Tales eran los jefes de la nueva Reforma, hombres de talento, a la verdad, y que no carecían de literatura, pero atrevidos, temerarios en sus decisiones, que se complacían en opiniones extraordinarias y singulares, y por esto creían elevarse, no solamente sobre los hombres de su siglo, sino también sobre la más santa antigüedad. El suizo Ecolampadio, que era otro defensor del sentido figurado, era más moderado, y al mismo tiempo más sabio; y si Zwinglio con su vehemencia parecía que era de algún modo otro Lutero, Ecolampadio se parecía más a Melancton, de quien era muy amigo. En una carta que escribió a Erasmo en su juventud, con mucho talento y mucha finura, se ven señales de una piedad tan afectuosa como ilustrada: puesto a los pies de un Crucifijo, ante el cual acostumbraba hacer oración, escribió a Erasmo cosas tan tiernas sobre las dulzuras inefables de Jesucristo, renovadas vivamente en su memoria a la vista de esta piadosa imagen, que no puede uno menos de sorprenderse. Comenzaba entonces la Reforma que venía a turbar todas esas devociones, y a tratarlas de idolatría; porque el joven Ecolampadio escribió esta carta al año 1517. En los primeros años de aquellas turbulencias, y como lo observa Erasmo, en una edad ya bastante madura para no alegar ninguna sorpresa, se hizo religioso con mucho ánimo y reflexión. También se conoce por las cartas de Erasmo que era muy aficionado al género de vida que había elegido, que se entregaba a la contemplación tranquilamente, y que estaba muy apartado de las novedades que corrían. Con todo, ¡oh flaqueza humana, y peligroso contagio de la novedad! salió de su monasterio, predicó la nueva Reforma en Basilea, donde fue pastor; y cansado del celibato como los demás reformadores, se casó con una hermosa joven de quien se había enamorado. "Este es el modo que tienen de mortificarse", decía Erasmo, y no cesaba de admirarse de estos nuevos apóstoles, que abandonaban la profesión solemne del celibato para tomar mujeres, siendo así que los verdaderos Apóstoles de Nuestro Señor, según la tradición de todos los Padres, a fin de no ocuparse sino de Dios y del Evangelio, dejaban sus mujeres para vivir como célibes. "Parece, decía, que la Reforma se reduce a desenfrailar algunos religiosos, y a casarse algunos sacerdotes; y esta gran tragedia se termina en fin como un acontecimiento enteramente cómico, pues que todo se concluye casándose, como en las comedias". El mismo Erasmo lamenta también en otros lugares, que desde que su amigo Ecolampadio dejó con la Iglesia y el convento su tierna devoción, para abarazar esta seca y desdeñosa Reforma, ya no le conocía; y que en vez de aquel candor que manifestaba cuando obraba por sí mismo, no hallaba más que disimulo y artificio, después que entró en los intereses y movimientos de un partido.
Bossuet.
"Los esclavos felices"
Hace 1 hora
2 comentarios:
y esta gran tragedia se termina en fin como un acontecimiento enteramente cómico, pues que todo se concluye casándose, como en las comedias
Claro, justo para eso se produjo la Reforma, para que los protestantes podamos casarnos...
El reducto ad absurdum es enemigo de la Razón.
Renton
Aquí en España casi todos los sacerdotes que dejaron la Iglesia católica y abrazaron el Protestantismo les estaba esperando ya una bella mujer. Curioso ,¿verdad? Luis Padrosa,con su secretaria María Esteve, Lacueva con una joven inglesita,etc. Al revés no ocurre, ningún pastor protestante que viene al Catolicismo le está esperando una mujer.
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