La hermenéutica de la sola fides y la sola Scriptura resulta filosóficamente insostenible. No existe una conexión directa con la revelación, pues el hombre es un ser mediado por el lenguaje y las formas del intelecto.
La única relación sin mediación, proporción o analogía es la de identidad. De este axioma se desprende que no haya nada más arduo que el autoconocimiento, como entendió la sabiduría antigua.
Por tanto, o bien se accede a Dios a través de un mediador, o bien se reduce al Ser Supremo y Óptimo Máximo a una mera provincia del yo.
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