viernes, 1 de septiembre de 2023

El Argumento de la Adherencia Persistente al Fin


Fortuito significa sin fin o sin fin estable. El fin es el destino del movimiento. Los movimientos son regulares cuando sus fines se mantienen, e irregulares cuando son alterados. Luego, donde hay movimiento regular cabe hablar de fin estable y atribuir al mismo una fuerza atractiva superior a la de los otros fines.
 
Así, el alcanzar un móvil su destino no sólo conlleva su movimiento, sino su mantenerse en un fin determinado y rechazar todos los demás fines posibles. Tal mantenerse no puede ser identificado con el movimiento, pues el mantenerse, mientras existe, es siempre igual a sí mismo, ya que es por invariación, y el movimiento es siempre distinto a sí mismo, puesto que es por sucesión. Semejantemente, tampoco puede identificarse con el móvil, en la medida en que éste sólo es igual a sí mismo en el instante, mientras que el fin lo es siempre. Si algo fuera su propio fin, no se apartaría nunca de él; mas si se mantiene en él no por necesidad sino por regularidad, es obvio que su mantenerse en el fin no es un mantenerse en sí mismo.

De lo anterior se sigue que donde se da el movimiento regular se da algo más que movimiento, toda vez que el móvil se adhiere persistentemente a un fin con preferencia a cualquier otro fin posible. Este adherirse es objetivamente distinto del no adherirse y no una mera hipótesis teleológica. Por tanto, aunque se obre sin deliberación, cuando algo mueve o es movido regularmente, tal mueve o es movido por algún fin que no se mueve y que pone en el móvil algo más que movimiento.

La naturaleza busca los fines que la conservan y la mantienen ordenada en su conjunto. El fin de las leyes naturales es conservar la naturaleza y mantenerla en un orden mayor que el que resultaría de la inexistencia de tales leyes. En otras palabras, el adherirse la naturaleza a determinados fines es razón de su regularidad, la cual no es menos real y efectiva por no ser consciente. En consecuencia, en una naturaleza regular hay algo más que movimiento.

Ahora bien, lo ajeno al movimiento es inmóvil; lo inmóvil es inmutable; lo inmutable es eterno; lo eterno es necesario. Por todo ello, síguese que, si en la naturaleza se da el movimiento regular, existe un ser necesario e inmóvil que es causa final de dicho movimiento.

Si se objeta que lo ajeno al movimiento son las leyes naturales y que éstas no son necesarias, respondo que las leyes no son más que una abstracción de las regularidades observadas y, como tales, carecen de realidad propia. En cambio, si el fin no fuera real, esto es, capaz de obrar, tampoco lo sería la adherencia persistente del que a él se dirige -pues se adheriría a una pura nada- ni podría darse el movimiento regular en la naturaleza. Pero se da el movimiento regular. Luego el fin es real.

Si se alega que en el mundo se producen fenómenos determinados y provistos de fin y, al mismo tiempo, fenómenos aleatorios desprovistos de todo fin, respondo que la causalidad es omniabarcante y naturalmente indestructible o no es nada en absoluto. Pues, si una parte del universo es azarosa, estará o no estará unida a las demás partes no azarosas. Si no está unida a ellas, no es parte del universo, lo que va contra la premisa; y si está unida, lo azaroso y lo no azaroso se darán simultáneamente en el punto de unión. Sin embargo, lo azaroso no puede unirse a lo no azaroso, al no tener ambos nada en común y destruirse mutuamente. Luego es inevitable que si hay algún orden no haya ningún azar y que si hay algún azar no haya ningún orden.

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