La tesis de Llull, como él mismo explica, está sustentada sobre tres pilares argumentativos:
1) Las dignidades de Dios, al ser acciones (unificar, bonificar, magnificar, etc.), deben ser infinitas para no ser ociosas y vacuas por toda la eternidad. Se evita así la consecuencia absurda de que Dios incremente su actividad, y por tanto su dignidad, por razón del tiempo y las circunstancias.
2) El ser que existe y actúa tiene más ser que el ser que sólo existe. Por tanto, siendo Dios el ser máximo, debe actuar y debe actuar siempre.
3) Todo ser con correlativos es más necesario que un ser sin ellos. Así, el ser inteligente es más necesario si intelige lo por él inteligido, dándose inteligente, inteligido e inteligir, que si es inteligente en potencia pero carece de inteligir e inteligido en acto. Estos correlativos, al ser tres y darse en la esencia infinita de Dios, son Dios con Dios, distintos en el orden de generación e iguales en el orden del ser, por lo que Llull los identifica con la Trinidad.
A partir de esta tesis Llull debe desarticular las objeciones de Homero/Omar, que postula que Dios es perfecto pero no es conmutable con sus dignidades, a las que él llama simplemente cualidades o instrumentos mediante los que Dios obra en el mundo.
Según Llull, las razones o dignidades de Dios expresan su esencia desde distintas vertientes del ser, a saber, su unidad, bondad, grandeza, etc. Ahora bien, Dios no puede conocer sus razones, ni por ende su esencia, si éstas no son dinámicas, esto es, si no son acciones en las que se dé el trío de correlativos -agente, acto y actuar-, pues un poder que no obra, así como una bondad que no bonifica o una grandeza que no magnifica, no son reales, efectivos ni cognoscibles, del mismo modo que no lo es un fuego que no quema ni ilumina.
Sin embargo, que Dios conozca sus razones mediante tres correlativos distintos no conlleva que éstas sean distintas en el proceso por el que son conocidas. Por consiguiente, la bondad es la misma en el bonificativo que en el bonificado y en el bonificar, ya que el bonificativo bonifica al bonificado con un bonificar absoluto. Semejantemente, la ignición es la misma en el ignificativo, el ignificado y el ignificar, pues no hay mayor ni menor ignición en el agente, el acto y el actuar, ni una ignición condicionada, sino una ignición absoluta. Por tanto, es forzoso concluir que no se dan en los correlativos diferencias esenciales ni accidentales.
Si, por el contrario, Dios no tuviera correlativos cuya naturaleza fuera tan infinita como la suya, esto es, si no hubiera una diferencia infinitamente compleja entre el Dios que se dirige a un fin, el fin al que se dirige Dios y el dirigirse Dios a dicho fin, habría una diferencia finita en complejidad y, por ello, sujeta a lo cuantificable, al mundo y al devenir, sobre los que Dios actuaría en tanto que es uno, bueno, grande, etc. Por lo que el conocimiento de Dios sobre dicha diferencia sería también finito, cuantificable y lábil; lo que equivale a decir que Dios conocería su unidad, bondad, grandeza, etc. de un modo imperfecto y contingente, lo que es imposible.
Así, la Trinidad en el sistema lulliano viene impuesta por la razón, toda vez que el obrar de Dios debe ser infinito y, dado que la misma persona no puede unificarse, bonificarse, magnificarse, etc., porque ya es una, buena, grande, etc. en grado sumo, ha de articularse en tres expresiones infinitas del mismo ser, no siendo admisible la asimetría entre el que obra, lo obrado por él y el obrar, en la medida en que no se da un obrar verdaderamente infinito si alguno de estos tres exponentes es finito.
Ésta es, pues, la médula de su apología:
Llull juzga que la unidad, bondad, grandeza, etc. del Dios del islam son proporcionales al mundo y, por consiguiente, una unidad, bondad, grandeza, etc. puramente imaginarias, ya que no hay proporción entre el mundo y Dios. Mientras que la unidad, bondad, grandeza, etc. del Dios del cristianismo son proporcionales al mismo Dios, que obra sobre sí en un perpetuo fluir y refluir, y, por tanto, una unidad, bondad, grandeza, etc. adecuadas a la esencia infinita del óptimo máximo.
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