domingo, 18 de abril de 2010

Impia fraus


El constitucionalismo es la ficción según la cual decenas de millones de hombres están de acuerdo en las cuestiones políticas fundamentales durante un periodo indefinido de tiempo, que por lo general abarca toda su vida. Hacer depender el orden jurídico de una mentira tan obvia me parece en extremo más peligroso que fundamentarlo en una religión medianamente razonable y, por tanto, razonablemente creíble.

5 comentarios:

Valentin Ibarra - (acertijo) dijo...

Ok. Pero convengamos que la organización social e institucional es necesaria (fundamental para contener el pluralismo que vive dentro de una sociedad). De otro modo lo que se está planteando es una teocracia, en el sentido menos amable de la palabra.
Saludos.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Sin duda, pero tal organización no ha de plantearse como el fruto del consenso de un ente soberano consigo mismo. Siempre hay algún tipo de orden constitucional, aunque sea tácito o esté implícito en normas secundarias. En última instancia depende de consideraciones metafísicas, por más mediatizadas que puedan estar, y no de absurdos actos de autodeterminación.

Miserere mei Domine dijo...

Totalmente de acuerdo. Una sociedad se construye y avanza si tiene cimientos firmes y objetivos claros.

Saludos :)

Masgüel dijo...

La autodeterminación política, que efectivamente parte de presupuestos metafísicos y conduce a ficciones tales como el consenso constitucional, es una creencia compartida incluso por más ciudadanos que las religiones institucionales, que para muchos no son ni medianamente razonables, ni razonablemente creíbles. Lo bueno es que no son creencias incompatibles, salvo para interpretaciones extremadamente dogmáticas y autoritarias de tales religiones.

Clandestino dijo...

Cuando se descubre la falsedad de una creencia o fe, no necesariamente se corrige huyendo de ello hasta el máximo opuesto posible. Puede ser que la verdad se encuentre compartiendo espacios con la mentira y que nuestra estampida produzca la terrible consecuencia de no encontrarla jamás.

El consenso, la autodeterminación o la ley vehiculan interes espurios y raramente coinciden con la verdad. Ninguna son la verdad. Ambas niegan el espacio para el equilibrio ya que este nunca está en ningún extremo.

El fiel de la balanza decide cual es y donde se encuentra en cada momento. Es el referente. Es donde hay que mirar. Es donde hay que buscar.

El subjetivismo que rige la libertad, ocupando un platillo y el respeto al derecho ajeno ocupando el otro, mantienen el fiel en su exacto lugar.

Todo equilibrio requiere del esfuerzo y atención responsable.
Sin libertad y sin derecho, no queda nada. La libertad como valor supremo, superior al de la vida, necesita nutrirse en la dignidad del derecho.

Si ponemos luz a eso, siempre sabremos hacia donde hemos de dirigirnos.