jueves, 1 de enero de 2015

La esclavitud puede ser moral




Las relaciones de poder se conciben en términos de propiedad, disponibilidad o influencia. La propiedad es la potestad más completa, ya que está sujeta a justo título pero no a condición; la disponibilidad, a su vez, está sujeta a justo título y a condición (se dispone de algo o de alguien por un cierto tiempo), mientras que la influencia carece de justo título y de condición, siendo un mero poder de hecho. 

En base a lo anterior, observamos que en las sociedades se dan de ordinario tres estratos de vinculación:

- El de la influencia, que es el que ejercen todos entre sí a través de la costumbre.

- El de la disponibilidad, al que se obligan los iguales con arreglo a contratos suscritos de forma voluntaria.

- El de la propiedad, al que todos excepto el soberano están sujetos según leyes que deben observarse imperativamente.

Sólo en las democracias se finge, mediante la falacia del contrato social, que las leyes emanan de la voluntad del pueblo y no implican un derecho de propiedad del Estado sobre sus nacionales. Pero lo cierto es que la naturaleza del Estado es propietaria y no arrendataria, imperativa y no voluntaria. Ninguna autoridad promulga leyes "sub conditione" o por tiempo determinado, ni somete a la voluntad de sus súbditos la cuestión de si éstos han de regirse o no por leyes.

Pues bien, tal es la relación soberana que tiene el dueño con su esclavo, y el padre con sus hijos hasta la emancipación de éstos. Relación sujeta en cualquier caso a límites morales, dado que propiedad no es tiranía ni derecho omnímodo y antisocial.

Destruido el mito de la libertad política, la esclavitud deja de ser una abominación "per se". Es un mal necesario, como el trabajo asalariado o la sujeción a leyes. En la Edad de Oro, según la representaban los poetas antiguos, no había ni normas ni trabajo. Los partidarios de la democracia liberal creen que ésta es una suerte de Edad de Oro del espíritu en la que todo fluye espontáneamente según el sentir de cada uno, y de ahí que rechacen sofísticamente como bárbara, injusta y abusiva cualquier forma de imperio.

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