domingo, 17 de junio de 2012

Omnia mea mecum porto





Había tomado Mégara Demetrio, el que recibió el sobrenombre de Poliorcetes; el filósofo Estilpón, al que preguntó si había perdido algo, le dijo: "Nada, todo lo mío lo llevo conmigo." Y sin embargo su hacienda había ido a parar al botín y a sus hijos los había raptado el enemigo y su patria había caído en manos extranjeras y el rey en persona, rodeado de las armas de su victorioso ejército, lo interrogaba desde su posición superior. Pero él le echó por tierra su victoria y demostró que él, a pesar de haber sido tomada su ciudad, quedaba no sólo invicto sino indemne; pues tenía consigo sus verdaderos bienes, de los que otro no puede tomar posesión; por el contrario, los que se llevaban desbaratados y despedazados no los consideraba suyos, sino accidentales y sujetos al imperio de la suerte. Por eso no los había apreciado como propios; pues la posesión de todo lo que se concentra en nosotros desde fuera es escurridiza e insegura.

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Más potente debe ser lo que hiere que lo que es herido; ahora bien, no es más fuerte la maldad que la virtud; luego el sabio no puede ser herido. Un ultraje contra los buenos no lo intentan sino los malvados: para los buenos hay paz entre ellos, los malvados son para los buenos tan perniciosos como entre ellos. Y si no puede ser herido sino el más endeble y de otro lado el malvado es más endeble que el bueno y los buenos no deben temer un ultraje más que por parte de sus contrarios, el ultraje no cae sobre el hombre sabio. Pues ya no tengo que recordarte que nadie hay bueno sino el sabio. "Si Sócrates", dice, "fue condenado injustamente, recibió un ultraje". En esta cuestión conviene darnos cuenta de que puede ocurrir que alguien me haga un ultraje y yo no lo reciba: igual que si uno pusiera en mi casa de la ciudad algo que hubiera robado de mi villa: él habrá cometido un hurto, yo no habré perdido nada. Puede alguien hacerse dañino por más que no haya causado ningún daño. Si uno se acuesta con su esposa igual que con la de otro, será adúltero, por más que ella no sea adúltera. Alguien me ha administrado veneno, pero al mezclarse con la comida ha perdido su poder: él se ha comprometido con el crimen por administrarme el veneno, aunque no me ha causado daño. No es menos asesino aquél cuya puñalada se evitó porque se interpuso la ropa. Todos los crímenes, incluso antes de su ejecución, quedan consumados por cuanto hay culpabilidad suficiente. Ciertas cosas son de esta naturaleza y se relacionan según la alternativa siguiente: la una puede existir sin la otra, la otra no puede sin la una. Intentaré dejar claro lo que digo. Puedo mover los pies aunque no corra: correr no puedo sin que mueva los pies; puedo, por más que esté en el agua, no nadar; si nado, no puedo no estar en el agua. De la misma suerte es también esto de que se trata: si he recibido un ultraje, es preciso que se me haya hecho; si me ha sido hecho, no es preciso que yo lo haya recibido. Pues pueden sobrevenir muchos accidentes que rechacen el ultraje: como alguna casualidad puede abatir la mano amenazadora y desviar los dardos arrojados, igual alguna circunstancia puede repeler cualquier ultraje y eliminarlo en pleno curso, de modo que haya sido hecho tanto como no recibido.

Séneca

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