Tras examinar si la creación ex nihilo es posible y determinar que lo es, Egidio Romano escribe:
De ello resulta evidente que el tiempo no se asemeja a una línea circular, puesto que en ella el punto siempre es fin del precedente e inicio del siguiente. Mas el instante en el tiempo no es siempre fin del precedente. Y, por tanto, el tiempo se asemeja más a una línea recta, pues si dices que se asemeja a una circular, debe contestarse que en verdad una línea circular está haciéndose y no es hecha; y, en tanto está haciéndose, cualquiera de sus puntos es iniciante y terminante.
Es decir, si el mundo no tiene ni un principio ni un fin y avanza circularmente, ninguno de sus instantes es un comienzo puro, sino el comienzo de un estado de cosas y el fin del anterior. De lo que concluye que un mundo así, donde no se da el primer instante de la creación, nunca tiene un estado de cosas hecho sin ser asimismo destrucción del que lo precede, por lo que en cualquier instante se da simultáneamente la creación y la destrucción del todo, como expuse en el Argumento de la Destrucción Universal. Un mundo que a cada instante que se hace también se deshace no es un mundo hecho, y por ello Egidio Romano se refiere a él como un mundo haciéndose, a saber, como una potencia que nunca está totalmente en acto y que se corrompe a perpetuidad.
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