miércoles, 30 de septiembre de 2009

Leopardi y la misericordia




Fíjate hasta qué punto se ama la debilidad en este mundo. Si ves a un niño que avanza hacia ti con paso inseguro y con cierto aire de impotencia, sientes que ese espectáculo te enternece y te enamoras de ese niño. Si ves a una bella mujer enfermiza y endeble, o si te deprime el presenciar el esfuerzo inútil de una mujer, por la debilidad física de su sexo, sentirás que te conmueves, y serás capaz de postrarte ante esa debilidad y reconocerla como ama de ti y de tu fuerza, y de someter y sacrificar todo tu ser al amor por ella y su defensa. La causa de este efecto es la compasión, de la que afirmo que es la única cualidad y pasión humana absolutamente exenta de amor propio. La única, porque incluso el sacrificio de uno mismo al heroísmo, a la patria, a la virtud, a la persona amada, así como cualquier otro acto del máximo heroísmo y desinterés (y cualquier otra emoción de la máxima pureza) siempre se cumplen porque en esa ocasión nuestra mente estima más satisfactorio ese sacrificio que cualquier ventaja. Y cualquier operación de nuestra alma siempre tiene su origen seguro e inevitable en el egoísmo, por purificado que éste sea, y por ajena que aquélla pueda parecer a él. Pero la compasión que brota en nuestro ánimo al ver a alguien que sufre es un milagro de la naturaleza, que entonces nos hace experimentar un sentimiento del todo independiente de nuestra ventaja o placer, y totalmente relacionado con los otros, sin intromisión alguna de nosotros mismos. Por eso precisamente los hombres compasivos son tan pocos, y la piedad se sitúa, sobre todo en esta época, entre las cualidades más preciosas y más distintivas del hombre sensible y virtuoso. Suponiendo que la compasión no se base en el temor de sufrir nosotros mismos un mal similar al que vemos. (Porque el amor propio es muy sutil, y se insinúa por todas partes, y se oculta en los sitios más recónditos de nuestro corazón, en los que más impenetrables parecen a esta pasión.) Pero si piensas bien verás que hay una compasión espontánea, totalmente independiente de ese temor, y volcada por completo hacia el miserable.

Metafísica escéptica: aclaración y conclusiones


Cuando escribo "Es posible que X sea imposible" quiero decir que es lógicamente posible que X sea físicamente imposible (y si, por el contrario, tal es imposible por lógica, pruébese en sede lógica dicha imposibilidad de no ser). Para el escéptico tan cierta es ésta como "Es lógicamente posible que X sea físicamente posible"; ambas son lógicamente consistentes por separado, de donde se sigue, si nos atenemos al dogma de la mera observación como criterio de verdad, que en un mismo universo algo puede ser a la vez físicamente posible e imposible. Ello atenta contra la lógica ("A es B y no B"), no obstante se infiera del principio según el cual "lo no contradictorio en lógica (por separado) puede suceder en este universo", al que he denominado piedra angular de la metafísica escéptica, y que parece que incluso tiene un fundamento cuántico.

Así, resulta absurdo (puesto que se niega lógicamente a sí mismo) el escepticismo aplicado a un universo concreto, fingiendo que éste no es un sistema y que todas sus regularidades son casuales o meros espejismos antropomórficos ("la cosa en mí").

Sólo hay un modo de que el escepticismo sobreviva a esta objeción, y es abandonando por la vía del nihilismo el recinto de la ciencia en el que hasta la fecha se ocultaba. La salida es la siguiente: negar que la contradicción de que algo sea físicamente posible e imposible se dé a la vez en el mismo sujeto, puesto que se da en tiempos distintos y nada permanece idéntico en el tiempo. Ergo, no hay sujetos reales, sólo abstracciones lógicas con las que construimos nuestras proposiciones.

Esta segunda tesis, esto es, "no hay sujetos reales, etc.", corolario de la ya enunciada en el primer párrafo, conlleva que nada de lo que el lenguaje atribuya al ser condiciona la naturaleza de éste. Es el escepticismo total de Gorgias sobre la incomunicabilidad del saber y la inutilidad de las descripciones; luego también de las observaciones. El sabio debe pues limitarse, como Pirrón, a señalar, sin afirmar ni negar nada en absoluto. Se logra así, qué duda cabe, aniquilar la metafísica, pero es a expensas de acabar con la ciencia.

martes, 29 de septiembre de 2009

Escepticismo: bordes metafísicos




El escepticismo afirma al mismo tiempo estas dos tesis: 1) "Es posible que X sea posible" y 2) "Es posible que X sea imposible". Se ve obligado a ello por la tesis siguiente: "Todo lo no contradictorio en lógica es físicamente posible". Ergo, en tanto que 1) y 2) no son contradictorias en lógica (pero sí entre ellas), son físicamente posibles según el escepticismo. Por tanto, nos encontramos ante un sistema de posibilidad física lógicamente inconsistente, exactamente igual que en el caso de la acausalidad.

Que X sea imposible es posible, y que X sea posible también es posible. X es cualquier naturaleza idealmente considerada, de la que "a priori" se puede decir todo esto sin contradecirnos, pues nada -salvo el Principio de razón suficiente- fuerza a la naturaleza a ser de un determinado modo. Afirmar "X (= esta naturaleza) existe, luego es posible" es sostener que todo lo que existe no es contradictorio. O lo que es lo mismo, que la naturaleza no puede generar nada absurdo. Pero nada hay menos escéptico que esta tesis.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El mundo de las ideas


La afirmación Es imposible que esto sea imposible equivale a la siguiente: Sólo es posible que esto sea posible. De esta manera se impone un límite externo a la lógica, un límite metafísico, y se la objetiva.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Lo innato




Que nada se aprende que no se supiera ya es un tópico platónico varias veces discutido aquí, de donde nace la tesis racionalista de las ideas innatas. Esto es, no se puede comprender nada sin descomponerlo en elementos más simples. Ahora bien, esta descomposición o análisis encuentra un límite en los primeros principios, que serían universales e independientes del aprendizaje, es decir, no inferibles por inducción o por deducción, en tanto que son la condición misma de todo aprender.

Cuando enseñamos a un niño a contar no le inculcamos la noción de número, tarea acaso tan estéril como pretender transmitir a un ciego la de rojez. Si el niño puede entendernos es porque ya posee dicha noción. Lo mismo vale cuando aprende a hablar. Aunque asocie las palabras con figuras sensibles y las oraciones con estados de hecho, éstos no le dirían nada -o no más de lo que le dicen a un perro- si no tuviera antes los fundamentos conceptuales innatos en los que asentar dicha gramática.

Las reglas del pensamiento nos resultan tan inviolables, por ser connaturales a nuestra comprensión, que no nos planteamos por qué las seguimos en lugar de otras. Hemos convertido tales reglas en un sistema lógico que impregna todas las disciplinas, por lo que dan la impresión de ser un producto del intelecto cuando, en realidad, son su presupuesto. La propia idea de la igualdad del género humano no es distinta a la de su igualdad racional, esto es, el compartir las mismas nociones elementales a pesar de la superestructura cultural que sobre éstas se haya edificado. Esta concepción se opone a la puramente empírica de raza o estirpe, que ha predominado en todos los pueblos antiguos, no necesariamente bárbaros, los cuales han visto a los extranjeros como enemigos.

Así, no hay auténtica humanidad sin una racionalidad innata que nos defina y separe del resto de las especies. Ahora bien, la aplicación de la lógica no es exclusiva de la nuestra. Un animal hace silogismos sin que nadie le haya dado a leer el Organon, siguiendo pautas como ésta:

He de comer tanto como pueda (premisa de derecho).

Dados dos montones de comida separados, uno es más grande que el otro (premisa de hecho).

Por consiguiente, me dirigiré al montón más grande (conclusión).


Aunque la premisa de derecho venga fijada por el instinto y no sea sometida a un ulterior análisis, la decisión particular de acercarse al montón de comida más grande es lógica y obedece a una estructura de razonamiento previa. El bruto es incapaz de hacer ciencia, no obstante lo cual comparte en su entendimiento los mismos principios racionales de cualquier otra ciencia humana.

Metafísica escéptica


"Todo lo no contradictorio en lógica puede suceder en este universo" (¿por qué no "debe", si asumimos que se da en un tiempo próximo al infinito?).

"La naturaleza no es necesariamente racional" (lo cual convierte a la razón en necesariamente sobrenatural).

"Ninguna generalización sobre los datos de nuestra experiencia es definitivamente verdadera" (excepto esta).

viernes, 25 de septiembre de 2009

Perspectivas sobre la paz perpetua




Poco importa que la primacía del Papa sobre los Reyes haya tenido su origen en el derecho divino o en el humano, si es una cosa puesta fuera de duda que los Pontífices han ejercido esta autoridad durante muchos siglos con asentimiento universal y con universal aplauso.

(...)

Yo sería del parecer que se estableciese en Roma un Tribunal para fallar los pleitos de los Príncipes, y que fuera su Presidente el Pontífice Romano, recobrando aquella potestad judicial que ejerció en otro tiempo con los Reyes. Pero para esto sería necesario antes que el sacerdocio recobrara el prestigio que ha perdido, y que un entredicho o una excomunión bastaran para hacer temblar a los Príncipes en sus Tronos, como en tiempo de Nicolás I o Gregorio VII. Todo bien considerado, este proyecto me parece más hacedero que el del abate Saint-Pierre. Y supuesto que a todos es permitido entregarse a sus imaginaciones, ¿por qué no se me permitiría a mí entregarme a una que, si se realizara, restauraría la edad de oro en la tierra?

Leibniz


El proyecto del abad de Saint-Pierre, Charles-Irénée Castel, es el de la paz perpetua entre naciones, que luego adoptaría Kant. Ambos postulan que la concordia debe obtenerse mediante un multilateralismo de corte federalista, basado en el mutuo reconocimiento del derecho a la paz y en los vínculos que proporcionan el comercio y los intereses comunes. Un proyecto que fracasó estrepitosamente el pasado siglo, pero que goza todavía de crédito en la medida en que se lo considera el único posible.

Leibniz, sin embargo, creyó ser más sencillo lograr la unión religiosa de los pueblos desde una instancia única y ortodoxa que conseguir el continuo entendimiento de los gobernantes coyuntura tras coyuntura, lo que conlleva la pretensión de que éstos no hagan valer las ventajas derivadas de una situación hegemónica respecto a sus competidores. Más sencillo porque parece realista en mayor medida aspirar a la unión de los gobiernos por la unión de los pueblos que a la inversa. Algo así pareció indicar Montesquieu (discípulo de Castel, irónicamente) cuando en su obra Grandeza y decadencia de los romanos escribió a propósito de la extensión del derecho de ciudadanía a la Península Itálica:

Para ellos Roma dejó de ser la ciudad en la que el pueblo poseía un mismo espíritu, un mismo amor por la libertad, un mismo odio por la tiranía; o el celo por el poder del Senado y las prerrogativas de los Grandes, siempre unidas al respeto y al amor por la igualdad. Habiéndose convertido en sus ciudadanos los pueblos de Italia, cada ciudad aportó su genio, sus intereses particulares y su dependencia de algún gran protector. La Urbe, desgarrada, dejó de formar un todo unitario, y puesto que se era ciudadano por una especie de ficción, dejaron de tenerse los mismos magistrados, las mismas murallas, los mismos Dioses, los mismos templos, las mismas sepulturas; no volvió a contemplarse Roma con los mismos ojos, no se volvió a sentir el mismo amor por la Patria, y los sentimientos romanos dejaron de existir.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Nuevas tesis sobre el isomorfismo mente-materia




El bando escéptico no atenta sólo contra la estructura de nuestras certezas o las intuiciones de los racionalistas. Va en contra de la propia noción de verdad.

Tomemos, para no parecer partidistas, la noción de verdad del positivismo, esto es, la adaequatio o conformidad entre los hechos y lo que se dice de ellos. El mismo término "conformidad" apela a una realidad sin forma que, para "convertirse" en verdad, se adapta al molde de una proposición congruente.

¡Qué maravillosa coincidencia que siempre pueda adaptarse! Quizá ayude en algo el que la realidad no sea nunca contradictoria y resulte inteligible, que es tanto como decir: "que no sea nunca falsa y resulte verdadera".

Ahora bien, si toda realidad es verdad, aunque toda verdad no sea realidad, ¿no es más correcto afirmar que la realidad es un subconjunto de la verdad y no a la inversa? Entonces, ¿podría la realidad ser verdad sin ser inteligible? ¿Y podría ser inteligible si la ley de la causalidad no se cumpliera en todo caso?

Si se admite que la realidad no es lógicamente contradictoria, a fe mía que no se trata de un aserto sin consecuencias. Porque se está confesando que aquélla es inteligible, y la acausalidad no lo es. Luego, si la mente sólo puede entender la verdad (en tanto que lo falso es contradictorio y, por ende, ininteligible), y la realidad sólo puede ser verdad, se sigue que la mente y la realidad están perfectamente coordinadas, siendo hasta cierto punto isomórficas.

La acausalidad, esto es, la fisura entre realidad y entendimiento forzada por la observación de los hechos desnudos allá donde nada indica que deba haber una causa, ignora -sin destruirla- la presunción que acabamos de explicar, en la que se se funda el orden universal del que la ciencia toma premisa para sus investigaciones.

Sin embargo, la acausalidad perpetua no puede defenderse desde el empirismo. Si algo surge de la nada, deberá dirigirse a algo y no a la nada, lo que implicará entablar relaciones con ello; relaciones causales, pues. Así, se asume que, tras el milagro de la acausalidad de determinado fenómeno, éste ingresa misteriosamente en el mundo (¿desde el ultramundo tal vez?), y ello no en virtud de una ley, conocida o no, sino del fenómeno mismo en tanto que singularidad. Se entiende, entonces, que estos procesos naturales se desarrollan de un modo parecido a como las almas platónicas descendían a los cuerpos, o a como los teólogos cristianos describen -que no explican- la Encarnación del Verbo. Y todo esto a fuer de ser escéptico y de no apartarse de los hechos observados, ni de excederse en las inferencias, lo que no deja de tener un sobreañadido mérito.

No obstante, la inanidad de una tal metodología, a la que se llega por la ausencia de principios metafísicos que la justifiquen y sustenten, nos conduce a confundir la realidad con los sueños y la observación con la fantasía.

Algo es incausado en un momento X1, pero en un momento X2 deviene causado, ya que es imposible generar efectos sin que la cadena de la causalidad afecte, por decirlo así, en sentido inverso a aquel en que la causa se produce (de lo contrario hablaríamos de causas inmutables). Hay en este caso una transición inexplicable y una desemejanza absoluta entre X1 y X2, de manera que no tenemos razón alguna para vincular ambos momentos, salvo la que da el hecho de que parecen sucederse.

Contamos, pues, con un hecho ilógico, porque la acausalidad es ilógica en el tiempo -como se acaba de demostrar- y la autocausación lo es completamente -ya que nada es antes de sí mismo. Éste es un defecto no susceptible de enmienda, a diferencia del de aquellas proposiciones que expresan algo posible pero que no ha ocurrido todavía, y que quizá no ocurrirá jamás. Dichas proposiciones, según el positivismo y la principal corriente del escolasticismo (de la que me aparto), serían verdaderas cuando sucediese el hecho que viniera a refrendar el enunciado del que son portadoras. Ahora bien, ¿qué ha de suceder para que un hecho ilógico deje de serlo? Y si son los simples hechos los que determinan la verdad, por ilógicos que sean, ¿cómo podremos expresarlos sin mediaciones lógicas?

lunes, 21 de septiembre de 2009

Lo que el neoconservadurismo puede aprender de Montesquieu


Ainsi Rome n'était pas proprement une monarchie ou une république, mais la tête du corps formé par tous les peuples du Monde.

Si les Espagnols, après la conquête du Mexique et du Pérou, avaient suivi ce plan, ils n'auraient pas été obligés de tout détruire pour tout conserver.

C'est la folie des conquérants de vouloir donner à toutes les peuples leurs lois et leurs coutumes; cela n'est bon à rien; car, dans toute sorte de gouvernement, on est capable d'obéir.

Mais, Rome n'imposant aucunes lois génerales, les peuples n'avaient point entre eux de liaisons dangereuses; ils ne faisaient un corps que par une obéissance commune, et, sans être compatriotes, ils étaient tous romains.

On objectera peut-être que les empires fondés sur les lois des fiefs n'ont jamais été durables, ni puissants. Mais il n'y a rien au Monde de si contradictoire que le plan des Romans et celui des Barbares: et, pour n'en dire qu'un mot: le premier était l'ouvrage de la force; l'autre, de la faiblesse; dans l'un, la sujétion était extréme; dans l'autre, l'indépendance. Dans les pays conquis par les nations germaniques, le pouvoir était dans la main des vassaux; le droit seulement, dans la main du Prince. C'était tout le contraire chez les Romains.


Montesquieu

domingo, 20 de septiembre de 2009

Vistos hacia dentro




DANIEL.- ¿Quién eres?

PENSAMIENTO.- Cuanto esto ignores,
vengo a ser yo el ofendido.
¿No te lo dice el vestido
ajironado a colores,
que, como el camaleón
no se conoce cuál es
la principal causa? Pues
oye mi definición.

Yo, de solos atributos
que mi ser inmortal pide,
soy una luz que divide
a los hombres de los brutos.
Soy el primero crisol
en que toca la fortuna
más mudable que la luna
y más ligero que el sol.
No tengo fijo lugar
donde morir y nacer,
y ando siempre, sin saber
dónde tengo de parar.

La adversa suerte o la altiva
siempre a su lado me ve;
no hay hombre en quien yo no esté,
ni mujer en quien no viva.
Soy el rey en el desvelo
de su reino y de su estado;
soy en el que es su privado
la vigilancia y el celo;
soy en el reo la justicia,
la culpa en el delincuente,
virtud en el pretendiente,
y en el próvido malicia;
en la dama la hermosura,
en el galán el favor,
en el soldado el valor,
en el tahur la ventura,
en el avaro riqueza,
en el mísero agonía,
en el alegre alegría,
y en el triste soy tristeza;
y, en fin, inquieto y violento,
por donde quiera que voy
soy todo y nada, pues soy
el humano Pensamiento.

Mira si bien me describe
variedad tan singular,
pues quien vive sin pensar
no puede decir que vive.

(...)

Andar de loco vestido
no es porque a solas lo soy,
sino que en público estoy
a la prudencia rendido;
pues ningún loco se hallara
que más incurable fuera,
si ejecutara y dijera
un hombre cuanto pensara;
y así lo parecen pocos,
siéndolo cuantos encuentro,
porque vistos hacia dentro,
todos somos locos,
los unos y los otros.


Calderón de la Barca

O leggiadri occhi




jueves, 17 de septiembre de 2009

El sueño de la razón




Si se examina bien la cuestión lo único cierto es que nosotros percibimos, y que percibimos coherentemente y que al percibir observamos cierta regla. Percibir coherentemente significa que se percibe de modo tal que se puede dar razón de todo y que todo se puede predecir. La existencia consiste en esto: en percibir observando ciertas leyes, pues, de lo contrario, todo sería como un sueño. No afirmo que muchos perciben lo mismo sino que perciben cosas que los demás perciben concordantemente (consententia). Y diversos espíritus se perciben a sí mismos y perciben sus propios efectos y operaciones. De aquí se sigue que una misma causa es la que provoca las percepciones de los otros y las nuestras. Sin embargo, no es precisamente necesario que, o nosotros actuemos sobre el contenido de aquellas percepciones o bien que el contenido de aquellas percepciones actúe sobre nosotros. Lo único necesario es que percibamos cosas concordes (conformia) y esto forzosamente debido a una misma causa.

Además, no es necesario que el sueño se diferencie intrínsecamente de la vigilia en cierto grado de realidad sino sólo en la forma u orden de las percepciones (sensionum). De aquí se desprende que la cuestión no consiste en investigar el motivo por el cual existen algunos cuerpos fuera de nosotros, si el espacio es algo y otras cosas semejantes, problemas que surgen cuando no se explican suficientemente los términos, a menos que sostengamos que cuerpo es cualquier cosa que puede percibirse coherentemente y espacio es aquello que hace que numerosas percepciones tengan simultáneamente mutua cohesión. Por ejemplo, si llego a un lugar determinado a través de un camino muy largo, y siguiendo otro, llego a un segundo lugar, y mediante un tercero, a un tercer lugar y de nuevo de uno de estos lugares a otro, entonces de aquí deduzco en qué tiempo llegaré desde uno de los lugares restantes a otro de los restantes, según la unidad de espacio que hemos supuesto. Por tanto, la idea de espacio reside, como se reconoce, en aquello por medio de lo cual separamos el lugar, o por así llamarlo Mundo de los sueños, de nuestro mundo. (...)


Leibniz

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Isomorfismos




¿Son las leyes de la naturaleza objetivas siquiera en parte, esto es, en sus principios generales, o hemos hecho de ellas un instrumento arbitrario con el que aproximarnos a una realidad inaprehensible?

La geometría puede medir lo extenso porque presupone la extensión, si bien sería extraña la ocurrencia de quien afirmase que la extensión es un reflejo ilusorio causado por aquella disciplina. Los lenguajes naturales también "miden" la realidad, pero ésta no es una distorsión lingüística, sino una instancia previa de la que el hablante recoge el logos, por expresarme esotéricamente. Una realidad ininteligible per se daría lugar a lenguajes ininteligibles (o a ningún lenguaje), y en un universo inextenso la geometría tendría el mismo valor científico que en el nuestro la poesía.

De manera semejante, si la causalidad no se cumple más que nominalmente, existirán relaciones no matematizables más que como conjunto estadístico. Ahora bien, todo lo que escape al modelo matemático es impensable, y por tanto irreal. La realidad que no puede pensarse no se distingue de lo irreal, esto es, de la esfera de la idealidad. No basta con que algo no sea absurdo para que suceda: necesitamos también que haya una razón suficiente para ello. De lo contrario, todo lo que no fuese radicalmente irracional existiría simultáneamente en el universo.

Una ciencia
que no se funde en premisas universales y exactas es inservible. Aproximarse significa tender hacia un lugar cuya posición se conoce. Para sostener que las matemáticas se aproximan a la realidad deberíamos demostrar que la conocemos. Pero esta demostración excede el método inductivo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Fabulado consenso


Si todo criterio depende del consentimiento común, ¿por qué los individuos, para creer, no esperan a cerciorarse de que lo mismo dicen los demás? ¿Qué consentimiento se necesita, el de un pueblo o el de todos? ¿El de una época o el de todas? ¿Dónde se ha formado el convenio? Si es tácito, ¿por qué han convenido tácitamente los hombres ? ¿No diríamos mejor que todos los hombres están ciertos de algunas verdades, porque todos las hallan atestiguadas por su conciencia y su razón? No las cree cada uno porque las creen todos; por el contrario, las creen todos porque las cree cada uno.


Balmes

Leibniz contra Turing




A fin de no repetir discusiones, condensaré mi planteamiento en pocas tesis que no se han rebatido todavía y que explican mi posición suficientemente:

1) Por compleja que sea, una máquina artificial puede carecer de respuestas y no actuar; por simple que sea, un ser vivo capaz de actuar lo hará siempre.

Comentario:
Escribo capaz de actuar porque hay seres vivos incapaces de ello, al no contar con un mínimo sistema motor. Lo que quiero expresar es que si un ser vivo posee una capacidad general de responder a estímulos que se presenten a su consideración, lo hará en cualquier caso, pues incluso la indecisión es en él una decisión negativa. Por el contrario, si una máquina está habilitada para obrar, no necesariamente responderá en todas las situaciones que acudan a su evaluación, pudiendo sufrir lagunas totales. Más aún: necesariamente no responderá en alguna tesitura que no haya sido prevista.

2) Los organismos naturales nunca eligen al azar, ya que en ellos jamás se da la indiferencia absoluta que resultaría de juicios perfectamente simétricos ante una dicotomía.

Comentario: Se elige al azar cuando en el contenido de la decisión no influye la circunstancia particular que la motiva. Por tanto, no puede en estos supuestos establecerse una conexión entre el estímulo concreto y la respuesta concreta.

El animal decide como nosotros, en base a juicios. La mosca juzga cuál es el mejor lugar para posarse, en qué momento exacto debe huir, etc. La menor complejidad no desnaturaliza al acto de juzgar, que consiste en subsumir un hecho en un razonamiento para aprobar o desaprobar un fin práctico. No hay, entonces, más que una diferencia de grado entre nuestros juicios y los suyos.

3) La imposibilidad de simetría en nuestros juicios proviene de la infinidad actual de nuestras percepciones, sean éstas claras o confusas.

Comentario: Un número infinito de percepciones presupone un número infinito de estímulos con el que aquéllas se relacionan. Las máquinas artificiales pueden generar una infinidad de respuestas lógicas, pero no así una infinidad de relaciones perceptivas, debiendo recurrir al azar forzosamente en cuanto éstas se agotan.

4)
La infinidad de percepciones se debe, a su vez, a la infinita sutileza de nuestros órganos, que no pueden dejar de verse afectados por todo cuanto ocurre en el universo.

Comentario: Se parte de la derivación del axioma según el cual toda causa tiene un efecto. Así, hay infinidad de causas en el universo, las cuales, si no afectaran a nuestros órganos carecerían de efectos en ellos, rompiendo la cadena de la causalidad. Por lo que no es vano asumir que todo lo que afecta a nuestros órganos determina en mayor o menor medida nuestros juicios, cuya materia prima son las relaciones perceptivas. De una sensibilidad infinita se sigue una flexibilidad infinita.

Sin embargo, la materia con la que están fabricadas las máquinas artificiales también es infinitamente sutil, si bien sus relaciones perceptivas son, como se ha dicho, finitas. Esto prueba que los autómatas no experimentan verdaderas percepciones ni constituyen un auténtico organismo.

5) Si el hombre o el animal tuvieran que decidir sólo en base a lo percibido y a la razón, no decidirían nunca, puesto que jamás terminarían de procesar todos los datos de que disponen. Por consiguiente, radica en ellos un principio de espontaneidad ausente en la máquina.

Comentario: Deben, pues, tener en cuenta toda esta información como determinante pero no necesitante en su obrar. Como condición necesaria y no suficiente de su albedrío.

6) La vida es continua y unidireccional; la materia discontinua y multidireccional. El ser del hombre no puede detenerse sin morir, ni adoptar dos voluntades al mismo tiempo. Sí lo pueden los autómatas, puesto que no están vivos; ergo los hombres no son autómatas.

Comentario: Ahora bien, los autómatas no son más que cuerpos; luego los hombres son más que cuerpos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Previsión infinita




Ningún asno se dejará morir de hambre por ser situado, como el de Buridán, entre dos montones de paja idénticos a la misma distancia. Si en lugar de a un asno, colocamos a un autómata en esta tesitura, cabe la posibilidad de que suspenda la elección o "se cuelgue". Esta posibilidad, repito, no se da nunca en un organismo vivo, porque siempre opta por lo que cree mejor y siempre encuentra una razón para ello.

Ésta es, en opinión mía, una de las diferencias más relevantes entre las máquinas artificiales y las naturales. La máquina perfeccionada podrá imitar hasta el extremo al organismo natural, pero nunca lo hará por una necesidad interna, mas en función de si las operaciones de que se trate han sido previstas antes en su programa.

El asno es capaz de enfrentarse a infinidad de situaciones distintas, a las que dará respuestas también distintas, por más que sigan una misma pauta con ligeras variaciones. Así, si la vida del asno careciera de límites en el tiempo, seguiría obrando indefinidamente sin llegar jamás al extremo de no saber qué resolver.

Hay hasta en los animales más insignificantes grados ínfimos de reflexión que, pese a no bastar para que hablemos de consciencia, son análogos a nuestros procesos cognitivos. El instinto es el modo de economizar estos contadísimos despliegues de razón que conforman los patrones decisorios de los brutos. Se basa en un número limitado de experiencias anteriores, pero su aplicación a las futuras carece de restricciones, que en cambio sí rigen en lo artificial. Esto es, en la más sofisticada de las máquinas podrá encontrarse algún residuo de imprevisión para el que no quepa dar razón de acciones determinadas, mientras que tal posibilidad queda excluida en el insecto menos desarrollado.

Aunque pueda hablarse en una máquina de infinitas partes que la constituyan potencialmente, sus fines estarán limitados al objetivo de la programación, por lo que serán necesariamente cuantificables. Una máquina artificial sólo podrá experimentar aquello para lo que está preparada, resultando ciega para lo demás. Un ser vivo, sin embargo, lo experimentará absolutamente todo, con independencia de que sólo sea consciente de una pequeña parte. Esto es gracias a que sus órganos van al infinito en sutileza.

lunes, 7 de septiembre de 2009

El sacramento esclavo, o lo eterno masculino




No hay tal cosa que pueda llamarse con propiedad "contrato social", si con ello intentamos describir la sujeción permanente del hombre a una autoridad soberana que le haga cumplir con sus obligaciones frente a terceros y frente a sí mismo, castigándolo en caso contrario. Corresponde a los contratos ser libres en su inicio, temporales en su desarrollo y rescindibles en su fin. Ninguna de estas características está comprendida en la noción ahistórica de "contrato social".

Si tuviera que resumir la cuestión en cinco figuras mnemotécnicas, sería como sigue:

Contrato: Libertad en inicio, duración temporal, libertad autónoma en fin.

Sacramento: Libertad en inicio, duración temporal, sin fin.

Patria potestad:
Sumisión en inicio, duración temporal, libertad autónoma en fin.

Esclavitud: Sumisión en inicio, duración temporal, libertad heterónoma en fin.

Poder público:
Sumisión en inicio, intemporal, sin fin.

A diferencia del amo en la esclavitud, el Estado no puede liberar a sus súbditos. Incluso condenándolos al exilio sigue teniendo potestad sobre ellos, en tanto que les impide regresar a sus fronteras.

Por tanto, el poder público impone el grado más elevado de obediencia entre todas las figuras posibles de obligación.

*

Viene de aquí.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Preguntas afirmativas




La unión entre el primer eslabón de una cadena causal y el último es una unión ideal que no nos dice casi nada de la relación efectiva entre ambos extremos. La diferencia entre la física y la historia radica en que en la primera disciplina todas las relaciones causales respetan el principio de equivalencia causa-efecto, siendo relaciones reales, mientras que las de la historia lo son sólo formal u ocasionalmente, dada su inconmensurabilidad recíproca.

En este sentido, las causas de una guerra son motivaciones antes que determinaciones. La probabilidad sustituye a la necesidad en todas aquellas estimaciones en las que la perspectiva del individuo es tenida en cuenta. En este tipo de desarrollos se procede como en un corrimiento de tierras, donde el inicio de la avalancha suele resultar apenas perceptible y, pese a ser causa ocasional de la reacción subsiguiente, no es causa efectiva de la misma, ya que no la explica con suficiencia.

Cuando decimos que algo "procede de" podemos estar refiriéndonos a la causa efectiva o física (por ejemplo, "el vapor procede del agua por elevación de su temperatura"), o bien a la causa formal ("el idioma español procede del latín"). Sólo la primera acepción es de identidad y tiene un carácter genuinamente atributivo. La segunda, aunque cierta, segrega siempre muchos datos que considera superfluos para el tipo de explicación proporcionada (como podría ser "el idioma español procede de la tasa de mortalidad infantil en la Edad Media") y se estipula en beneficio de un relato prefijado.

Pensaba el otro día que asertos a los que se da una importancia crucial y por los que se agitan tantas banderas perderían gran parte de su carga dramática si fueran traducidos al lenguaje lógico, con el debido desmenuzamiento de todos sus términos significativos.

Que el hombre proceda del mono, algo que todavía escandaliza a algunos, es sólo una afirmación ideal sin excesiva relevancia empírica, ya que no nos muestra los trazos de necesidad de esta relación de dependencia. No se prueba que el ser hombre sea una modalidad del ser mono, pero acríticamente se presupone, cuando ni siquiera es sostenible que el hijo sea una modalidad del ser de los progenitores. No se sabe "a priori" lo que son ambos seres, por lo que su unión teórica es sólo una tentativa circunstancial para averiguarlo. Es la pregunta, en lugar de la respuesta.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Origen del derecho


Definición:

Llamo Dios a la instancia no humana superior a cualquier poder temporal.

Axiomas:

Sólo los individuos poseen derechos.

El derecho de un individuo conlleva el deber del Estado de hacerlo efectivo.

Proposición:

Todos los derechos proceden de Dios.

Demostración:

El hombre no está naturalmente emancipado de sus semejantes ni es idealmente igual a ellos, sino que, dado el caso, obtiene dicha liberación e igualación gracias al vínculo político con el Estado, el cual no reúne ninguna de las características negativas de los seres humanos -potencias indeterminadas- y es, por así decirlo, acto puro y deber absoluto en un momento particular de la historia.

Con todo, el Estado no se impone deberes a sí mismo que precondicionen su naturaleza. En primer lugar porque es jurídicamente imposible que la obligación provenga del obligado, puesto que estar atado a uno mismo equivale a no estarlo. En segundo lugar, porque el Estado ilegítimo y tiránico, aunque corrompido, conserva su función esencial de mantener el orden, con lo que Estado y derecho no se coimplican necesariamente.

Por tanto, el Estado sólo puede reconocer derechos impuestos por una instancia superior no humana, esto es, por Dios, que es lo que había que demostrar.

Corolario:

La Iglesia y el Estado deben permanecer institucionalmente separados de forma radical, pues persiguen fines distintos que discurren paralelamente. Ahora bien, el Estado no puede legislar sobre cuestiones morales, ya que escapan a su competencia política, ni es prudente que deje en manos de una pluralidad contradictoria esta tarea, en la medida en que tal tesitura conduciría a su desintegración como cuerpo armónico. Por ello una sola confesión debe reconocerse como superior al poder político en la tutela de los valores que todo Estado ha de presuponer, pero que ninguno, y menos el llamado liberal, puede imponer o avalar. Así, en la organización social perfecta habrá una Iglesia por encima del Estado, del mismo modo que los deberes morales están por encima de los éticos, la verdad por encima de la costumbre o la justicia por encima de la obediencia.

A modo de ejemplo, es tarea del Estado liberal garantizar la igualdad, no hacer de ella una doctrina ni predicarla. El soberano no puede excluir al ciudadano anti-igualitario, en tanto que dicha política iba a colisionar con el principio de libertad que también se reconoce. La Iglesia, no obstante, debe predicar la doctrina de la libertad y la igualdad, apartando de su seno al disidente, sin que esté en su mano garantizarla en la práctica.