¿Por qué, pues, oh mortales, buscáis fuera una felicidad que está dentro de vosotros? El error y la ignorancia os confunden. Te haré ver brevemente la felicidad plena. ¿Hay algo más valioso para ti que tú mismo?
"Nada", me responderás.
Si, pues, eres dueño de ti mismo, serás poseedor de un bien que nunca querrías perder ni la fortuna podría quitarte. Y para que reconozcas que la felicidad no puede consistir en estas cosas pasajeras, presta atención. Si la felicidad es el sumo bien de la criatura racional, que nadie puede arrebatar (y todo lo que puede ser arrebatado no es el sumo bien, ya que es superado por lo que no se puede quitar), entonces, la fortuna, por su misma inestabilidad, no puede aspirar a llevar al hombre a la felicidad. Atiende además a esto: el hombre que es arrastrado por esta felicidad, ¿sabe o no sabe que ésta es mudable? Si no lo sabe, ¿qué clase de felicidad puede hallar con la ceguera de su ignorancia? Si, por el contrario, lo sabe, no podrá evitar el miedo a perderla, pues no duda que la puede perder. Y así el temor constante le impide ser feliz. ¿O piensa quizás que, si la pierde, no pensará más en ella? De ser así, no deja de ser una prueba más de lo frágil que puede ser un bien cuya pérdida nos deja indiferentes.
Boecio
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