El bien máximo es por naturaleza universal y comunicable. El placer, en cambio, está encadenado a la sensibilidad del individuo y a sus juicios particulares.
Nos referimos al máximo bien como aquel que nos hace necesariamente mejores. Pero no juzgamos a alguien ser mejor por haber gozado más. Luego tampoco seremos de esta opinión con nosotros mismos.
Disfrutar de un bien que no merecemos, lejos de ennoblecernos, nos iguala a los ladrones.
Siendo el placer el bien sumo, lo será o en cualquier cantidad o en determinada cantidad. Si en cualquier cantidad, todo ser por el mero hecho de existir alcanza cierto grado de placer y, por tanto, el sumo bien; asimismo, por el mero hecho de morir, evita en adelante el dolor, esquivando el sumo mal. Si en determinada cantidad, es imposible que el placer sea el sumo, ya que siempre podrá concebirse un placer mayor al experimentado, por lo que a toda saciedad le sucederá inmediatamente el ansia y la incertidumbre. Por consiguiente, teniéndoselo por el mayor de los dones, el placer será ya un bien demasiado barato y al alcance de todos, ya uno demasiado caro y para todos inaccesible.