martes, 1 de julio de 2008

Respuesta a la respuesta


La única manera de oponerse a un mundo feliz, a esa anti-utopía, es creer que el hombre, por su naturaleza, no debe ser obligado, empujado, aunque ello sea con la hipotética busqueda de una mayor felicidad. Pero es más, si nada es un fin, y todo es un medio, y todo es un medio si no existe por sí, y no sólo en función de unas determinadas leyes naturales, ¿cómo oponerse a que todo sea sometido a planificación, interés, producción, utilidad, en una racionalidad pragmático-técnica? Pero si vemos, o entendemos, una realidad trascendente, espiritual, de nosotros mismos, también la deberíamos entender sobre aquellos que comparten nuestra naturaleza, es decir, sobre el resto de los hombres, y por tanto, en nuestro proceso de conciencia como auto-conocimiento deberíamos entender no sólo cómo actúamos con respecto a nosotros mismos sino también cómo actúamos con respecto a los demás.

Jose Luis González


No hay felicidad sin libertad. Ésta es una de las concepciones más características de nuestro tiempo y está, en cierta manera, reflejada en la Escritura, en el texto fundacional que constituyen los primeros capítulos del Génesis. La felicidad inconsciente, mera satisfacción de las pasiones, sería una felicidad inauténtica, sometida al fraude y al autoengaño. El desconocimiento del Dios personal da lugar a la fusión monstruosa de lo animal y lo divino en el mismo hombre (no en las criaturas de su entorno, como cree Gustavo Bueno), a la depredación. El precio de la libertad es el crimen.

Difícilmente se hablará de una Edad de Oro en la literatura revelada cuando en ella la estirpe de los humanos es maldita con el descubrimiento de su desnudez. Adán y Eva pudieron contar con la gracia, pero fue una gracia insuficiente, desmentida por las obras y ajena al plan de Dios (contra la opinión de Calvino). El pecado original provoca el embotamiento de la inteligencia práctica, la explotación del hombre por el hombre y el apremio de las leyes. Así, una pequeña desobediencia conduce a la esclavitud, que es como debe llamarse a toda libertad infeliz, pues mediante la misma se trueca el yugo suave de Dios por el del trabajoso dominio de la Tierra y el desafío a la naturaleza.

Cristo doma al tigre y Nietzsche lo cabalga. El Übermensch de Nietzsche es el hombre como medio para sí mismo, el hombre in-finito. Su libertad y su vida nada valen. Su felicidad no consiste en actualizar potencias, sino en ser en acto, uno solo con el devenir, y en arrastrar al universo en lugar de extinguirse en él (budismo) o situarse frente a él (judeocristianismo). El individuo nietzscheano se define en oposición a la masa infeliz, mientras que el cristiano la rechaza en la medida en que ésta no sabe lo que se hace.

Ahora bien, la desventura de los infrahombres de Nietzsche es dialécticamente necesaria (aspirar a lo contrario es igualitarismo), pero la de los impíos resulta contingente y hasta inexplicable. Es el fruto de un error que admite subsanación y que debemos abandonar, conociéndonos primero y, acto seguido, sorteando los escollos de una felicidad cautiva y una libertad desdichada.

4 comentarios:

simbol dijo...

Cuando tengas tiempo, leéte esto completo. Es de un teólogo. Pero si aun así, tu desacuerdo te impide leerlo todo, lee al menos la parte donde se habla de la consciencia.

simbol dijo...

Y aquí tienes a un teólogo católico, un peso pesado, dándonos palos a los ateos. Me encntaría conversar con él.No te lo pierdas.

http://www.salon.com/books/feature/2007/12/18/john_haught/index.html

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Gracias por los enlaces, simbol. A ver si les echo un ojo mañana.

Heracles dijo...

En este escrito veo:....desconfianza en el instinto; creencia en el instinto como lo irremediable; la creencia en que todo el mundo debe ser creyente; creer que "el precio de la libertad es el crimen" sólo es consecuencia de lo anterior...y de una unión mística con la víctima, acorralada por otra parte no por los libres depredadorees sino por los "sujetos" cristiani. Creencia en un plan divino en desacorde con lo humano; creencia en qu el dominador es el que fornica y en que el "señor" manda siempre sobre los esclavos que obedecen; creencia negativa en la anhelada sintonía de los conceptos libertad y felicidad;pierde el sentido del espacio: "la amplitud del espacio comprendido entre la suprema felicidad y las más honda desdicha sólo se ha construido con ayuda de las cosas imaginadas; este tipo de sentido del espacio, como consecuencia, se ha ido reduciendo cada vez más bajo el influjo de la ciencia; igual que hemos aprendido y seguimos aprendiendo de ella a percibir la tirra como algo pequeño", Aurora 7.-A estos los llamo "los inconscientes del instinto".
Todas la potencias están actualizadas; Nietzsche no piensa el in-finito: "¿Acaso le alentaba secretamente a ello mi sabiduría, mi riente y despierta sabiduría del
día, que se burla de todos los «mundos infinitos»? Pues ella dice: «donde hay fuerza, allí
también el número se convierte en dueño: pues tiene más fuerza».", de los tres males, "Así h...". Llegar a "superhombre" no es un estado, como el que se hace líquido; es el "sentido de la tierra", y Nietzsche sólo lo enseña; las esperanzas sobreterrenales ("prólogo del Zaratustra, 3")son envenenadoreas, lo sepan o no: "Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la
tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!"
En el superhombre se sumergen los desprecios de los hombres prometedores del rescate del pecado; los que hacen gritar a la multitud pidiendo de nuevo tragedias, la moral del sufrimiento voluntario (ver Aurora 18),que empuja al especetador al afán de Einfühlung voluntaria porque no sabe lo que se hace; el individuo nietscheano no existe, Nietsche ya murió; sólo el creador se convierte en impío para sí mismo, no para nadie, precisamente para tomar posición: "Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y
un impío y un malvado.
Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes
no te hubieses convertido en ceniza!
Solitario, tú recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para
ti un Dios!", no hay fusión monstruosa animal y divino, a no ser en la promesa primordial sobreterrenal.