Dios no puede definirse, y ha de ser rechazado todo antropomorfismo que pretenda asimilarlo a nuestra naturaleza o a cualquier otra naturaleza. Pero que Dios no sea un hombre no implica que no pueda hacerse hombre, encarnándose sin abandonar su condición divina, ni que el hombre no esté hecho a imagen de Dios, en tanto que Dios es espíritu y el hombre posee un espíritu.
Observa que afirmar que Dios es espíritu no es definirlo positivamente según el mundo, sino negativamente según la razón: se niega que sea sea múltiple (porque en este caso ninguna de sus partes sería perfecta), o que sea extenso o cuerpo (ya que no puede ser dividido ni movido), o que sea sustancia (dado que conviene a la sustancia recibir los modos, y Dios no puede recibir nada ni ser delimitado por lo que recibe), de donde se concluye que Dios es uno, simple e indeterminado, es decir, que es espíritu suprasustancial.
Siguiendo por la vía de la privación, que es contraria a la vía de la emulación, se concibe a Dios como el Ser perfecto, sin restricciones. Por tanto, se niega que sea mutable (ya que es en acto y no está sujeto al devenir ni depende de otro), o que sea contingente (ya que lo contingente depende de Él), o que sea comprensible (porque el ser, al no tener nada fuera de sí, no está comprendido en un género, dado que el género presupone otros géneros fuera de sí), o que sea impotente (porque, al depender todo de Él, todo lo puede).
Luego, referirse a Dios como ESPÍRITU PERFECTO SUPRASUSTANCIAL, pues tales son los términos con que lo designa Régis, es valerse de una definición negativa alcanzada tras examinar todo aquello que es imposible que Dios sea.
Sin embargo, el dios de Spinoza:
- Es extenso y, por ello, dependiente de aquello que puede moverlo y dividirlo.
- Es sustancial y, por ello, delimitado por la infinidad de atributos y modos que alberga.
- Es extenso y, por ello, dependiente de aquello que puede moverlo y dividirlo.
- Es sustancial y, por ello, delimitado por la infinidad de atributos y modos que alberga.
- Es mutable y, por ello, partícipe de la contingencia.
Spinoza distingue entre la naturaleza naturante y la naturaleza naturada, es decir, Dios como causa única, incomprensible y libre y como efecto múltiple, comprensible y necesario, sin que haya entre ambas naturalezas solución de continuidad, como en cambio sucede con el acto de la Creación en el cristianismo.
Spinoza distingue entre la naturaleza naturante y la naturaleza naturada, es decir, Dios como causa única, incomprensible y libre y como efecto múltiple, comprensible y necesario, sin que haya entre ambas naturalezas solución de continuidad, como en cambio sucede con el acto de la Creación en el cristianismo.
La confusión en la Ética de dos esferas opuestas bajo un mismo término -Dios- conlleva una metafísica paradójica donde el Ser Supremo:
- Es único, al no concebirse nada fuera de sí, y múltiple, al abarcar todo lo que existe.
- Es incomprensible, al partir de la infinitud, y comprensible, al desembocar en la finitud.
- Es omnipotente, al producirlo todo de sí mismo, e impotente, al carecer de voluntad y estar sujeto al hado.
- Es incomprensible, al partir de la infinitud, y comprensible, al desembocar en la finitud.
- Es omnipotente, al producirlo todo de sí mismo, e impotente, al carecer de voluntad y estar sujeto al hado.
El dios spinoziano, ajeno a la perfección del verdadero Dios y huérfano de sus atributos, es, pues, la hipóstasis de una antítesis.
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