Copio mi último turno hasta el momento en un debate en otra parte con M. Gozalbo. Soy consciente de que la réplica no se entiende bien por sí misma, por lo que remito a las actas de la discusión.
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Escalígero,
Por más que bromees y te entretengas en chanzas y cuchufletas, resulta evidente que no sabes distinguir entre historia y teología. Dentro de la historia sagrada hay hechos esenciales para el cristianismo, como la revelación de Moisés en el Monte Sinaí o la formulación de las profecías, y otros por completo prescindibles en su lectura literal. Un texto que en parte dicta Dios conforme a su plan de salvación no puede juzgarse de la misma manera que el relato presencial de un Tucídides, subordinado a lo factual inmediato, o cualquier otra narración profana. Y aun así: ¿Fue Herodoto, el padre de los historiadores, un modelo de exactitud y corrección en las fuentes? Yo seré un teólogo alucinado (pleonasmo para el ateo), pero tú eres un pedante comediante con exigencias fuera de lugar.
La interpretación alegórica no ha ido improvisándose conforme los eruditos de turno enmendaban la plana al saber tradicional, cosa naturalísima en la medida en que no hay saber estático, ni siquiera el saber teológico. Lejos de eso, este método hermenéutico se encuentra ya en los primeros Padres y, antes que ellos, en Filón (cómplice de Auschwitz de rebote), que lo adoptaron por razones teológicas. ¿Qué sentido tiene, entonces, desautorizarlo en base a los descubrimientos históricos, la fijación del día juliano y esas grandes revoluciones tuyas que se remontan al siglo XVI, mil quinientos años más tarde? Ningún sentido. Sólo pretendes aturdir a los ignorantes.
Es el colmo de la grosería intelectual que menciones los tratados contra los judíos como si fueran versiones prematuras del Mein Kampf. De nuevo la indistinción entre teología, ideología e historia, que tan fecunda te resulta. Las eclesiologías dispensacionalistas, trátese de la de Joaquín de Fiore o de las protestantes, son típicamente heréticas por lo menos desde San Agustín, que identifica en su Ciudad de Dios el Reino mesiánico con la Iglesia, contra los quiliastas. Para los cristianos el judaísmo carecía de sentido tras Cristo, como la vaina tras el fruto, y la destrucción del Templo y la diáspora eran justo pago por su pecado colectivo de deicidio. “Hijos del diablo” es una calificación teológica, una vez más, y equivale a mentirosos. Hasta aquí lo teológico.
Respecto a la historia, los judíos fueron marginados por su fe dispar, no menos que los protestantes en tierras católicas o los católicos en tierras protestantes. Hasta Westfalia así se concebía la soberanía, como una fidelidad cuasi religiosa y totalizante, ya que incluso el poder mundano procedía de lo alto (sana doctrina, si se entendiese con caridad). El particular ensañamiento con el pueblo hebreo, que considero vergonzoso, se debe a su condición doble de infiel y apátrida, no a un siroco del legislador cristiano, embebido de alegorías y visiones proféticas para preparar el reino de los mil años y eliminar la cizaña. Fue una aberración política -una más de entre todas las que caben en veinte siglos-, no una aberración teológica determinada por la ortodoxia, ya que de ser así se habría plasmado antes, y con tanta mayor virulencia cuando la fe en la parusía era general, o al renacer ésta en los últimos estertores del Imperio. Nada de esto sucedió. Por el contrario, aflora muchas decenas de generaciones más tarde y de forma localizada. “Ex post” pudo justificarse teológicamente, si bien no de un modo pacífico en lo doctrinal, como he mostrado ya.
2 comentarios:
Incluso podríamos hablar de un oscilante humor 'pastoral' entre teólogos y jerarcas a lo largo del tiempo, y 'pruebas' de la verdadera postura del cristianismo sobre el judaísmo en la vida de los santos, como Ignacio de Loyola, que abiertamente se atrevió a decirle a sus inquisidores: 'No soy judío, pero cómo quisiera serlo, para emparentar con Jesús y su madre'...
Otra cosa, que muestra las patologías de los cristianos, que no la verdad del cristianismo; dominicos y jesuitas, sumando a todos sus motivos de disputa, compitieron en su celo inquisitorial durante la Contrarreforma: mientras los jesuitas seguían el ejemplo filosemita de Ignacio, echándoles en cara su antisemitismo rabioso a los dominicos, se gloriaban de perseguir brujas, en quienes los canes del Señor no creían...
La casta meretrix...
Está muy bien dicho.
Saludos.
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