Había tomado Mégara Demetrio, el que recibió el sobrenombre de Poliorcetes; el filósofo Estilpón, al que preguntó si había perdido algo, le dijo: "Nada, todo lo mío lo llevo conmigo." Y sin embargo su hacienda había ido a parar al botín y a sus hijos los había raptado el enemigo y su patria había caído en manos extranjeras y el rey en persona, rodeado de las armas de su victorioso ejército, lo interrogaba desde su posición superior. Pero él le echó por tierra su victoria y demostró que él, a pesar de haber sido tomada su ciudad, quedaba no sólo invicto sino indemne; pues tenía consigo sus verdaderos bienes, de los que otro no puede tomar posesión; por el contrario, los que se llevaban desbaratados y despedazados no los consideraba suyos, sino accidentales y sujetos al imperio de la suerte. Por eso no los había apreciado como propios; pues la posesión de todo lo que se concentra en nosotros desde fuera es escurridiza e insegura.
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Más potente debe ser lo que hiere que lo que es herido; ahora bien, no es más fuerte la maldad que la virtud; luego el sabio no puede ser herido. Un ultraje contra los buenos no lo intentan sino los malvados: para los buenos hay paz entre ellos, los malvados son para los buenos tan perniciosos como entre ellos. Y si no puede ser herido sino el más endeble y de otro lado el malvado es más endeble que el bueno y los buenos no deben temer un ultraje más que por parte de sus contrarios, el ultraje no cae sobre el hombre sabio. Pues ya no tengo que recordarte que nadie hay bueno sino el sabio. "Si Sócrates", dice, "fue condenado injustamente, recibió un ultraje". En esta cuestión conviene darnos cuenta de que puede ocurrir que alguien me haga un ultraje y yo no lo reciba: igual que si uno pusiera en mi casa de la ciudad algo que hubiera robado de mi villa: él habrá cometido un hurto, yo no habré perdido nada. Puede alguien hacerse dañino por más que no haya causado ningún daño. Si uno se acuesta con su esposa igual que con la de otro, será adúltero, por más que ella no sea adúltera. Alguien me ha administrado veneno, pero al mezclarse con la comida ha perdido su poder: él se ha comprometido con el crimen por administrarme el veneno, aunque no me ha causado daño. No es menos asesino aquél cuya puñalada se evitó porque se interpuso la ropa. Todos los crímenes, incluso antes de su ejecución, quedan consumados por cuanto hay culpabilidad suficiente. Ciertas cosas son de esta naturaleza y se relacionan según la alternativa siguiente: la una puede existir sin la otra, la otra no puede sin la una. Intentaré dejar claro lo que digo. Puedo mover los pies aunque no corra: correr no puedo sin que mueva los pies; puedo, por más que esté en el agua, no nadar; si nado, no puedo no estar en el agua. De la misma suerte es también esto de que se trata: si he recibido un ultraje, es preciso que se me haya hecho; si me ha sido hecho, no es preciso que yo lo haya recibido. Pues pueden sobrevenir muchos accidentes que rechacen el ultraje: como alguna casualidad puede abatir la mano amenazadora y desviar los dardos arrojados, igual alguna circunstancia puede repeler cualquier ultraje y eliminarlo en pleno curso, de modo que haya sido hecho tanto como no recibido.
Séneca
¿Por qué el dios molesta a los mejores con una mala salud o con un luto o con otros inconvenientes? Porque en el campamento también las misiones peligrosas se encargan a los más esforzados: el comandante envía a los más selectos a que acometan al enemigo en una emboscada nocturna o exploren el camino o desalojen de su posición a una guarnición. Ninguno de los que salen dice: "Mal me ha considerado el general", sino "Bien me ha juzgado." Que digan lo mismo cuantos reciben la orden de sufrir casos que hacen llorar a los miedosos y cobardes. "Hemos parecido al dios dignos de ser en quienes se experimentara cuánto sabía sufrir la naturaleza humana."
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Hace tiempo quedó establecido de qué disfrutas, de qué te lamentas y, a pesar de que las vidas de los individuos parezcan ser variadas con grandes diferencias, el total viene a ser sólo esto: perecederos nosotros, recibimos bienes perecederos.
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'Pero nos caen encima muchas penalidades horrorosas, difíciles de tolerar'. Puesto que no podía yo sustraeros a ellas, armé vuestros ánimos contra todas ellas: soportadlas serenamente. Esto es en lo que aventajáis al dios: él está más allá del sufrimiento de las desgracias, vosotros por encima del sufrimiento. Menospreciad la pobreza: nadie vive tan pobre como ha nacido. Menospreciad el dolor: o se destruye o destruye. Menospreciad la muerte: o bien os da fin o bien os cambia de lugar. Menospreciad la suerte: no le he dado ningún venablo con el que pudiera malherir el espíritu.
Séneca
O tu vita felicissima! O regnum vere beatum, carens morte, vacans fine! Cui nulla tempora succedent per aevum: ubi continuus sine nocte dies nescit habere tempus; ubi victor miles illis hymnidicis angelorum sociatus choris cantat Deo sine cessatione canticum de canticis Sion, nobile perpetua caput amplectente corona. Utinam concessa mihi peccatorum venia, moxque hac carnis sarcina deposita, in tua gaudia veram requiem habiturus intrare. Utinam tuae civitatis praeclara et speciosa moenia coronam vitae de manu Domini accepturus ingrederer, ut illis sanctissimis choris interessem, ut cum beatissimis spiritibus gloriae Conditoris adsisterem, ut praesentem Christi vultum cernere, ut illud summum et ineffabile et in circumscriptum lumen semper adspicerem; sicque nullo metum mortis affici, sed de incorruptionis perpetuae munere laetari possum sine fine.
¡O tú, vida felicísima! ¡O reino verdaderamente bienaventurado, al que la muerte no alcanza, carente de todo término, donde no hay sucesión de tiempo ni de siglos: donde el día perpetuo sin noche no sabe lo que es el tiempo; donde incorporado en los coros angélicos el que acá ha militado y vencido, adornada su cabeza noble de corona eterna, le canta a Dios sin cesar el cántico de los cánticos de Sión! ¡Ojalá que yo, conseguido el perdón de mis pecados, luego que dejase esta carga de mi cuerpo, lograse entrar en tus gozos para descansar de veras! ¡Ojalá pudiera entrar en las excelentes y hermosas murallas de tu ciudad para recibir allí la corona de vida eterna de mano de mi Dios y Señor! E incorporarme en esos santísimos coros, y en compañía de los bienaventurados espíritus asistir a la gloria del Creador, mirar presente el rostro de Cristo, ver continuamente aquella suma inefable e inmensa luz; y de este modo no vivir angustiado con el temor de la muerte, sino poder alegrarme eternamente con el gracioso don de la incorrupción perpetua.
San Agustín