Todo animal encuentra bellas a sus crías. El sentido de la belleza en los irracionales se limita, por extensión, a aquello con lo que puedan establecer una relación de semejanza más o menos estrecha, por lo general inconsciente. Esta condición se pierde en el hombre, cuyo juicio estético comprende cualquier cosa de la que quepa predicarse cierta unidad, cierta variedad y cierta proporción.
El amor a la belleza es la huida del narcisismo originario, que es reemplazado por otro de carácter ideal. Lo bello deja de estar en función de la selección sexual y pasa al ámbito de las formas inmateriales preexistentes. En realidad, no hay punto de contacto entre el afecto empático del perro hacia sus crías y la admiración que nos despierta contemplar el cielo estrellado. El hombre conoce y desea el bien, ama lo bello y toma parte en lo verdadero sin más consideraciones etológicas o contextuales, según su propia naturaleza. Cuando se aleja de ella, prefiriendo el mal, lo inarmónico y lo falso, tampoco se aproxima a la del animal: parte hacia ninguna parte.
Igualmente radical, pues, ha de ser la distinción entre el hombre y las bestias, e igualmente relativos sus vínculos.
Perillán
Hace 1 hora
2 comentarios:
Muy bella escritura, como si fuese un clásico. Que pena que el contenido contradiga centenas de miles de casos de cultura, política y moral documentados y comprobados en primates superiores (7.700 casos de de intervenciones desinteresadas para restablecer la paz en un solo grupo de chimpancés de parte de Frans de Waal solamente) y otra portentosa cantidad de ejemplos de conducta instintiva "animal" en el hombre que científicos de varias disciplinas estudian, documentan y comprueban cotidianamente.
Supongo que un hombre inteligente sentado en un sillón con o sin una pipa puede comprender la realidad mejor que pasar 35 anios en el Congo estudiando primates y conduciendo numerosos experimentos controlados en zoológicos y toda la neurología y ciencias cognitivas juntas.
No lo digo para ofenderte sino para poner en manifiesto la vetustez del pensamiento filosófico, por lo menos, en esta área.
Atilio, ¿y un chimpancé que se pasara (si pudiera) 35 años escuchando una y otra vez una sinfonía de Beethoven o Bruckner, llegaría a comprender su belleza musical y sus referentes culturales?
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