miércoles, 9 de julio de 2008

Frente a una apología del diablo


Querido amigo Irich, en primer lugar decirte que no es habitual encontrar un católico que dialogue con respeto, autoridad y argumentos sólidos; lo cual me congratula doblemente. A cambio te rogaré paciencia con mi intolerancia y agresividad (ya sabes que Asmodeo es el diablillo colérico, pero no hay que hacerme demasiado caso).


Sé que para ti esto es un juego. Si fueras realmente un adorador de Satán no dialogaría contigo. Acepto el juego porque para eso estamos, y porque, en palabras de Nietzsche, nada hay más serio.


Volviendo al Génesis, creo que Yahveh les miente, puesto que comiendo del árbol de la Ciencia no morirían. Mueren cuando les prohíbe comer del árbol de la Vida, represalia divina por haberle desobedecido y, sobre todo, porque "el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal.


Dios dijo que si comían del primer árbol morirían. No indicó en ningún momento que la causa directa de esa muerte fuese que el fruto estuviera envenenado. Como se ve aquí, el mismo Dios es reacio a interpretaciones literales de su Palabra.


El hombre quería ambas cosas, ser dios y vivir eternamente; no contaba con la sucia jugada del Creador: "no consentiré que seáis iguales a Mí, podréis igualarme en sabiduría, pero os mataré".


El Creador hizo al hombre a su semejanza antes de que éste probase el fruto prohibido (Gn. 1:27). Es el diablo el que promete más de lo que puede dar y, en definitiva, quien engaña. Miente por partida triple al afirmar que:

1) No morirán.

2) Conocerán el bien y el mal.

y 3) Serán como Dios.

Con todo, murieron, se confundieron sus nociones morales y su instinto de conservación y pasaron a ser bestias degeneradas, subanimales.


Otro asunto, cuando "se les abren los ojos", se dan cuenta que están desnudos, o sea, son conscientes de su animalidad. Rápidamente se tejen unos vestido con hojas, se adornan, van "contra natura", deciden dejar de ser y vivir como animales, ahora son dioses.


Se avergüenzan de su cuerpo porque acaban de adquirir consciencia de él como instrumento para el mal. En términos freudianos, el "super yo" arremete contra el "yo". Ir desvestido, por cierto, no es sólo propio de animales: tampoco los ángeles se adornan con ropa, más que por deferencia hacia los hombres.


Entonces oyen la llamada de Dios, y como "saben", como distinguen el bien del mal, saben que bueno y malo son conceptos relativos que los impone el poderoso.


Luego Dios sería relativamente bueno, sabio, justo, etc. Pero dado que su poder es absoluto, ¿cómo salvar la aporía?


También descubren, gracias a su conocimiento recién estrenado, que Dios no es ese padre bueno que busca su felicidad, sino un juez tiránico que exige se cumplan ciegamente sus caprichos.


Dios pidió muy poco ofreciendo mucho a cambio. Es lógico que el castigo fuese proporcional a la deslealtad.


Saben que les espera el castigo, y tienen miedo. Y se comportan con cobardía, otro resultado de ser inteligente; buscan excusas, buscan atenuantes que les libre del desastre, se culpan unos a otros.


La verdadera culpable es Eva, el eslabón débil. Adán confía en un semejante; Eva se entrega al caos, se deja someter por una fiera salvaje, por lo más indigno, bajo promesa de obtener de este modo la sabiduría. Las pitonisas paganas, amigas de demonios, entraban en trance para adivinar el futuro. Así Eva.


En eso no han tenido la valentía de los demonios, que se rebelaron y jamás han pedido clemencia.


¿En qué se distingue esta valentía de la locura?


Creo que el arrepentimiento es una cobardía, pero insisto la vergüenza de Adán y Eva no fue por haber pecado, sino porque querían perder todo rastro de animalidad.


Quizá por eso obedecieron a un animal y desobedecieron a un dios. Se da la paradoja de que, pese a ser esta desobediencia voluntaria, no lo es la salida de la animalidad, que se experimenta con gran frustración. Lo he repetido muchas veces, pero fue pensando en ello que di con el título de mi blog.


Fíjate que no piden perdón a Dios en ningún momento, tan sólo se echan las culpas unos a otros: me han engañado. Su dolor es de atrición, no de contrición.


Posiblemente pedir perdón no procediera, ya que habían contado con una ayuda sobrenatural para conocer las consecuencias de sus actos. ¿Qué excusa iban a alegar?


Ahí radica la grandeza del Diablo, él nos abrió los ojos. De lo contrario ni se lo habrían planteado. Hasta entonces hacían lo que Dios les mandaba sin cuestionarse nada.


No. De haber desoído al diablo habrían podido acceder al árbol de la vida eterna, que era Cristo. Entonces los ojos se habrían abierto, mas sin dolor y sin vergüenza.


La Serpiente los convence, mejor dicho, convence a la mujer; un homenaje del autor veterotestamentario a la inteligencia femenina. La serpiente les dice que ese fruto los hará mejores y creen en ella. Lo curioso es que tenía razón.


En ningún lugar de la Biblia se nos dice que tras el pecado se adquieran cualidades. Antes al contrario, éstas quedan sepultadas y debilitadas.


En cualquier caso, tampoco merece la pena dar a la Biblia más valor que el que tiene una vieja tradición mitológica, y que en definitiva no hace sino recoger el viejo mito Mediterráneo del conocimiento iniciático, donde la manzana representa el conocimiento, la serpiente (el dragón) es el monstruo que las guarda y Adán debiera ser el héroe solar que mata al dragón y obtiene la iluminación.


Lástima que el relato del pecado original dé la vuelta a ese mito como si de un calcetín se tratase.

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