El auténtico escéptico tendría que reconocer que el atrevimiento del ateo es mucho mayor que el del teísta. El ateo niega que exista un ser de naturaleza personal no detectable por sus sentidos y hábil, en cambio, para revelarse a los demás. El teísta, sin embargo, niega sólo el carácter racional de las pretensiones del ateo. El juicio negativo del primero es ontológico; el del segundo epistemológico.
"Cena de Delcy con sorpresa... y la sorpresa era Pedro Sánchez"
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