lunes, 7 de julio de 2008

Escala de la miseria


Plenitud. Lo anhelado es objeto directo de contemplación, queda al alcance de saborearse. Está permitida la interacción, la escucha, el tacto. El deseo se sacia.

Añoranza. La presencia se desprende de su esencia. Permanece lo ideal en sordina, a lo lejos, pero la autopercepción es, al fin, nítida. El mundo es estrecho y hay que huír de él.

Decepción. Lo arquetípico y lo mundano se disponen como opuestos. El bien y el mal luchan entre sí. La verdad se paga a precio de la vida.

Desesperación. Vence el caos y el universo se hunde en una existencia frustrada. Todo atisbo de virtud es falso, toda certidumbre es vana, salvo la de la muerte.

He descrito en pocas palabras aquello que los poetas clásicos llamaron las Edades del Hombre, a saber, Edad de Oro, de Plata, de Bronce y de Hierro.

En la Biblia, no obstante, no existe Edad de Oro duradera, pues lo anhelado para la plenitud toma una forma dual, disyuntiva: o la vida o el conocimiento. Tampoco existen estadios intermedios de degradación progresiva, y es la segunda generación de hombres una estirpe de asesinos.

La caída tiene dos momentos, la toma de consciencia y el olvido de sí.

Cuando el mortal muerde el fruto del saber, esto es, la subjetividad, disocia al noúmeno del fenómeno y empieza a vivir verdaderamente. La vergüenza conlleva el no reconocimiento en uno mismo, la inutilidad del conocer separado de la verdad. Perplejo y narciso, el hombre corre a esconderse: De Dios, mintiendo; del mundo, cubriéndose.

El diablo se declara enemigo de cualquier aspiración que arranque al hombre de su condición de animal humillado. Se enseñorea de la realidad y dispone el Reino de Dios sin Dios, fomenta la razón sin fines, difunde la vida sin sentido y extiende la muerte sin gloria. A la postre, sumido en la derrota, el hombre adora al diablo. Pero nada hay en su interior que le empuje a adorarlo, pues la seducción ha sido externa. Y puede salvarse.

4 comentarios:

Dark_Packer dijo...

Irichc dijo: La caída tiene dos momentos, la toma de consciencia y el olvido de sí.

Respondo: El catecismo dice, si no recuerdo mal: olvido de los beneficios de Dios, después ingratitud y finalmente desobediencia (rebelión).

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Son distintas perspectivas de una misma ciudad. Pero de hecho no estamos describiendo exactamente el mismo momento, ya que yo hablo de la caída y sus consecuencias históricas.

Atilio dijo...

La caída es un mito cuyo razón de ser es una explicación a la condición humana como era y parcialmente continúa a ser comprendida.
Actualmente se posee mucho mayor conocimiento de la realidad como para cambiar el paradigma.
"390 El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre (cf. GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres (cf. Cc. de Trento: DS 1513; Pío XII: DS 3897; Pablo VI, discurso 11 Julio 1966)" (tomado del catecismo de la iglesia católica).
Como se puede observar, el mito se autoconfirma gracias a otro mito: el de la revelación. Es uno de los tantos ejemplos de razonamiento circular que toda religión está forzada a efectuar.
Además de incluir el pecado original, una idea tan primitiva y errada que es candidata a ser la mayor de la tradición judeo cristiana, afirma el acontecimiento de un hecho histórico y lo posiciona temporalmente al "comienzo de la historia del hombre". Este momento histórico necesario sucedió, no hay dudas al respecto. Este es un caso claro de lo que decía arriba: que el paradigma cambió gracias a los avances de la ciencia que nos han explicado el proceso que va desde reacciones químicas básicas hasta la creación de tales mitos.

Heracles dijo...

Público, he aquí una pequeña acción discrepante: “ la tradición espiritualista debe de ser “maldecida”; es un “pecado” público bien aceptado; a vosotros me dirijo, los que sean espiritualistas; se nos presentan a veces de formas sorprendentes, sobre todo cuando alguien se escuda en el colectivo, como obligado, para arrojar sobre los demás los propios asesinatos sobre la individualidad; si no es envidia es arrogancia, es COMPLEJO DE NO PODER DEMOSTRAR QUE ELLOS SON LOS CAUSANTES DE LAS GENIALIDADES DE LOS GRANDES CREADORES Y ARTÍSTAS. Ellos sólo pueden ver lo que hay ahí; que sólo hacen ejercicio mirando; que audientes son en realidad.
Que vosotros emanéis de otros, vosotros explicaréis de quién, os justifica ante vosotros mismos. No ante los demás; no hagáis creer lo contrario. La estructura de vuestra creencia está muy definida”.