Entre Dios y el azar elijo a Dios. El azar es como un milagro sin divinidad, un hecho bruto puro, un absurdo materializado. Sin embargo, resulta más sencillo atribuir lo azaroso a nuestra ignorancia que a la realidad en sí misma. De lo contrario, no sólo deberíamos asumir el azar de lo inexplicable, sino también el azar de lo explicable. Pues no hay un caos dentro de un orden, ni un orden dentro de un caos, sino que todo se compenetra.
1 comentario:
Eso que llamamos «caos» es un velo; pero tributario de La Ley.
La «incertidumbre» forma parte del juego; pues es imposible precisar exactamente las circunstancias que concurren en un hecho cualquiera, del mismo modo que no se puede precisar «a la vez» la posición y la velocidad de una partícula. Cosa que ayudó a ir comprendiendo que el curso de la evolución de un sistema, desde un estado que consideremos bien definido, no tiene porqué ser único. De ahí que si la consideramos representada por una línea, la realidad estará dada por un haz de curvas bien apretadas en el momento presente, pero que se abren a medida que quiera avanzarse en el tiempo... dejando cada vez más borrosa la definición de porvenir.
Las cosas no suceden o dejan de suceder: son forzadas continuamente a suceder, son forzadas a un resultado. Por tanto, aunque ninguna fuerza conocida es capaz de contrarrestar la tendencia a la disipación de energía (a la decadencia), lo que generalmente se conoce como «caos» o «azar» puede ejercer (y de hecho ejerce) la influencia inversa: sólo hay que mirar a la naturaleza; por lo que la fuerza siempre será, a la larga, “disipativa” y el caos siempre será, a la larga, “concentrativo”.
¿Y qué es lo que hace al «caos» fructífero...? Todo proceso iterativo exhibe una «conducta». Observemos que es al combinar el azar con ciertas reglas, cuando se producen puntos atraídos por alguna forma objetiva... y reconocible. El azar es fértil... pero siempre que haya sido inducido por la «ley»; siendo la «casualidad» el residuo forzoso de haber sometido un campo a la misma..., a la que, sin duda, deberá seguir rindiendo tributo. Salvo en los llamados 'agujeros negros' -y no porque no haya, sino porque no se conocen-, no hay ningún rincón en el Universo en el que no actúa alguna ley.
Cualquier situación dada, llegada al punto de no resistir más la situación conseguida, salta a una nueva, de mayor o menor grado, en función de los innumerables vectores que la rodean y condicionan. No es casualidad que una célula de un organismo salte de un estado a otro; o que un tornillo de un trasbordador espacial se rompa en mitad del despegue. Otro tema es que nadie pueda predecir, todavía, ni una cosa ni otra.
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