Doy un cierto número de pruebas de aquello que se le metió en la cabeza a esa gentecilla, de lo que puso en labios de su maestro: simples profesiones de fe de bellas almas.
(...)
"Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino (Mt. 16:28)". Mientes muy bien, ¡oh, león!
Nietzsche, el Anticristo.
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. (...) Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".
(Mt. 17:2, 9).
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