Los sentidos no nos engañan, mal que le pese a Descartes. Y la razón no nos engaña, diga Nietzsche lo que le apetezca. ¿Qué nos engaña? La sinrazón, la ceguera. Ahora bien, ¿puede un concepto negativo y metafísico obrar tan poderosamente sobre nosotros sin que le prestemos ayuda y pleno asentimiento? ¿Por qué la voluntad humana tolera como fin a la sinrazón, que es la ausencia de fin inteligible? Nótese, si hay darwinianos en la sala, que "instinto voluntario" es un oxímoron.
Por expresarlo en estructura de esquema, se dan dos tipos de "querencias":
1) Apetito: Inconsciente, pasivo, sin causa o razón final.
2) Volición: Consciente, activa, con causa final.
Resulta tan imposible que una volición sea inconsciente (irracional) como que un apetito sea consciente (racional). Pero la irracionalidad en el hombre goza de consciencia bastante como para clasificarla entre los actos voluntarios.
Siempre queremos algo, lo pensemos o no; siempre pensamos algo, lo queramos o no. La voluntad no puede anular la inteligencia ni ésta a aquélla. Con todo, el hombre obra mal voluntariamente. La sabiduría del mundo no tiene respuestas para el presente enigma. Una moral que no se apoye en la revelación es incapaz de vencer esta crux.
Perillán
Hace 55 minutos
6 comentarios:
Hoy estas Kierkegaardiano.
El hecho de usar la fe y la revelacion como fuente de angustia "temor y temblor" y a la vez como salvacion.
Aun asi se ha comprobado que ciertos hombres aparentemente han reprimido sus apetitos, como los budistas por ejemplo. Y ellos no buscan dioses precisamente, y no creo que la sabiduria que ellos persiguen sea un apetito. Y no creo que muchos de ellos repriman su voluntad por la inteligencia, un cambio en las costumbres y en el habito hacen todo el trabajo.
Polemica: el hecho de reprimir la voluntad es una voluntad en si misma, y la sinrazon no entiende de eso.
Cuando hablamos de universales caemos de nuevo en los problemas más viejos sobre si son reales o si son meros nombres.
Cuando hablamos de verdad, de bien y de cosas similares caemos de nuevo en la ceguera a la pluralidad.
Un bien para uno es un mal para otro, aunque bien y mal estén definidos universalmente, lo mismo que si Pedro está a la derecha de Juan, Juan está a la izquierda de Pedro, o a Pedro le encantan las manzanas y Juan las aborrece.
El bien y el mal no dependen ni del gusto ni de la posición, sino de tomar decisiones socialmente óptimas y moralmente justas.
"Socialmente óptimas" dependerá de qué problemas deba enfrentar la sociedad en cada momento. Lo absoluto, vamos a decirlo así, es que cada uno siente bien claro lo que estima como su bien: su existencia y conservación, su bienestar, la realización de sus proyectos. Pero esos bienes pueden entrar en colisión con los de otros y de todo ello resulta un modelo que minimiza los conflictos en los que se destruyen los bienes que cada individuo estima como de mayor valor.
La forma de organización resultante tiene esos principios como ley y las circunstancias como dato, de modo que no es lo mismo una sociedad que se deba enfrentar a una guerra que una sociedad en paz, ni una rica que otra pobre.
"Moralmente justas" se enfrenta a los mismos problemas pues cada uno tiene claro que desea algunas cosas y otras las considera indeseables. Pero al tener que convivir el resultado no puede ser sino el de la armonización de intereses más las influencias del engaño ideológico y de la fuerza militar o económica.
La igualación de moral y deseo más principio de realidad, a la freudiana, está completamente equivocada. La moral puede oponerse a mi deseo y serme inspirada por una fría consideración de las cosas. Y, por supuesto, también puede ir a contracorriente de los deseos de mis semejantes (como acusación contra un modo de obrar corrupto generalizado) y convertirse en hegemónica a la postre. Pienso en los profetas.
Como dicen las encuestas, bastante de acuerdo, pero no totalmente.
Esa moral que se opone a mis deseos inmediatos o incluso a decisiones racionales se me impone por la fuerza o por la convicción. Si se impone por la convicción significa que yo ya he interiorizado e incorporado esos principios morales a los míos y los tengo en cuenta a la hora de toamr uan decisión. Pero SIEMPRE debemos reconocer que sólo existe decisiones individuales, ideas individuales y que lo abstracto es una construcción mental. LA moral LA ética son constructos que se deben explicar por sus orígenes humanos, por la sociabilidad individual o MEJOR, POR LAS DIVERSAS CAPACIDADES INDIVIDUALES para la sociabilidad.
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