domingo, 30 de agosto de 2020

Que de la contingencia de la nada se sigue la necesidad de Dios


I.

La nada, entendida como ausencia de materia o energía, es o necesaria o contingente o imposible. 

La nada no es necesaria puesto que no tiene el ser en sí misma, sino que halla su causa en la finitud del mundo. La finitud temporal, esto es, el no llegar a ser o el dejar de ser del mundo, causa que la nada sea antes y después del mundo. A su vez, la finitud espacial causa que la nada sea más allá del mundo. Por tanto, si el mundo es finito en lo temporal o en lo espacial, la nada no sólo será posible, sino que será efectiva.

Ahora bien, la finitud espacial del mundo debe afirmarse, como demostraremos. 

Las partículas de materia en cualquier espacio finito mantienen un número finito de interacciones entre ellas. Ello implica que, si el universo es infinito, estas interacciones se repetirán en modelos idénticos a medida que avancemos en el espacio, por lo que existirán simultáneamente infinitos hombres idénticos, infinitas Tierras e infinitas galaxias idénticas dentro del mismo universo. Otro tanto sucederá si, partiendo de un alfabeto finito, no permitimos libros de más de cien páginas: llegados a cierto punto, los libros empezarán a repetirse y será imposible generar obras literarias nuevas, como ya notó Leibniz. 

La repetición infinita de lo idéntico es una consecuencia inevitable de la postulación de un mundo infinito. Sin embargo, debe rechazarse en virtud del principio de la identidad de los indiscernibles. En efecto, dos o más entes que sólo puedan distinguirse entre sí por su ubicación son en realidad el mismo ente, toda vez que el espacio vacío nada añade a la materia y carece de virtualidad diferenciadora. Luego, de la imposibilidad metafísica de lo idéntico se sigue la imposibilidad lógica de un universo de extensión infinita y la efectividad de la nada allende los límites del universo.

II.

Lo opuesto de un ente contingente no es necesario (si A es contingente, no A no es necesario; o lo que es lo mismo, no A es contingente).

Cualquier mundo es lo opuesto a la nada.

La nada es contingente, como se ha probado en el punto anterior.

Por tanto, cualquier mundo no es necesario; o lo que es lo mismo, cualquier mundo es contingente.

III.

Lo opuesto de un ente imposible es necesario (si A es imposible, no A es necesario).

Un mundo necesario es lo opuesto a un dios creador.

Un mundo necesario es imposible, como se ha probado en el punto anterior.

Por tanto, un dios creador es necesario.

lunes, 24 de agosto de 2020

La fuente de todo orden


Todo compuesto tiene partes. De ordinario estas partes deben ser anteriores al compuesto no sólo en la naturaleza, sino también en el tiempo. En efecto, partes y compuesto sólo podrían darse al mismo tiempo si no existiese resistencia en la materia y los contrarios se unieran inmediatamente, o si estuvieran unidos por una potencia infinita. Ahora bien, habida cuenta de que se da resistencia en la materia, lo que impide que los contrarios se unan naturalmente de manera inmediata, debe concluirse que el universo o bien ha alcanzado determinada composición en el transcurso del tiempo, o bien ha sido creado inmediatamente de la nada por una potencia infinita.

Si el universo ha alcanzado determinada composición en el transcurso del tiempo, el universo no fue un compuesto hasta que dicha medida de tiempo transcurrió, lo que equivale a decir que hasta entonces sus partes no formaron un todo y el universo no fue universo, esto es, fue un caos o amalgama. 

Habiendo concedido bajo la hipótesis anterior que el orden no estuvo siempre presente en el universo, se sigue que dicho orden no es necesario; por tanto, es un orden contingente y, en cuanto tal, no tiene el ser en sí, sino por otro, que es su causa. Así, al no darse dicho orden de manera intrínseca en ninguna de las partes, debe darse en el todo intrínseca o extrínsecamente. Pues bien, ya que admitimos que el orden natural no es eterno sino que surge a partir de cierto momento, es forzoso concluir que tal orden se da en el todo de forma extrínseca, esto es, por virtud de una causa extraña a la mole del universo. En efecto, si el universo fuera intrínsecamente ordenado, sería por la misma razón necesariamente ordenado y nunca podría llegar a serlo ni dejar de serlo, como sin embargo sucede.

Por tanto, o el universo no ha sido creado por una causa sobrenatural pero sí ordenado por ella, o ésta lo ha creado y ordenado.

sábado, 22 de agosto de 2020

Universo hilo, universo bloque


El universo puede concebirse como una sucesión de momentos en la que el momento posterior sustituye al anterior, que queda extinguido, o como una acumulación creciente de momentos, conservándose simultáneamente todos ellos. Nos referiremos a la primera concepción como universo hilo y a la segunda como universo bloque.

El universo hilo implica la destrucción de todos los momentos excepto el momento presente. El pasado sería un presente que ha perdido el ser actual y que ya no es en sí, por lo que sólo puede ser en otro, a saber, en el nuevo presente. Un universo de esta índole no puede reputarse eterno, toda vez que sus partes se destruyen de continuo y sólo son en sí momentáneamente.

En vano se objetará que si cada momento contiene todos los anteriores y posteriores a él, porque es causa de éstos y es causado por aquéllos, se sigue que cada momento es eterno y el universo tiene el ser en sí en cualquiera de sus sucesiones temporales. A ello contestamos que lo que tiene el ser en sí nunca puede perderlo ni depender de otros, mientras que el universo hilo pierde y adquiere el ser en cada sucesión, y depende de que un eslabón lo pierda para que el siguiente lo adquiera.

Por otro lado, el universo bloque aumenta a medida que va agregándosele la sucesión de momentos. Puesto que aumenta, caben dos opciones:

- Que experimente crecimiento como resultado de una adición externa, de modo que no tendría todo su ser en sí, sino que sería por otro, que le permite crecer.

- Que su crecimiento resulte de un desarrollo interno, según el cual todo momento posterior estaría incluido en el anterior. Por tanto, habría un primer momento que contendría todos los momentos.

Si la primera opción es verdadera, el universo bloque no tiene el ser en sí, por cuanto presupone una causa distinta de sí, esto es, una causa sobrenatural.

Si la segunda opción es verdadera, el universo bloque tiene un exceso de ser, pues el primer momento contiene todos los momentos, pero lo mismo sucede con los momentos posteriores, de manera que todos los momentos están infinitamente repetidos en copias idénticas. Ahora bien, si el momento C contenido en el momento A es idéntico al momento C contenido en el momento B, no hay razón para distinguir ambos momentos C (por el principio de la identidad de los indiscernibles), lo que nos conduce a concluir que sólo hay un momento C en su ser presente, y a rechazar por ello la hipótesis del universo bloque.
 
Todavía podría estipularse una variante del universo bloque no sujeta al crecimiento, en la que todos los momentos se dieran a la vez en una simultaneidad perfecta.
 
Ahora bien, llamamos universo a un conjunto de elementos que guardan una relación real entre ellos, señaladamente la causalidad. ¿Qué relación guardarían los distintos momentos que se dan simultáneamente en el universo bloque? No puede ser una relación causal en la que el momento A causa el momento B y éste al C, ya que la causalidad que afecta al movimiento requiere tiempo para su producción, lo que excluiría el carácter instantáneo de todos los sucesos. Por tanto, si las partes del universo carecen de trabazón causal, va de suyo que no están en un mismo lugar ni son un universo más que nominalmente; y si carecen de movimiento, no son el universo que conocemos.

En el mismo sentido: O las partes del universo bloque no mantienen relación causal entre sí, por lo que no son un universo, o guardan relación causal y, al ser un momento superior a otro como la causa es superior al efecto, no son un verdadero bloque. Pues, del mismo modo que el efecto no tiene el ser en sí, sino que lo tiene en su causa, una parte del universo tendría su ser en otra y ésta no lo tendría en aquélla; el conjunto llamado “bloque” no sería causa de sí mismo, dado que una parte sería causa de otra, y en definitiva serían de mejor condición ontológica unos estados que otros pese a darse de una sola vez y no sucederse entre ellos, lo que es absurdo.
 

jueves, 20 de agosto de 2020

El gran salto


Hay dos condiciones de existencia mutuamente excluyentes: empezar a ser o ser eterno. Empezar a ser es ser por otro, mientras que ser eterno es ser en sí.
 
De lo anterior se desprende que si algo no empieza a ser ni es eterno no puede existir.
 
Por otro lado, la condición que permite existir debe tenerse en todo momento, so pena de dejar de existir desde el momento en que se carece de ella.
 
De este modo, vemos que lo que empieza a ser conserva siempre esta condición, ya que en ningún momento de su existencia es enajenado del hecho de que ha empezado a ser.
 
Asimismo, lo que es eterno debe conservar siempre dicha condición, es decir, debe ser eterno en cada momento en que existe y no mediante la suma de todos los momentos que componen la eternidad. Si lo eterno lo fuera por adición de momentos y no de un modo inherente, tendría el ser en otro, a saber, en la suma de los momentos, y no en sí mismo. De donde se sigue que, al no empezar a ser ni ser sempiterno, no existiría en absoluto.
 
Por consiguiente, si el universo carece de comienzo, debe ser sempiterno, puesto que existe. Esto es, debe estar más allá de la sucesión de momentos que constituye el tiempo y, por el mismo motivo, más allá de la extensión, que permite que se introduzca el cambio de un momento respecto al anterior. En otras palabras, un universo sempiterno debe ser un átomo infinitamente pequeño, intemporal e inextenso.
 
Ahora bien, dado que el universo que conocemos no es un átomo infinitamente pequeño, el naturalista ha de estar en disposición de demostrar la transición de lo intemporal a lo temporal y de lo inextenso a lo extenso. Esta transición es un gran salto metafísico y no puede fundamentarse racionalmente desde el propio universo, como ya hemos explicado. Por tanto, la misma es contra razón si asumimos que nada existe salvo el universo, o bien está más allá de la razón si la vinculamos a un ente distinto del universo, ya sea un dios o un demiurgo.
 

Aporías en el naturalismo. El universo punto.


El universo puede ser infinito en duración ex nunc sin ser infinito en todos los demás extremos, es decir, sin ser absolutamente infinito: existente ex tunc, con una energía ilimitada, una complejidad máxima, etc. Sin embargo, si no hay Dios, ¿qué impide al universo ser absolutamente infinito como la sustancia de Spinoza?

Supongamos que el universo es existente ex tunc. Si lo que genera al universo existe desde siempre y es parte del universo, entonces el universo existe desde siempre, nunca ha empezado a ser y por el mismo motivo nunca dejará de ser. Visto así, nada empieza a ser ex nihilo porque ya estaba en germen en su causa. Habría un átomo infinitamente pequeño que contendría todo el universo (el universo punto), el cual en algún momento y por alguna razón dejó de ser uno e inextenso para convertirse en el todo extenso que hoy conocemos.

Esta metafísica de cuento de hadas en la que acaba desembocando el naturalismo topa con escollos insalvables:
 
- En primer lugar, lo inextenso no puede devenir extenso salvo por vía de milagro, por la misma razón por la que lo absolutamente inexistente no ingresa a la existencia sin el concurso de Dios o lo sobrenatural.
 
Lo inextenso y lo extenso no pueden tener relación de causalidad, al no haber proporción entre ellos. Si la materia tuviera relaciones causales no basadas en la extensión, como ocurre con la telepatía, éstas no estarían sujetas a medida y aquélla no podría explicarse por sus propios efectos, sino que habría que referirla oscuramente a la fuerza arcana que ha provocado su movimiento.

- En segundo lugar, si el átomo inextenso pasó a ser extenso, dejó de ser en tanto que átomo inextenso. Por tanto, fue destruido o se autoaniquiló, y una vez que quedó reducido a la nada fue causa de todo lo que tiene extensión. Esto, además de ser absurdo, va contra la tesis naturalista que predica que el universo posee un ser indestructible.

Si, por el contrario, suponemos que el universo existente desde siempre no como un átomo infinitamente pequeño allende el espacio y el tiempo sino como una sucesión infinita de causas y efectos, Aristóteles nos muestra la imposibilidad de este razonamiento.

Así, todo cuanto existe tiene esta condición o bien porque empieza a ser o bien porque es eterno. Sin embargo, si se da una sucesión infinita de causas no habrá una causa primera y nada empezará a ser, por lo que o nada será en absoluto o todo será eterno. Ahora bien, si todo es eterno, el todo estará contenido en cada una de las infinitas sucesiones de causas y efectos o no lo estará. Si está contenido en ellas, no será eterno en todo momento, ya que ninguna de ellas lo es por sí sola; y si no está contenido en ellas, tampoco lo será, dado que lo que éstas comprenden empezará a ser respecto al estado anterior en que no era. Por tanto, no será eterno y no será en absoluto.

Finalmente, si hay una causa primera que opere en el tiempo, será y no será eterna. Esto es, existirá y carecerá de comienzo, por lo que será eterna, pero habrá transcurrido un tiempo finito entre la causa primera y el momento actual, por lo que no será eterna. Lo cual, al conculcar la lógica, también debe rechazarse.
 

Que el universo es creado por Dios

 
Campanella demuestra la creación del universo y la existencia de Dios de un modo tan sencillo que hasta puede resultarnos trivial.

1. El universo, nos dice, es de naturaleza finita, no infinita, en lo tocante a la potencia.

Alcanzamos esta tesis por inducción: nada de cuanto conocemos puede llegar a ser cualquier cosa, sino que, por el contrario, todo -incluido el universo en su conjunto- está circunscrito a límites cuantitativos y cualitativos.

2. Por tanto, el universo no podría ser siempre si no fuera conservado por la potencia infinita de un agente infinito.

3. Asimismo, la causa principal que conserva es idéntica a la que produce, lo que es de por sí evidente.

4. Ahora bien, el universo desde que empieza a ser existe siempre, en la medida en que todo se transforma y nada es aniquilado.

5. Por tanto, el universo es conservado por la potencia infinita de un agente infinito, que es Dios.

6. Por tanto, el universo es producido o creado por Dios.

* * *

La inducción del naturalista es distinta. Razona de la siguiente manera:

Puesto que nada en el universo puede extinguirse, el universo posee una potencia infinita”.

Pero esta conclusión es incorrecta. Una potencia infinita no se manifestaría sólo en el ámbito de la existencia temporal, sino también en el de los demás modos de la existencia. Así, un universo sin límites cuantitativos ni cualitativos, infinitamente potente, no estaría sujeto a leyes ni a constantes; sería al mismo tiempo todo lo concebible, mientras fuera composible, y tanto el propio universo como cuanto participase de él, si no existiera ya en grado sumo, podrían verse aumentados ilimitadamente.


Nada de esto tiene ejemplo en la naturaleza que conocemos.
 

El acosmismo spinoziano es claro si se lo compara con el sistema de Campanella, quien defiende el panenteísmo. Para ello parte de la noción del ser que es totalmente (y, por tanto, también es cielo, hombre, asno y piedra), Dios, y llega a las causas segundas por composición del ser creado y la nada.

Campanella justifica del siguiente modo la postulación de la nada como ente de razón:
 
La pura nada no puede ser pensada [positivamente], y nunca ha existido ni existirá excepto en el intelecto, que la aprehende mediante la idea opuesta del ente y su sustracción. Su ser no es el ser de las otras cosas, ni tiene un ser propio, ya que, si tuviera el ser no sería un puro no-ente. No obstante, tampoco su naturaleza es tal que no exista, pues de lo contrario no se daría un ente que no fuera al mismo tiempo otro ente, y las cosas todavía no producidas ya existirían, y el mundo existiría antes de existir”.

Ahora bien, la nada es absolutamente excluida por Spinoza, quien se ve forzado a identificar a Dios y el universo. De lo que resulta que todo en el universo es totalmente, sin negación ni privación de ningún género. Ello conlleva que un ente es al mismo tiempo todos los entes, por lo que no existe una distinción ni un orden reales, y que nada ha empezado a existir.
 

Qué significa crear de la nada


En Dios, en un plano trascendental, las ideas están unidas de un modo indisoluble por la cadena de la verdad (como sucede con los números, que están todos en todos), por lo que no puede tomarse ningún elemento separadamente. Sin embargo, en un plano físico, las ideas materializadas en las causas segundas se oponen entre sí y están efectivamente separadas, siguiéndose de ello que el hombre no puede ser piedra, la piedra no puede ser cielo, etc.

Campanella se pregunta de dónde procede esta separación necesaria en el ámbito físico, ya que no está en la mente de Dios. Y concluye que tal distinción procede del no-ente, puesto que la esencia de lo finito sólo es inteligible si se considera todo lo que no es. No viene dada por el no-ente como realidad física, ya que éste no existe ni en Dios ni fuera de Dios, sino como realidad metafísica o privación trascendental de los entes finitos.

Así pues, cuando se dice que Dios crea el mundo de la nada, debe entenderse que Dios da el ser a las criaturas que no son por sí y que por su propia condición finita están rodeadas de nada e infinitamente penetradas por la nada.
 

Nos parece que todas las cosas se componen de la afirmación y de la negación: finita la primera, infinita la segunda. La afirmación indica el ser, la negación el no-ser. El hombre, en efecto, es por sí y necesariamente animal racional, y por sí y necesariamente no asno, no buey, no piedra, no cielo; y está rodeado, como decíamos, de una negación infinita. Si fuera contingente la siguiente proposición: “el hombre no es asno”, entonces el hombre podría ser o no ser asno, como ser o no ser blanco; y esto es igualmente claro en las demás cosas.

En verdad Dios con su palabra ha creado todo, diciendo que fuera y dando el ser, como enseña el sapientísimo Moisés; antes, por tanto, fue la nada. Cuando las cosas recibieron el ser no perdieron totalmente la propia nada, porque no recibieron todo el ser; de donde proviene que todas las cosas por su naturaleza tiendan a la nada, como dice San Agustín en el De cognitione vera vitae; por ello dejan de existir y se mudan. Dios, en efecto, no permite que su entidad, que él ha dado, se extinga en la nada y sea rebasada por el no-ente; y por este motivo, cuando las cosas tienden al no-ente, no son recibidas por él, sino que vienen a mudarse en otro ente. De hecho, la esfera del ente es infinita y no permite que nada salga de ella. Dios puede permitir la mudanza en pos de lo mejor, a fin de que su idea sea representada y comunicada de innumerables modos, pues nada es más perfecto que esto.

Campanella