de Dios
El ser infinito, no teniendo ningún límite en ningún sentido, no puede tener en ningún sentido ni grado ni diferencia, sea esencial o accidental, ni manera precisa de ser, ni modificación.
Por tanto, todo lo que es limitado, diferenciado, modificado no es el ser absoluto, infinito, universal.
Por tanto, todo ser limitado, diferenciado, modificado no puede ser una modificación del ser infinito; ya que llamarlo infinito modificado equivale a llamarlo infinito y finito, dado que la modificación no es más que un límite del ser y una imperfección esencial.
Por tanto, todo ser modificado y diferenciado, todo ser que no es concebido bajo la idea clara del ser inmodificable, y sin sombra de restricción, es necesariamente un ser que no es por sí mismo, un ser defectuoso, un ser distinto realmente del que es esencialmente inmodificado e inmodificable en todos los sentidos.
Por tanto, es absurdo decir que lo que llamamos comúnmente sustancias creadas no son sino modificaciones del ser infinito. Éste no sería tal si tuviera en un solo instante alguna modificación.
Por otro lado, cuando hablamos de modificaciones de un mismo ser lo hacemos sobre una cosa que es esencialmente relativa a este mismo ser, de manera que no puede tenerse ninguna idea de un modo más que concibiéndolo mediante la idea misma de la sustancia modificada; y no puede concebirse un modo sin concebir también los demás modos, que emanan necesariamente como él de la sustancia modificada. Es así que no puedo concebir la figura sin concebir la extensión a la cual ella pertenece esencialmente; y no puedo concebir la divisibilidad ni el movimiento sin concebir asimismo la extensión y la figura como sus límites.
De donde concluyo que si las sustancias que llamamos creadas no fueran sino modificaciones del ser infinito, no podría concebirse ninguna de ellas sin contener en el mismo concepto formal, o en la misma idea, al ser infinito. Por ejemplo, no podría pensar en una hormiga sin concebir actualmente y formalmente la esencia divina, lo cual es falso y absurdo. Además, no podría concebir una criatura sin concebir las otras por la misma idea, así como no puedo concebir la divisibilidad sin concebir la figura y la extensión, ni concebir la voluntad del ser pensante sin considerar su inteligencia.
Por tanto, las criaturas no son modificaciones de una misma sustancia.
Por tanto, son verdaderas sustancias realmente distintas las unas de las otras, que subsisten y son diversamente modificadas independientemente las unas de las otras, de manera que un cuerpo se mueve mientras que el otro permanece en reposo; y que un espíritu quiere la verdad y quiere el bien mientras que el otro yerra y se deleita en lo malo.
Por tanto, estas sustancias realmente distintas entre ellas subsisten y se conciben en una total independencia recíproca, si bien no subsisten ni pueden ser concebidas independientemente respecto a la causa superior que las hace pasar de la nada al ser.
Por tanto, existen seres que son inferiores a otros. El ser y la perfección son la misma cosa. El ser infinito, que es de una unidad suprema, es infinitamente ser porque es infinitamente perfecto. Yo existo verdaderamente y no soy Él, soy infinitamente menos perfecto que Él, puesto que no soy por mí mismo como Él, sino por Su sola fecundidad. El ser que no se conoce y no conoce al Ser que lo ha creado es menos perfecto y menos ser que yo, que me conozco y conozco mi causa.
Por tanto, existen grados infinitos del ser unidos en su totalidad por la simplicidad indivisible del ser infinito, y que se dividen infinitamente en las producciones de dicho Ser.
Por tanto, los grados infinitos del Ser tomado intensivamente no tienen nada en común con la multiplicación extensiva del ser, siendo así que Dios es infinito por los grados infinitos tomados intensivamente que se encuentran congregados en Él, a los que nada puede añadirse. Finalmente, la multiplicación extensiva del ser por la creación del universo no añade nada a este género de infinito intensivo, que es el que corresponde a Dios.
Fénelon
domingo, 10 de mayo de 2020
El Ser perfecto no puede ser extenso
El Ser perfecto, que no es ni una idea ni un cuerpo, existe
No conocemos las privaciones por ellas mismas, sino por las realidades que se les oponen.
Toda idea tiene una causa ejemplar.
Todo lo que conocemos es imperfecto, exceptuando la idea de perfección.
Los modos son dependientes de las sustancias, y por tanto imperfectos.
La causa ejemplar de la idea de perfección es Dios, el Ser perfecto.
La idea que tenemos del Ser perfecto debe tener una causa ejemplar, y esta causa ejemplar debe contener formalmente todas las perfecciones que la idea de Ser perfecto representa. Sin embargo, no podemos concebir que esta causa sea otra cosa que el cuerpo o el espíritu, o el mismo Ser perfecto. Dado que ni el cuerpo ni el espíritu contienen todas las perfecciones que la idea de Ser perfecto representa, ha de concluirse que el mismo Ser perfecto es la causa ejemplar de esta idea. Y, atendiendo a que el Ser perfecto no puede ser esta causa sin existir, se sigue que el Ser perfecto existe.
La causa ejemplar establece la relación entre la idea y lo representado por ella. En la idea de sol la causa ejemplar es el sol mismo; en la idea de triángulo lo es el conjunto de sus nociones elementales. Pues bien, no parece que haya escapatoria a la conclusión precedente. Si suponemos que lo imperfecto existe, debemos partir necesariamente de la idea de lo perfecto; y si ésta no es una quimera habrá que dotarla de una causa ejemplar positiva, al ser positiva y no meramente nominal la realidad que representa. Si, por otro lado, postulamos que lo imperfecto no existe, fuerza será admitir que todo lo que existe es perfecto, lo cual es evidentemente falso y queda refutado en la demostración de la Proposición 1.