Ser hombre es también una forma de impotencia. Mas si la humanidad se definiese sólo por lo negativo, no sería nada. Por tanto, son necesarios fines para de-finirla. Ahora bien, el placer carece de ellos, pues, al acompañar a toda acción voluntaria, no puede ser un fin al que éstas se dirijan, salvo que reduzcamos la experiencia objetiva (el salir del peligro) a la emotividad. Ergo el placer, en cualquiera de sus formas impotentes e infecundas, no es ajeno al hombre, pero tampoco lo define. Contribuye en cambio a desdibujarlo en un difuso horizonte de dichas y desgracias.
"Los esclavos felices"
Hace 1 hora
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