lunes, 8 de junio de 2009

No sé nada




Cualquier criterio que se elija para definir a un ser vivo a efectos jurídicos errará si no toma la misma vida individual como base. El de no avanzar o hundirse en el fango es un falso dilema, existiendo la posibilidad de desecar el pantano. En caso contrario, no es pequeño peligro el de establecer falsas fronteras. Situando la humanidad en la facultad intelectiva se defiende la inteligencia (y su opuesto es digno de muerte); ubicándola en la sensitiva, se protege socialmente la sensibilidad (y su opuesto es digno de muerte); vinculándola a la apariencia antropomorfa, es una cierta estructura ósea la que queda al amparo de la ley (y su opuesto es digno de muerte). En todas estas variantes de una misma actitud arbitraria la categoría de lo humano queda difuminada en consideraciones adyacentes y superfluas.

Tal opinión no es nueva, y ni siquiera debe considerarse una "superestructura" de los cambios acaecidos respecto a los roles sexuales en Occidente. Es pura ideología. Descansa sobre el nihilismo, que tiene al hombre por una mera superposición de capas sin núcleo, un constructo del tiempo y del entorno o un artilugio hermenéutico; un ser amorfo y fáustico, que nunca llega a ser porque nunca es, que trueca el alma por la avidez de experiencias y conquistas; un espiral, pues, que gira sobre su propio vacío y se expande indefinidamente, sin cerrarse nunca sobre sí. La burguesía romántica no va a abandonar esta idea, dado que integra su mito fundacional de la autodeterminación y la infinita potencia. No es, entonces, una cuestión de derechos sujetos al consenso, sino de la visión del mundo por la cual el derecho debe ser consensuado -esto es, imaginado- y no natural -impuesto o asumido. En este sentido, la alternativa teocrática, que toma al cuerpo por lo que es y no por lo que puede ser, coincide, como se verá, con la materialista.

Un cuerpo es un agregado de partes lo bastante homogéneas como para formar unión duradera. El cuerpo según el teólogo es el ser-hecho en virtud del acto irrepetible de la Creación, mientras que para el ateo es bien el no-ser-haciéndose (nihilismo), bien el ser-haciéndose (panteísmo). El conocido "no sabemos lo que puede un cuerpo" (Spinoza) puede leerse también como "no sabemos lo que es un cuerpo". No lo sabemos desde el momento en que renunciamos a la ruptura que implica el individuo para sumergirnos en el abismo del continuo, donde todo remite a todo y la ciencia es virtualmente imposible.

La sabiduría no nace con el conocimiento, sino con la prudente abstención de exceder la propia medida. Ahora bien, la medida del hombre es la vergüenza, y nada hay más allá de ella que pueda llamarse humano. La vergüenza, a su vez, es la contención del ser frente a su falsa conciencia, al tiempo que conlleva el despliegue del reverso sociable y reactivo de la vida inocente. Resulta hasta cierto punto lógico -y con ello sólo quiero decir que no es casual- el que los enemigos de la vergüenza lo sean de la inocencia, y viceversa. Creer que la vergüenza misma es vergonzosa es la pirueta sofística de los libertinos, que encierra una autocontradicción obvia y, en términos hegelianos, una negación de la negación. Tal es la mentira, paralela a aquélla, que sostiene que la inocencia es culpable, habida cuenta que no sabe y no juzga. Con todo, saber no fue nunca una liberación, mas el inicio del largo trabajo que toma el desengaño. Es por ello, según Sócrates, que el alma comprende el mundo sin comprenderlo y el mundo no comprende al alma comprendiéndola.

2 comentarios:

simbol dijo...

El problema de ustedes los creyentes es la soberbia. Su idea infantil de que el hombre es una creación de alguien al que llaman Dios los lleva a pensar que el hombre es un ser especial, porque obviamente es el producto deliberado, según ustedes de ese ser también especial (dios).

Si por el contrario abandonaran sus insustentadas ínfulas y admitieran humildemente que no somos otra cosa que un animal mas avanzado que el resto, muchos de sus problemas teológico-filosóficos desaparecerían instantáneamente.

Pero los comprendo: una vez que se adquiere una adicción es difícil abandonarla y siempre se buscará justificarla.

Autodidacta dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con simbol.

Saludos