Examinemos, so pretexto de comentario, esta curiosa cita de Einstein:
"Cuanto más imbuido esté un hombre en la ordenada regularidad de los eventos, más firme será su convicción de que no hay lugar —del lado de esta ordenada regularidad— para una causa de naturaleza distinta".
¿Distinta a qué? A la causa material, se entiende. Y ¿qué es la materia? ¿La materia prima de Aristóteles o aquella a la que el filósofo dotaba de entelequia? ¿Excluye, pues, a Dios dicha entidad o más bien lo presupone en la noción misma de fuerza? Sigue Einstein:
"Para ese hombre, ni las reglas humanas ni las 'reglas divinas' existirán como causas independientes de los eventos naturales".
Extraña manera de razonar en alguien que se opuso a los sinsentidos de la mecánica cuántica alegando que Dios (el orden que se presupone en todos los eventos) no juega a los dados. Un poco más allá añade:
"Una doctrina que se mantiene no en la luz clara sino en la oscuridad, que ya ha causado un daño incalculable al progreso humano, necesariamente perderá su efecto en la humanidad".
¿Es oscuro decir que hay cosas que no comprendemos y que tal vez jamás comprenderemos? En caso afirmativo, no es más oscura la religión que la ciencia. Pero por otro lado dice:
"Creo en el Dios de Spinoza, que es idéntico al orden matemático del Universo. (...) [En un] Dios que se revela en la armonía de todo lo que existe, no en un Dios que se interesa en el destino y las acciones del hombre".
Esto es, Einstein se declara deísta.
En fin, estoy esencialmente en sintonía con el tono general de lo que Einstein escribe, despreciando las inconsistencias que he destacado, y me extraña que pueda llamarse ateo a alguien así, que afirmó creer en "el Dios de Spinoza" y cuyo discurso es muy disonante de este otro de nuestro conteporáneo Dawkins:
"The universe we observe has precisely the properties we should expect if there is, at bottom, no design, no purpose, no evil and no good, nothing but pitiless indifference".
Que en romano paladín viene a ser:
"El universo que observamos tiene justamente las propiedades que deberíamos esperar de él si no poseyera, en el fondo, diseño, propósito, mal o bien alguno, nada salvo una despiadada indiferencia".
¿En qué quedamos, pues? ¿Es ordenado y elegante o un caótico desbarajuste? ¿Pueden dos "ateos" defender cosas tan dispares?
Einstein dijo algo así como que el orden del universo y el rechazo del azar (Dios no juega a los dados) le infundían un sentimiento místico de tutela superior en cada acontecimiento. Yo añado, además, y reservo la demostración para luego, que en lo natural tenemos la prueba de que la naturaleza no se agota en sí misma, como en cambio querría la cerrazón naturalista. No hace falta recurrir a milagros -en los que creo, pero no puedo obligar a nadie a creer- ni a narraciones fantásticas a fin de persuadirse de cosa semejante.
Entonces, para volver a la brecha, ¿podemos llamar a Einstein ateo o no? Quizá no sea más que una cuestión de convenciones, una estéril polémica de palabras. Lo cierto es que tanto ateos como creyentes lo han usado a su favor, a modo de autoridad, para probar las bondades de sus respectivas doctrinas.
Pues bien, yo estimo que no es ateo el que admite, aunque sin saber muy bien por qué, que el universo debe ser como es y no de otra forma; lo que -dicho sea de paso- nos lleva a aceptar de forma implícita la tesis teísta del mejor de los mundos. Una cosmovisión así conduce al reconocimiento de un principio superior, aunque de entrada no le demos ningún atributo divino. Ya que, si el origen de la regularidad está de forma inmanente en la materia, como cualidad intrínseca, de modo que no quepa alterarla por ninguna vía, entonces ¿qué es la irregularidad? Y si el flujo del devenir fija la regla, y no hay más que devenir, ¿qué se opone a la regla?
Parece claro, visto esto, que la regularidad, por muy reflejada que se aprecie en la naturaleza, no es natural. Que quien la esgrime está pensando en su opuesto, la irregularidad, como algo posible en el mundo (lo imposible ni siquiera puede pensarse) pero excluido por una suerte de principio rector, llámesele lógica, pitagorismo o como se quiera.
En este sentido Einstein no fue ateo, y tampoco lo fue Spinoza. Da igual si se opusieron a la Creación (Spinoza se mostró vacilante a este respecto), a la revelación o a otros detalles cosmológicos o psicológicos. En tanto que acentuaron el "debe ser" racional frente al nihilismo, estaban admitiendo la Providencia en una de sus especies más fundamentales: la conservación de todo lo que existe.
De ahí mi interés en contraponer a Einstein, muy próximo, como Voltaire, a las tesis cristianas o monoteístas en general, con el discurso abiertamente maniqueo de Dawkins. Éste, como el burdo creacionista, sigue el falso principio antrópico de lo bueno y lo malo en base a lo útil o a lo inútil para el hombre, o para cierta clase de hombre aquí y ahora. Los que así razonan nunca serán capaces, sin embargo, de dar una definición científica de "mal".
Podría oficiar de abogado del diablo y defender que Spinoza fue nihilista en cierto sentido. No tanto como pretende Negri, que le sitúa en unas coordenadas incorrectas e impropias de alguien que profesaba el estoicismo y condenaba los excesos libertinos, pero sí algo. Por ejemplo, sostener que todo lo que vemos son variaciones o modos de una misma substancia infinita supone destruir la libertad y aceptar el fatalismo gnóstico; y decir que lo extenso y lo cogitante son sólo dos atributos de los innumerables que hay en todo, equivale a subordinar el pensamiento o la razón al conjunto imaginario de lo existente, en lugar de ser al revés, que es lo que mejor correspondería a un racionalista.
De acuerdo: eso es nihilismo hasta cierto punto. Pero, ¿es ateísmo strictu sensu?. Spinoza nunca escribió que el mundo fuese bueno o malo, sino indiferente. Justo eso escribe Dawkins (usa el mismo término), pero se diría que más forzado por la obligación de coherencia que porque lo crea en realidad. ¿Por qué aventuro esto? Porque Spinoza afirmaba que el mundo y su devenir no son ni buenos ni malos para el hombre -recuérdese la Teodicea leibniziana y el principio de lo mejor, que escapa a nuestros intereses conscientes-, pero Dawkins parece insinuar que no son buenos ni malos en absoluto. Repito la cita, por si cabe alguna duda:
"El universo que observamos tiene justamente las propiedades que deberíamos esperar de él si no poseyera, en el fondo, diseño, propósito, mal o bien alguno, nada salvo una despiadada indiferencia".
¿Puede llamarse bueno o razonable algo que carece de diseño o propósito, algo tan azaroso como lo es, según una perspectiva humana, el fondo de mi bolsillo? Y es que los modernos tienen una gran dificultad para conciliar la Providencia u optimismo metafísico con la entropía, que es la justificación física del pesimismo cósmico (aunque el dilema "optimismo-pesimismo" sea en gran parte absurdo, como ya se han encargado de señalar algunos).
Para Einstein y para Spinoza, en definitiva, el mundo es bueno porque es elegante. Apostillo que aunque no lo fuera sería bueno, pero no el mejor.
Con todo este análisis he querido limitarme a mostrar que el sedicente ateísmo no es una sola voz cantante, sino una suma incoherente de discrepancias que, una vez separado el trigo de la paja, queda en nada como virtualidad negadora. Es más, arroja un saldo positivo para los sistemas teístas, al no ser una contradicción total y poderse descubrir en él verdades útiles que compartimos.
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