domingo, 31 de agosto de 2008

Leibniz y la cosmología-II


Pues bien, la cuestión principal objeto de mis cavilaciones y que mencionaba al comienzo del texto anterior es qué debe entenderse por razón. Entiendo por tal el vínculo entre lo contingente y lo necesario; o sea, de lo que es el caso en un momento “n”, pudiendo ser de una manera distinta, y de lo que tiene que ser el caso en un momento “n+1”, no pudiendo ser sino como es. Sin razón, la conexión de ambos momentos del caso sería analógica (verbal) y, en puridad, no podríamos hablar del mismo caso en una realidad homogénea. Esta problemática queda puesta de manifiesto en el “todo fluye” heracliteano y en las filosofías de cualesquiera de sus herederos solipsistas, para los que la realidad es imagen asubstancial reflejada desde infinidad de puntos de vista (Nietzsche).

Desde luego, habremos avanzado poco si definimos la razón como “vínculo” sin especificar la naturaleza de éste y de lo que pone en relación. Añadiremos, entonces, que es un vínculo entre lo temporal y lo objetivo, es decir, que une lo sujeto a variación perpetua (contingente) y lo no sujeto a ella en absoluto (necesario). Se postula de este modo que la materia no tiene dentro de lo mensurable una forma propia a la que pueda ser reducida y que sea de suyo indivisible e inconmutable; que, en consecuencia, es por principio falsa cualquier cualidad oculta, singularidad física o “declinación de los átomos” (Epicuro) que intente atribuírsele a guisa de esencia. Esto en lo tocante al elemento contingente o material del vínculo. Por otro lado, todo estado de hecho tiende a otro estado futuro en función de la memoria que el primero guarde de sí y de sus antecedentes. Aceptado que nada en la materia es inconmovible, se sigue que todo en ella es arrastrado en su devenir; concedido, a su vez, que nada sucede sin razón, debemos concluir que la memoria de la materia en la que se acumulan y coordinan idealmente sus estados pretéritos y futuros –esto es, la información que integra su mutabilidad observable y predecible- es un factor necesario e inmaterial, aunque dotado de tanta realidad como aquélla, puesto que necesario es su resultado (el devenir según una determinada razón). Así, el vínculo que conecta dos mundos hasta hacerlos uno o universo, es tan contingente como, claro está, universal. Contingente porque une la contingencia y la necesidad sin que nada en sus nociones las enlace a priori, cuando es notorio que somos capaces de concebir como posibles multitud de mundos irracionales. Universal porque la razón carece de excepciones en sus casos particulares, dado que las excepciones a la racionalidad en los estados de hecho sólo pueden ser un milagro.

En la filosofía de Leibniz es Dios quien articula dos entidades radicalmente disímiles, poniendo una como fundamento de la otra, a saber, la necesaria o mónada respecto de la contingente o materia. A esta unión gratuita pero no fortuita la llama armonía preestablecida, que es en germen y “sub specie aeterni” lo que en el idealismo alemán ulterior será, sacada de quicio y pasada por el tamiz romántico, la realización histórica de la razón universal (Hegel).

2 comentarios:

Dark_Packer dijo...

¿Entonces la mónada vendría a ser la "esencia" de los escolásticos?

La definición de razón que das no me deja muy satisfecho pues es poco antropológica... ¿no sería mejor otro término?

Amalia Pedemonte dijo...

En la filosofía de Leibniz es Dios quien articula dos entidades radicalmente disímiles, poniendo una como fundamento de la otra, a saber, la necesaria o mónada respecto de la contingente o materia. A esta unión gratuita pero no fortuita la llama armonía preestablecida...

Estimado sapiente mío;

Me quedan dudas muchas en cuanto a la prueba de la existencia de Dios, la entelequia originaria, primitiva y razón suficiente de todo lo existente a propósito de lo siguiente:

Cuando se razona sobre algo, imaginamos tener una idea de esta cosa, y éste es el fundamento sobre el cual algunos filósofos antiguos y modernos han constituido cierta demostración de la existencia de Dios, que es muy imperfecta. Pues dicen ellos que es necesario que yo tenga una idea de Dios o de un Ser Perfecto, puesto que pienso en él, y que no podría pensar sin idea. Ahora bien, la idea de este Ser contiene todas las perfecciones, y la existencia es una de ellas; por consiguiente Dios existe… Pero como a menudo pensamos en quimeras imposibles, por ejemplo, en el número más grande, ese razonamiento es insuficiente. En este sentido, por lo tanto, puede decirse que hay ideas verdaderas y falsas, según si la cosa de la que se trate es o no posible. Y uno puede entoces presumir de tener la idea de la cosa cuando está seguro de su posibilidad. De esta forma, el argumento antedicho prueba al menos que Dios existe necesariamente, si él es posible. Lo cual es, en efecto, un privilegio de la naturaleza divina al necesitar tan sólo su posibilidad o esencia, para realmente existir. (Ens a Se).

Es válida la asociación entre carácter necesario y posibibilidad lógica... ¿no son estos términos más bien antitéticos???... Qué opinión te merece esta elipsis leibniziana para zafarse del argumento de San Anselmo???:


Voy con los dos enlaces alusivos:

1) Gottfried W. Leibniz:
“Tres Textos Metafísicos”:
“Extractos”

http://aquileana.wordpress.com/2009/02/09/gottfried-w-leibniz-tres-textos-metafisicos-extractos/

2) Denis Diderot: "La Religiosa":
b) ANEXOS: “Argumentos Ontológicos sobre de La Existencia de Dios”:
1) San Anselmo de Canterbury: “Argumento Ontológico sobre de La Existencia de Dios”:

http://aquileana.wordpress.com/2009/02/03/denis-diderot-la-religiosa/

Agradecería una copia de tu respuesta en el post de Leibniz de mi blog, dado tu profundo y exhaustivo conocimiento de este filósofo (sería para mi un gusto, realmente...)

Un gran saludo y gracias por compartir estos textos...

Aquileana :)