jueves, 24 de junio de 2010

La Providencia política




Este mundo, sin duda, ha salido de una mente muy distinta, a veces del todo contraria y siempre superior a los fines particulares que los mismos hombres se habían propuesto; estos fines restringidos que, convertidos en medios para servir a fines más amplios, ha obrado siempre para conservar la generación humana en esta tierra. Ya que los hombres quieren usar la libido bestial y perder sus partos, y establecen la castidad de los matrimonios, de donde surgen las familias; quieren los padres ejercitar sin medida los poderes paternos sobre los clientes, y les someten a los poderes civiles, de donde surgen las ciudades; quieren los órdenes reinantes de los nobles abusar de la libertad señorial sobre los plebeyos, y llegan a la servidumbre de las leyes, que establecen la libertad popular; quieren los pueblos libres librarse del freno de sus leyes, y llegan a la sumisión de los monarcas; quieren los monarcas, con todos los vicios de la disolución que les asegura, envilecer a sus súbditos, y les disponen para soportar la esclavitud de naciones más fuertes; quieren las naciones perderse a sí mismas, y llegan a salvar sus avances en las soledades, de donde, como el fenix, resurgen nuevamente. Quien hizo todo esto, fue mente, porque lo hicieron los hombres con inteligencia; no fue destino, porque lo hicieron con elección; no azar, porque perpetuamente, haciéndolas siempre del mismo modo, salen las mismas cosas.


Vico


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Todas las religiones y sectas tienen su ciclo, como las repúblicas, de monarquía vienen a república popular, y de ésta a uno pasa, luego a muchos y más tarde a todos, por la misma y diversas vías. Así, cuando las sectas llegan al ateísmo, nace la última malparanza del pueblo y el extremo de la ira de Dios, y retornan al bien penosamente. Cuando llégase a negar la providencia divina o la inmortalidad del alma, se padece reforma o cambio necesariamente, porque los pueblos y los príncipes pierden el freno de la conciencia, y aquéllos tórnanse sediciosos, y éstos, tiranos, y entonces a cualquier legislador bueno o no bueno reciben fácilmente con avidez, etc...


Campanella

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