Asir el concepto; acorrarlarlo. Clavar en él tu mirada, como si fuerais completos desconocidos. Asombrarse ante la arbitrariedad de sus bordes, ante la opacidad de su perímetro. Hacer de la palabra un monstruo intratable, pero jamás un fetiche. Destruir toda familiaridad con ella, reducir sus ecos al extrañamiento.
"Los esclavos felices"
Hace 3 horas
3 comentarios:
Caro Daniel:
Hablar así del signo es teológico y fetichista, aunque sea metafórico.
¿Por qué el monstruo intratable te resulta simpático, y sin embargo el fetiche algo a evitar?
Porque la confianza da asco.
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