domingo, 30 de diciembre de 2007

¿Somos libres? (y IV)




Formularé una grave objeción respecto a la consistencia de este texto, que me permitirá no tener que introducir ninguna noción metafísica propia. Al principio del escrito defines qué es un hecho en los siguientes términos:


algo que puede describirse con una oración que puede ser verdadera o falsa, y que sucede en un determinado momento.


Ahora bien, una oración consta al menos de sujeto y predicado. Si no hay sujeto real, el vínculo con los predicados será ficticio, no verdadero. Por ejemplo, cuando decimos que la nube se mueve, estamos expresando en breve que determinadas masas de vapor son desplazadas en infinidad de direcciones (según se tome un punto u otro del móvil). No presuponemos -salvo que nos dejáramos engañar por las palabras- que un solo cuerpo adopte un movimiento que se mantiene en el mismo sentido. Describimos, pues, una apariencia en un lenguaje figurado.

Sin embargo, la tesis de tu argumentación la expresas de esta manera:

La causa de un hecho siempre es algún otro hecho.


Y siempre significa "ad infinitum", sin que quepa hallar un comienzo donde haya un agente que genere un hecho de forma no determinista. Entonces, "todo hecho remite a otro hecho, que es su causa" es una afirmación que nos conduce a una de nuevo cuño, en base a la definición que se ha dado de hecho, y sería ésta: "toda oración carece de sujeto real, y remite a otra en las mismas condiciones de asignificatividad que la primera". Pues la propia forma verbal del participio -el hecho sería lo hecho- alude a un sujeto inexplícito que jamás llega a concretarse.

Ergo, si sólo hay hechos, no hay oraciones reales. Y si no hay oraciones reales, no hay hechos más allá de la apariencia fenomenológica, que tu análisis se proponía superar.

Vayamos algo más lejos. Imaginemos que somos capaces de detener el tiempo, de modo que los conceptos "causa" y "efecto" dejan de tener utilidad. Estamos ante un universo completo pero inmóvil. ¿Puedes explicarme qué lo distingue de un universo completo y móvil como el que conocemos? Sus partes respectivas son idénticas, existiendo plena coincidencia entre todos los elementos materiales de uno y otro. Ambos proceden de una sucesión de hechos anteriores, si bien uno de ellos ha dejado de dar lugar a nuevos hechos y ha alcanzado un punto muerto, un estado de reposo absoluto y uniforme.

Si replicaras que planteo una quimera, ya que la materia es necesariamente temporal y móvil, estarías admitiendo que hay algo en ella -distinto a la pura materialidad mensurable por la forma y el tamaño- que la obliga a actuar y a tender a estados futuros. Puedes decir que mi universo inmóvil es imposible, pero no que sea inmaterial, puesto que lo he descrito como un complejo extenso, cohesionado y observable. Te verás, entonces, con dos problemas alternativos:

1) Si tuvieses mi hipótesis del universo inmóvil por imposible, deberías diferenciar entre acción y pasión, con tal de atribuir a la materia cualidades otras que las de la extensión o la resistencia, pasivas ambas. Ello implicaría que, en tanto que se actúa, algo actúa y es sujeto espontáneo, esto es, móvil con independencia relativa de todo lo que lo rodea (lo extenso y resistente).

2) Si la tuvieras por posible, habrás de idear un sistema para separar realmente el universo inmóvil del universo móvil. Lo cual se presenta difícil, desde el instante en que hayas transigido con que el movimiento no es una cualidad real de los cuerpos, sino un artificio del lenguaje.

* * *

Este blog termina aquí, hasta nuevo aviso.

sábado, 29 de diciembre de 2007

A modo de epitafio


El que duda no es ateo
Y quien no duda tampoco.
"Creo todo lo que veo,
Veo todo lo que toco".
De las apariencias reo
Y de las certezas loco.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Tercera cultura




Los ateos pueden comportarse moralmente, mas no está en su mano el justificarlo, en tanto que niegan que el universo pueda tener un sentido, malo o bueno. Explicar por qué en ocasiones somos morales no supone haber esclarecido por qué debemos serlo siempre. Así, pese a tratarse en la práctica de individuos dentro de los límites de la moralidad (hasta alcanzar cotas excelsas, si se quiere), los irreligiosos carecen de su propia moral, esto es, aquella aceptada por los principios racionales que postulan como ciertos. Y ello salvo que den crédito a cualquier suerte de ley innata cuya validez y grado de vinculación se extiendan más allá de las pautas estadísticas, cosa imposible para quienes han forjado su increencia en el nihilismo darwiniano.

No soy de la opinión de Moa, que ve en la ideología atea la causa de la extensión del maquiavelismo político. Pienso que sucede al revés, y es aquélla la que depende del éxito histórico de las revoluciones burguesas, que a fin de instaurarse en el poder emplearon el derecho natural "ad hoc" y en frentes contradictorios, pervirtiéndolo. El sentimiento de la ausencia de justicia engendra la convicción de que la frontera que separa al orden del desorden es sólo subjetiva. Ahora bien, el sujeto no puede ser límite de nada, pues él mismo debe limitarse a su noción -aquella a la que se sujeta. Por tanto, la muerte del individuo es también la muerte de Dios, que al quedar desprovisto de su imagen y semejanza se convierte en sombra proyectada en las cosas, espectro o espejismo.

martes, 25 de diciembre de 2007

jueves, 20 de diciembre de 2007

Nadie escapa a su destino


No me gusta dar malas noticias a los pocos que todavía me leen, pero este blog cumplirá un año la semana que viene, y yo tengo cada vez menos ideas y más responsabilidades. Creo que me explico.

Tiempos modernos


Comento por encima:

El misterio ha quedado finalmente resuelto. El culpable es Voltaire o, mejor dicho, Bacon incluso. El Mal es la Ilustración, el proyecto de autonomía del hombre. Autos-nomos, el darse el hombre por sí mismo sus propias leyes, en vez de recibirlas de Dios, o de sus subrogados y ministros (la «Naturaleza» y la Iglesia jerárquica), ahí reside la Culpa inexpiable. El Enemigo (en el sentido preciso de las Escrituras) es la razón que prescinde de Dios, la razón que trabaja iuxta propria principia, la razón que razona, en definitiva.


Los propios principios de la razón no pueden ser aquellos dados por el hombre a sí mismo, como se afirma al comienzo del párrafo. Por tres motivos: 1) el hombre es a menudo irracional; 2) no existe hoy un movimiento universal llamado humanismo desde el que se pueda apelar a una razón común (aunque existió y fue cristiano); y 3) la razón carente de fundamento último puede defenderlo casi todo.


A eso se llega, inevitablemente -Ratzinger dixit- si el hombre, en sus relaciones con la naturaleza y con los demás hombres (ciencia y política), se comporta como si Dios no existiera, es decir, si toma en serio la propuesta de Grocio que salvó a Europa de la autodestrucción de las guerras civiles de religión: Etsi Deus non daretur. Precepto, por lo tanto, que es -históricamente hablando- la única auténtica e indiscutible raíz de Europa.


Ojalá Marina y amarinados leyeran a sus fetiches y se cohonestaran con ellos en lugar de conferirles extravagantes títulos honoríficos. Resulta destacable que el mismo autor que elogia a Grocio y lo nombra padre de la patria europea empiece su artículo escribiendo "ley natural" entre comillas ¡nada menos que un par de veces! Barrunto que los ateos positivistas han de estar muy perdidos cuando hallan a sus precursores entre los creyentes iusnaturalistas del siglo de Leibniz, a fuerza de travestirlos.


La propia Iglesia parecía -no sin razón- avergonzarse de su pasado «constantiniano» y de sus anatemas contra la ciencia, el liberalismo, la democracia.


La Iglesia contemporánea se nos aparece llena de miserias. Pero si le queda algún título de gloria cosechado recientemente es el de haber condenado antes que nadie a estos tres monstruos: el cientificismo, la democracia parlamentaria y cualquier clase de populismo coyuntural. No hay desgracia en los últimos cien años que no debamos a alguno de ellos o a su acción combinada.



Una mujer que escoge el drama del aborto es tan culpable como el soldado de las SS que arroja a un niño judío al horno crematorio.


No: la mujer es peor. El soldado tal vez obedece órdenes y se expone a un consejo de guerra si las desacata. Ahora bien, nazi y todo, es probable que se insubordinara y asumiera el riesgo en caso de que lo obligasen a matar a su propio hijo. Gajes de la "ley natural", a la que -visto lo visto- las mujeres deben de estar menos sujetas de lo que lo están los propios bárbaros, siempre que encuentren un drama como excusa.



La modernidad aspira a cimentar la existencia del hombre en el binomio razón + libertad


Esto no es más que falsa consciencia. No hay ningún siglo que se haya visto a sí mismo como irracional y esclavo. Casi todos se creen por encima de los precedentes, y tanto más convencidos están de su omnipotencia cuanto mayor es su ignorancia del pasado.

En cuanto a la libertad, ésta se ha predicado siempre de los iguales de casta o de clase, de los compañeros de secta o de aquellos que comparten nuestra moral (Filón escribió que "todo hombre bueno es libre"). No pertenece, pues, a la Ilustración; ni la Ilustración al conciliábulo de los ateos.




domingo, 16 de diciembre de 2007

Petit pont


A-Paris-Sur-Petit-Pont.mp3

¿Somos libres? (III)




1) Si no hay autocausa, tan válido es decir "mi cuerpo o yo hacemos esto" como "el universo hace esto en el lugar que llamo yo". Por negarnos una subjetividad relativamente independiente del flujo físico nos vemos obligados a transferírsela al todo, cuyos límites y características básicas ni siquiera conocemos. Es el sistema panteísta de Spinoza.

2) La predeterminación de un acontecimiento no le resta espontaneidad. Tan -o tan poco- libres somos si alguien puede conocer "a priori" lo que haremos, como si el contenido de nuestra acción es una caja negra que sólo podemos abrir nosotros. De cualquier manera, como mínimo una persona conocerá lo que voy a hacer y las razones claras o confusas por las que lo hago: yo mismo. Es por ello que libertad y predeterminación se coimplican en vez de excluirse.

3) Si la mutabilidad de la materia "no viene más que de sí misma", ¿puede explicárseme dónde está el sí mismo de la materia? ¿A la derecha, a la izquierda o por todas partes? Si está en todas partes, como yo creo, no hay parte de la materia que no mute, lo cual es como decir que no hay parte de la materia que no tenga partes (pues lo simple es incapaz de cambiar).

Luego, la materia sería infinitamente divisible. Las sucesiones infinitas en acto no tienen comienzo temporal, en tanto que todo comienzo es un límite. Pero para que algo sea ha de empezar a ser o ser siempre. Ahora bien, si algo es siempre, no muta, ya que de lo contrario no hay razón para afirmar que se trata de la misma cosa durante todo el tiempo. Sólo queda reconocer que la materia es una sucesión infinita en acto con comienzo temporal y, por ende, no material, radicado en las mónadas o conatos inextensos de fuerza y percepción.

4) No es preciso descender hasta el umbral cuántico. Un análisis somero del movimiento humano nos lleva a dictaminar que la hipótesis materialista es falsa o sumamente implausible.

Así, el movimiento generado por un músculo del brazo ha sido transmitido por los nervios, que lo recibieron de la red neuronal. Se observa una complejidad creciente a medida que nos aproximamos al, por así llamarlo, primer motor del cuerpo. Por tanto, o el movimiento del brazo se ha originado en la red neuronal, o se debe a una causa exterior al cuerpo que pueda explicarlo mejor, esto es, más compleja. Pero esa causa no existe ni debe presuponerse (por la navaja de Ockham), ergo el libre albedrío es postulable racionalmente.

viernes, 14 de diciembre de 2007

La belleza




En general todas las mujeres la usan astutamente como arma, sirviendo al poder que no ostentan. Los hombres, en cambio, como reclamo, captando a los cuerpos que no poseen. Toda relación de atracción es una relación de dependencia. Quien no somete es sometido. Y ¿sabías? La belleza de este mundo no quiere adoradores, sino réditos.

jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Somos libres? (II)




Al menos hasta donde sé las soluciones de un sistema físico no están acotadas en el tiempo y sin embargo una solución es necesaria para ciertas condiciones iniciales impuestas.


Si lo que quieres decir es que, dadas unas leyes físicas en determinadas condiciones espaciotemporales, aquéllas se cumplen necesariamente, estoy en desacuerdo. Dado que las leyes no son necesarias (pues para serlo requerirían ellas mismas de causas necesitantes), todavía menos lo será lo regulado por ellas.

Sostener que el cumplimiento de las leyes es necesario, si bien ni las leyes ni lo regulado por ellas lo son, es falaz también. Esta forma de razonar se ha venido conociendo con el nombre de sofisma perezoso, y no es más que el suponer que porque algo ha ocurrido tenía que ocurrir. ¿Cuál es el error? La falsa inferencia o "petitio principii" de que de la determinación se sigue la necesitación, como si la previsibilidad de algo restara espontaneidad al devenir.


¿Podrías también explicar porque (en un sistema físico) ser causado no equivale a ser necesario? no se me ocurre nada que teniendo causa no sea necesario como consecuencia.


Ya lo he dicho. Lo necesario es lo que tiene validez con independencia de las circunstancias. Si eliminas la separación entre lo necesario, lo contingente y lo posible, todo lo que existe y hasta todo lo que puede concebirse se convertirá en necesario. Habrás de reconocer, entonces, aunque no sabrás probarlo, que todo lo inexistente es imposible.

Necesario es aquello cuya inexistencia entraña contradicción lógica.

Contingente es aquello que existe o existirá según una razón, pero sin que su inexistencia vulnere las leyes del pensamiento.

Posible es, por último, lo que no repugna a la razón pero carece de razón para existir.

En estas coordenadas, lo que llamo espontáneo es lo contingente cuya razón de ser es él mismo (las almas o mónadas). Hasta que no se demuestre que lo espontáneo es imposible, no podrá afirmarse que de la existencia de cualquier mundo se sigue que no haya en él albedrío.

A mayor abundamiento explico los dos principios citados:

Principio de razón suficiente: Dado que algo es y nada se opone a su existencia, tiene que seguir existiendo en el tiempo. Así, basta con que algo sea para que persevere, ya que su ser es la razón de su infinito perseverar.

Principio de razón necesaria: Dado que algo es pensable, tiene que alcanzar la existencia. O bien, dado que algo es pensado, existe.

La razón suficiente, al retrotraerse a una infinidad de casos pasados, nunca nos dice por qué algo es antes que nada, sino por qué algo es de una manera antes que de otra.

La razón necesaria -con mayores matices de los que he mostrado aquí- es el argumento ontológico.

De la mezcla espuria de ambas surge el sofisma perezoso.


Supongo que el problema que planteas es de tipo filosófico (científicamente no entiendo la pega, vamos, que no le veo problema).


Redefiniendo los términos nunca hay problema. Los positivistas apelaban a la disolución de determinadas incógnitas que, según ellos, no debían ser resueltas, por absurdas. Es por este motivo que me gustaría que se me señalara dónde he sido absurdo o superfluo y, por tanto, anticientífico.

* * *

Enlace externo.

martes, 11 de diciembre de 2007

La razón cosmopolita


El sectarismo no sólo es una muestra de decadencia, sino que resulta connatural a las organizaciones humanas. Lo destacable no es tanto que haya en el empecinamiento una deslealtad voluntaria hacia el interés de la totalidad como el que ésta se deba a la degradación misma del concepto de lo verdadero, y que ello sea consecuencia precisamente de cada tipo de socialización.

El criterio de verdad es innato y se resume en el principio de no contradicción. Principio imposible de ilustrar, salvo con ejemplos del tipo:

Si A = B
y B = C,
entonces A = C.

Los cuales presuponemos que todo el mundo entiende tras una breve reflexión. No nos preguntamos de qué modo podemos entenderlos, y si lo hiciéramos no hallaríamos respuesta, pues realmente no los entendemos en su circularidad proposicional. Examínese:

1) Verdad es no contradicción.

2) "No contradicción" se define por una relación de antonimia con "contradicción", que a su vez se opone a "dicción".

3) Pero decir verdad es algo más que "decir".

4) La verdad es la identidad unívoca de los sujetos consigo mismos, así como cualquier hecho o predicado comprendido en esta relación.

5) En consecuencia, no hay verdad fuera de la identidad unívoca de aquel de quien lo verdadero se predica.

6)
Ahora bien, de nuevo, ser idéntico es no ser diferente. Y toda diferencia presume unidades de identidad a un nivel superior respecto a lo diferenciado, ya que todo lo que se autorrefiere es siempre idéntico.

7)
Esto es, si todo fuera diferente, no habría "todo", luego no todo sería diferente. Y si no todo es diferente, hay identidad hasta cierto punto.

La identidad y la verdad se imponen a nuestro conocimiento sin ninguna violencia, como precondición de cualquier aprendizaje. Sin embargo, toda sociedad, en tanto que parcial, se sostiene sobre el fundamento de la diferenciación forzosa (entre individuos, grupos, sociedades distintas, etc.). La multiplicidad de particularidades locales, pese a oscurecer nuestra visión de lo abstracto y necesario, no es capaz de paliar lo universal verdadero que le sirve como base.

domingo, 9 de diciembre de 2007

¿Somos libres? (I)


Sólo hay una necesidad auténticamente fatal e insoslayable: la necesidad lógica, cuyos efectos en la regulación del mundo son sin embargo de tipo privativo. Es decir, evita que una serie de hechos sucedan de forma simultánea, pero no es causa positiva de ningún acontecimiento. Por ella no resulta posible que yo esté vivo y muerto, o que sea y no sea un hombre, aunque ella no me diga por qué soy yo -y la suma de lo que conduce a mí- en lugar de la nada.

Veámoslo en tres puntos:

1) Toda existencia es por definición contingente, a no ser que se pretenda la validez del argumento ontológico y se desee, además, extrapolarlo a los entes finitos. La contingencia que se acaba de establecer con respecto al todo vale también de un modo distributivo para las partes que lo integran.

2)
La necesidad lógica, pues, operará desde estas coordenadas deterministas: dado que el presente universo existe, no puede seguirse de él nada distinto a su noción y, por tanto, nada que no derive de ella ocurrirá naturalmente. Así, si la noción del universo prevé que haya causas espontáneas (esto es, relativamente autodeterminadas en vistas a ciertos fines), las habrá; y si no, no las habrá.

3)
Ahora bien, de la simple constatación de que cualquier universo determinado existe no se infiere apriorísticamente la existencia o inexistencia eventual de causas espontáneas, en tanto que éstas respeten la lógica a un nivel interno o de posibilidad (no ser contradictorias consigo mismas) y externo o de composibilidad (no serlo frente al universo en el que se encuadran).

Se pide, entonces, al negador del libre albedrío dos clases de prueba para verificar su tesis:

a) Una prueba negativa según la cual quede evidenciado que las causas espontáneas no existen.

b) Una prueba positiva por la que se aprecie que dichas causas no pueden existir o, al menos, no en este universo.

Sin estas pruebas, la tesis defendida y la contraria permanecen como hipótesis equiprobables.


sábado, 8 de diciembre de 2007

Nobleza obliga


Personalmente, pese a que para abreviar me defino como agnóstico, me sucede una cosa curiosa: No puedo evitar, cuando leo o escucho cualquiera de las argumentaciones que en el pasado me llevaron a perder gradualmente la fe religiosa, que me parezcan petulantes e inmaduras. No tengo claro que Dios exista, pero no veo por qué no puede dudarse también de lo contrario, aunque sea poco fashion, como dicen ahora los niños. Hay dos temas de reflexión que me llevan a pensar con frecuencia que, después de todo, Dios podría existir. (Sáltese el primero -en verde- quien no sea amigo de disquisiciones metafísicas.)

El primero es sencillo de formular, y es el mero hecho de que estamos aquí. Existimos, cuando podríamos perfectamente no existir. Es más, podría no haber existido nada en absoluto. ¿Por qué hay algo en lugar de nada?

El positivista negará significado a la pregunta, partiendo de una definición de significado que en el mejor de los casos podría ser útil para la praxis científica, pero que es muy dudoso que sea válida para todos los registros del lenguaje. Planteémosla de otra manera. ¿Existe alguna contradicción en la proposición “Nada existe”? Si alguien replicara, como hizo Parménides de Elea hace 2.500 años, que la misma existencia de la proposición contradice su sentido, no hay problema: Eliminemos también la proposición. Nada existe, ni siquiera la proposición que lo afirma. ¿Hay contradicción en lo que queda, es decir, en la nada? Es evidente que no, por mucho que la gramática no ayude demasiado a expresarlo.

Ignoro deliberadamente especulaciones que he llegado a leer, inspiradas en la física cuántica, y que en el fondo se reducen a introducir subrepticiamente “algo” en la nada (el vacío cuántico, las leyes cuánticas, etc) a fin de sostener un falaz surgimiento probabilístico del ser a partir de esa "nada” trucada. Por muchas prestidigitaciones verbales que ensayemos, es por completo inexplicable que algo exista, pudiendo no hacerlo; es una vieja ilusión de los filósofos suponer que el Ser ha de existir necesariamente. No hay tal necesidad. Aunque el hecho de que existamos no prueba nada, es lo más asombroso que se ofrece a la contemplación de la mente humana. Más asombroso incluso que suponer que la razón de nuestra existencia respondiera al designio de un Ser infinito. No veo por qué a ese misterio no le podemos llamar Dios, aun admitiendo la audacia de semejante salto conceptual.

(...)

Archipiélago duda.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Volvamos al laberinto




Dejo momentáneamente de lado el aburrido y abstruso, aunque necesario debate sobre la vida y la dignidad humanas, que he estado sosteniendo estos días a varias bandas más por imperativo ético que por devoción.

Vuelvo a sumergirme en Leibniz.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Ser y quimera


Es sujeto aquel que reúne el máximo de facultades inmediatas sobre un organismo, que por esta razón se predica como suyo. Si tras una intervención quirúrgica tu brazo responde sólo a las órdenes de mi cerebro, deja de ser tuyo, aunque tú sigas existiendo y ejerciendo tu conato en un ámbito de realidad disminuido. Es lo que sucede en el supuesto tantas veces citado de absorción entre gemelos univitelinos, pese a que aquí no se pierda el brazo, sino la totalidad de los órganos, como ocurre al morir.



martes, 4 de diciembre de 2007

Factor tiempo


Con el tiempo puede ganarse la personalidad o consciencia clara, que conlleva la realización de la capacidad para ser efectivamente libre y responsable, a través de actos libres. Pero la dignidad -que es la capacidad para ser bueno o útil en términos sociales y morales- es inherente al ser humano.

Se es libre porque se es racional, y se es racional porque se es hombre, ya que por definición no hay hombres irracionales -y sí hombres inconscientes. Con todo, se es raciocinante porque se tiene consciencia.

Me gustaría precisar que en el párrafo que inicia este escrito hablo de dos capacidades distintas. La primera es inmediata y en otra parte la llamé posibilidad física (poder llegar a ser -mejor: perseverar en lo que se era- desde un estado de hecho dado). Es decir, el hombre es libre aunque, si se lo somete a coacción, no actúe libremente. Lo sigue siendo, digo, dado que su libertad no depende de factores externos u orgánicos, derivando ésta en cambio de su condición de ser racional. Ser racional es poder actuar racionalmente, se haga o no.

La segunda capacidad es mediata (nace de la interacción del ser libre con el mundo) y requiere siempre de un tiempo para su confirmación empírica, que es contingente en cualquier caso. El hombre no es digno de nada hasta que no hace algo digno (digno del reconocimiento de sus congéneres), aunque la especie humana por cómoda convención (y tal vez por convicción) presuponga lo contrario y convierta el "hasta" particular en un horizonte indefinido.

La realidad es, sin embargo, ésta: nadie merece nacer, ergo nadie merece vivir. Ahora bien, puesto que nacemos y decidimos que somos dignos de vivir (sin hacer nada que lo amerite), entonces también y en todo momento tenemos que serlo de nacer. Resulta antojadizo y poco honesto, pues, el fijar un límite para el mencionado factor tiempo, si bien los abortistas piensan y obran así.

Andreas Rauch














Kyrie-eleison-Gloria.mp3


Cantate-Domino.mp3


Buccinate-in-neomenia-tuba.mp3

domingo, 2 de diciembre de 2007

Desheredadas


Las mujeres han sido completamente insignificantes como sujetos creadores en la historia de la cultura. Ni la filosofía ni la teología ni la legislación ni la música iban a perder apenas nada si redujéramos sus producciones a las del sexo masculino. Hasta aquí el molesto hecho. Lo que suele seguirle en estos casos es su inane digestión ideológica.

Apelar a los sempiternos condicionantes sociales resulta ridículo, pues el genio sabe y suele pasar por encima de ellos, hallándose su figura tanto en los aristocráticos aposentos como en las chozas de las clases humildes. Pero no es preciso que retrocedamos a la noche de los tiempos: ved el número de Nóbeles concedidos a mujeres en relación al total; contemplad el número de artistas mujeres o el de científicas de primera línea en el pasado siglo. Habla por sí solo.

La observación, si es válida y representativa para lo pequeño, esto es, para el reducido número de personajes sobresalientes, habrá de funcionar también en lo grande, en el común de la humanidad. Obtendríamos así que la mitad de nuestra especie sobreabunda en mediocres congénitas cuyas habilidades para comprender lo que las rodea se encuentran disminuidas. No sé si existe una explicación evolutiva para una conclusión tal, lo cual no obsta para que su evidencia brille, por poco que se la medite.

Con esto, en fin, no quiero dar a entender que las mujeres carezcan de luces, aunque sí sostengo que andan faltas de amplitud y profundidad de espíritu. Tienen el vulgarísimo vicio de personalizarlo todo y alternan de la peor manera la credulidad con la cerrazón. Si bien rápidas de pensamiento (como rápido es el movimiento de una estructura ligera), se ahogan en un vaso de agua; son incapaces de separar lo axiomático de lo accesorio y, al someterse al esfuerzo intelectual sobre materias abstractas, recaen en devastadoras neurosis.

Siendo proclives al apasionamiento y naturalmente ignorantes de sus limitaciones tienen, pues, que ser sujetadas. Que la mujer, desde la igualdad jurídica, obedezca los mandatos razonables del hombre -por regla: de cualquier hombre- no debe contemplarse como una premisa de dominación coactiva o enajenante, sino como una consideración práctica en atención a la máxima eficiencia del grupo.

Indignas falacias


¿La consciencia confiere dignidad? En el caso de un homicida, cuanto más consciente más culpable. Es justo al revés, Jesús. Lo que repugna de la especie humana, su verdadera miseria, es que sepa aunar lucidez intelectual y crueldad. Por este motivo consideramos a los niños -menos conscientes que los adultos- como paradigma de la inocencia. "A fortiori" lo mismo habría de valer para los embriones, cuya dignidad reside en la potencialidad lógica de llegar a ser dignos (esto es, buenos), que a su vez se asienta en la posibilidad actual de ser hombres maduros.



Claro que la conciencia confiere dignidad: es porque el culpable es un ser con dignidad como ser humano por lo que tiene sentido decir de él que es culpable; un asno que hubiera hecho lo mismo no sería "culpable".

Ser digno de algo tiene una doble significación, a saber: 1) ser capaz de asumir una responsabilidad al respecto, y 2) ser merecedor de un determinado trato. El criminal lo es en ambos sentidos, pues precisamente porque puede ser imputado como responsable, es digno de recibir azotes. Como se aprecia aquí, la dignidad no implica siempre una ventaja. Sí, en cambio, en el supuesto del embrión, que es digno de ser protegido (en tanto que humano) aunque resulte indigno para cualquier tarea (en tanto que inconsciente). Lo mismo cabría decir del que delinque en estado de sonambulismo hasta que recupera el uso de razón.


yo quiero que me demuestres precisamente esa conclusión, la de que en el caso de los seres humanos el tiempo es un factor accidental, mientras que en el jarrón es sustancial.

Te lo demuestro haciendo referencia a la igualdad jurídica que en determinados aspectos básicos (derecho a la vida, etc.) mi hija, tú y yo compartimos, aunque tú seas mayor que yo y yo mayor que mi hija. Puedes replicarme que la ley también es una petición de principio, lo cual me resulta por ahora indiferente, mientras la aceptes.


Y, de paso, el embrión no tiene "posibilidad lógica" de convertirse en un adulto, sino capacidad "física" (o biológica). Por "posibilidad lógica", también la tiene un cristal de cuarzo (todo lo que es concebible de forma lógicamente consistente es una posibilidad lógica).

Justo eso es lo que he escrito. Pero he subrayado, además, que la dignidad, entendida como la capacidad de llegar a ser bueno, es una noción potencial de tipo lógico o débil, la cual, por no depender de la constitución física o de razones suficientes claras, no siempre se materializa (ni siquiera la mayoría de veces), y no por ello es sin embargo merecedora de tu desprecio.


La dignidad es un concepto que no designa una propiedad que esté realmente EN el objeto, sino sólo una manera como NOSOTROS consideramos que "debemos" tratar a ese objeto. Dicho de otra manera: es una convención.

Terrible que pienses así. Relativismo puro y duro. No es eso lo que predican los derechos humanos, que insisten en conceder al reo un trato humano (como si fuera humano) no por seguir convenciones absurdas, al menos tan válidas como las convenciones opuestas, sino en consideración a la posibilidad de recuperarlo para el cuerpo social.

* * *

El resto de la discusión, en el enlace.

Percepción




Mais les unités, quoyqu'elles soyent indivisibles et sans parties, ne laissent de representer les multitudes, a peu pres comme toutes les lignes de la circomference se reunissent dans le centre.

Leibniz.