La pena de muerte nos parece inhumana porque se aplica a seres que la sociedad ha dejado de considerar humanos. En este sentido, no es causa de la deshumanización, sino consecuencia de la misma, en tanto que remedio para ella. Se prueba como sigue.
No existen derechos omnímodos, y el de la vida no debe ser una excepción. De serlo se privaría a la sociedad de medios legítimos de autodefensa que ésta permite al individuo en ciertos casos. Ahora bien, ¿cómo podría la sociedad permitir eventualmente algo que le está prohibido absolutamente? Y si fuera una facultad primaria anterior a toda constitución social, ¿por qué tendrían los hombres que renunciar a ella una vez organizados en comunidad?
Además, si el hombre no tiene derecho a nada que la naturaleza no le conceda, tampoco entonces a no morir. Invocar a Dios y el don de la vida no sirve en este caso, ya que también son de Dios y están vivos los animales que devoramos. Ni procede apelar a la moral, pues, dado que una existencia indigna no perjudica menos al ofensor que al ofendido, se favorece matando a quien vive mal antes que dejándolo vivir, si no quiere corregirse. De negar la premisa, estaríamos afirmando que el crimen puede hacernos bien, de donde se seguiría que la sociedad, que por principio excluye el crimen, se opone al bien individual para favorecer el egoísmo de la mayoría, lo que es absurdo.
La pena de muerte puede ser proporcional cuando protege a bienes equivalentes a aquellos de los que dispone. Luego es justa por su propia noción, aunque la sociedad se reserve la prerrogativa de indultar. Sin embargo, si presuponemos que la sociedad está obligada siempre al perdón, asumimos con ello que hay algo de injusticia en la noción de la pena, con lo que negamos la equivalencia de los bienes y, por tanto, la igualdad de los hombres. Por el contrario, si se reconoce la justicia de un castigo así, habrá de admitirse que es ejemplar y útil; y si, en fin, nada es más útil a una república que el mantenerse constante en sus resoluciones, sólo la fuerza mayor mediante excepción motivada facultaría a la autoridad para anular dicha pena.
10 comentarios:
Antes de enrredarme prefiero citar al amigo Marco Aurelio que es mucho más directo "El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele".
Mira los Estados Unidos, tienen Pena de Muerte y eso les ayuda a disuadir a los asesinos, por ejemplo.
Es mejor intentar corregir desde la base, el problema es que a esta sociedad la educación se la trae al pairo.
Es una opción, pero el hecho de haya inocentes que pagen el pato no es un plato de buen gusto.
Pienso de todas formas que los derechos humanos son los menos humanos de todos los derechos porque no dejamos de ser animales, pero también es verdad en ese sentido habría que abandonar cualquier resquicio de racionalidad.
La virtud está en el medio, habrá que conjugar las dos vertientes, la mente, y la biología.
"¿eso les ayuda a disuadir a los asesinos?" Eso es lo que quería decir.
El derecho a la legítima defensa nos habilita a repeler la fuerza de nuestro atacante causándole daños similares a los que recibimos o íbamos a recibir de él. Pues bien, puede que yo sea demasiado flaco para contrarrestar a quien así me asedia, pero ¿perderé por ello mi derecho? Lo mismo vale en el caso del Estado, que jamás erradicará por completo el crimen ni aspira a ello, pero tiene con todo pleno derecho a seguir intentándolo si logra con eso alguna mejora.
Es cierto que la educación y la religión ayudan en gran medida a la contención de las pasiones y la pulcritud de las costumbres. No obstante, no basta con que el hombre conozca lo justo para que se abstenga de cometer injusticias, y no cabe culpar sólo a factores ambientales o biográficos. Nadie resta méritos a un héroe alegando lo muy favorecido que estuvo en su niñez o la excelente educación de la que disfrutó. Si a éste le imputamos la virtud sin más, obviando todo antecedente y circunstancia, ¿por qué a los otros se les regatea el vicio?
Respecto a que haya errores y paguen inocentes, sucede con todas las penas, y todas son irreversibles desde el momento en que se aplican. La única diferencia, insignificante en mi opinión, es que sólo la pena de muerte excluye la posibilidad de indemnización al afectado por una sentencia errónea. Pero ¿cómo indemnizar a quien ha pasado quince años en prisión?
En suma, soy partidario de utilizar sólo la pena de muerte contra el crimen organizado y contra reincidentes en delitos de sangre. En el primer caso, porque representa una amenaza actual para la sociedad en tanto que cuerpo, al cuestionarla políticamente o promover la violación de sus leyes. En el segundo caso, porque no da lugar al perdón ni a la esperanza razonable de reforma. Oponerse a la pena de muerte "por principio" me parece puramente sentimental, es decir, irracional.
La abolición de la pena de muerte es algo muy reciente y local, por reacción frente a los regímenes totalitarios del siglo pasado que la emplearon para eliminar a la disidencia. La Antigüedad, en cambio, la ha contemplado en términos generales en sus ordenamientos. Fue a mediados del siglo XVIII cuando Beccaria publicó su famosa obrita con las reflexiones sobre la certeza y la gravedad de la pena a efectos disuasorios. Pero, o Beccaria es un embustero, o se contradice sin percatarse. Ya que, si la cadena perpetua es más gravosa para un criminal que la pena de muerte, y por tanto más útil para refrenarlo, según cree este autor, ¿qué clase de compasión es ésta que elige para el reo lo que más le disgusta y se recrea en la tortura del recluso hasta su muerte natural?
La verdad no existe, así que cada uno tiene la suya, para ir todos contentos. Por lo tanto, si la verdad no existe, no hay unos derechos que la humanidad deba descubrir, sino que los derechos son los que nos concedemos por la fuerza de la mayoría.
Vivimos en una sociedad donde no existe el derecho a la venganza mortal, por lo que no puedes invocar tal derecho, no aquí.
La mayoría de la gente, en esta sociedad, no queremos poder ejercer ese derecho de venganza, sino evitar que suceda lo que puede provocar tener la necesidad de tal derecho. Los países más seguros no tienen pena de muerte.
Veo que te da igual que te condenen 15 años injustamente o que te condenen a pena de muerte equivocadamente; a mí no me da igual, y puestos en lo malo, prefiero lo menos dañino.
Si de lo que se trata es de ir convenciendo a la gente, me da la sensación de que sólo los ya convencidos lo harán.
El derecho a matar sí existe, como ya he comentado. Se reconoce en determinados supuestos de peligro actual y suficiente. Desde aquí se infiere por analogía la potestad soberana sobre la vida y la muerte, pues la sociedad no es indestructible y posee antes que cualquier individuo el derecho -o más bien la obligación- de defenderse. Que no ejerza plenamente dicho derecho no implica que renuncie a él, sino que lo retiene.
No creo que quepa dudar de que la vida humana es un valor supremo sólo mientras permanece en la inocencia. La sociedad surge precisamente para excluir a la clase de hombres dados a la transgresión del bien público. Privándoseles de la libertad, se les niega el atributo humano por excelencia, que es el de la razón. Luego de facto se les disminuye la humanidad, ya que se suprimen las libertades básicas que definen a ésta y la distinguen de la condición bestial. Ahora bien, si la humanidad es en términos punitivos una cuestión de grado (se es más o menos humano, y por tanto más o menos libre, según se sea más o menos culpable y se esté en mayor o menor medida arrepentido, todo ello en función de la gravedad del crimen), entonces el derecho a la vida también puede degradarse en el reo y no es inalienable.
El derecho a matar (es decir el permiso social) está sujeto al derecho a proteger la propia vida y la de los suyos; pero no a la venganza (no se le va a devolver la vida a nadie matando). Así pues, insisto, en nuestra sociedad no existe el derecho a la venganza de muerte, y menos aún a través de los poderes públicos.
La vida humana no es un valor supremo, ni siquiera un valor por encima de la vida de los demás seres vivos. Es un valor impuesto por la fuerza (del hambre, por ejemplo); es un valor que nos otorgamos, como principio básico para la perduración del grupo. No hay nada supremo en lo que hacemos ni en lo que somos; tan sólo es una cuestión práctica de cohesión social (aunque entre los implicados exista una emocionalidad que lo envuelva todo), y para ello habrá diferentes estrategias (unas con pena de muerte y otras sin ella). No hay derecho o supremacía en lo humano, por encima de lo humano; que los humanos deban descubrir. La verdad no existe, más que en su forma relativa. Y está demostrado, que las estrategias sociales sin pena de muerte funcionan mejor que las que la contienen.
La sociedad no surge para excluir a los transgresores del bien público; surge como necesidad de supervivencia (el individuo necesita al grupo), y la necesidad de controlar a los que ponen en peligro al grupo surge después, como respuesta para lograr una sociedad más segura, y por lo tanto más estable y productiva. Nuevamente, vuelvo a repetir que los países más seguros y estables y productivos son los que no tienen pena de muerte.
No es cierto que por encerrar a nadie en la cárcel se le prive de ninguna condición humana. La libertad, entendida en términos filosóficos o morales, no le es reprimida a nadie; tan sólo de forma física, y ésta no rebaja en absoluto la condición humana del reo. La humanidad no es una cuestión de grados; se es no humano, punto. No soy menos humano por pagar una multa que antes de hacerlo.
El derecho a la vida o el castigo con la pena de muerte, no es una cuestión de razón semántica, sino que es una cuestión de mayorías sociales. Y aquí, a la mayoría, nos parece mejor que no haya pena de muerte.
en nuestra sociedad no existe el derecho a la venganza de muerte, y menos aún a través de los poderes públicos.
Al contrario, sí existe y sólo reside en la autoridad soberana. Si reconocemos la potestad pública de la venganza en términos genéricos, como de hecho se hace al transferir la autotutela, no caben más límites que los que se derivan de dicha transferencia tácita, a saber, que los castigos se apliquen con justicia. Prohibir la pena de muerte de forma absoluta implica considerarla absolutamente injusta (lo que requiere prueba), o bien obliga al poder constituyente a abstenerse de algo que no repugna a la razón, y por tanto a prescindir de la razón misma (lo cual es peligroso).
Es [la vida humana] un valor impuesto por la fuerza
Por la fuerza de la lógica. Sin el derecho a la vida, que tenemos por naturaleza, todo derecho derivado es vano, ya que no podría ejercerse de no vivir.
la necesidad de controlar a los que ponen en peligro al grupo surge después
Exactamente un minuto después.
La libertad, entendida en términos filosóficos o morales, no le es reprimida a nadie
Te equivocas. La reinserción se basa en la esperanza de operar un cambio moral en el reo mediante su represión y vigilancia.
La humanidad no es una cuestión de grados
En términos morales no lo es. En términos políticos sí, ya que se fija un estándar de humanidad.
Y está demostrado, que las estrategias sociales sin pena de muerte funcionan mejor que las que la contienen.
No, no lo está. En unas sociedades la pena de muerte será eficiente y en otras no, o lo será menos. No hay estrategias políticas universales, salvo tal vez para los que se autoproclaman progresistas.
aquí, a la mayoría, nos parece mejor que no haya pena de muerte.
Yo no he dicho que sea necesario, ni siquiera oportuno, instaurar la pena de muerte en España (y ello al margen de lo que piense la mayoría, que me trae sin cuidado). Pero, si se hiciese, moralmente no tendría nada que objetar.
Iba a escribir un comentario más largo, dando mi opinión respecto a la pena de muerte, pero se ha borrado, así que aprovecharé para comentar otra cosa y quizás otro día reescriba el comentario.
" Privándoseles de la libertad, se les niega el atributo humano por excelencia, que es el de la razón."
Hay que tener cuidado estableciendo relaciones. Esta aseveración es falsa e injustificable. ¿Desde cuándo al privarse de libertad se priva de razón?¿Son dos conceptos directamente relacionables?
Sí, se pueden relacionar, puede haber gente privada de razón a la que se priva de libertad (en psiquiátricos, por ejemplo) o gente a la que se priva de libertad y pierde la razón. En el resto de casos esto no se cumple. A un preso no se le priva de su razón en la cárcel, entre otras cosas puede leer, estudiar, escribir, hacer deporte, actividades...de hecho, podríamos decir que en cuanto a las cosas que puede hacer, van más allá de una persona que ha tenido un grave accidente y no puede moverse de la cama de su hospital. Este último sujeto está privado de la libertad física más que el preso y no pierde la razón. Otro caso aún más directo con el del preso: ¿al cubano o al norcoreano se les ha privado de razón?
"Luego de facto se les disminuye la humanidad, ya que se suprimen las libertades básicas que definen a ésta y la distinguen de la condición bestial"
¿Es una bestia el enfermo del hospital o el niño castigado? Me parece que no.
"se es más o menos humano, y por tanto más o menos libre"
Aquí veo otra relación directa cuestionable. Cambiemos libre por guapo, por feliz o por religioso. Quizás la libertad en cierto sentido, se relacione con la humanidad, pero desde luego que no en una relación simple y directa directa como la que se hace aquí. Es como decir que un cubano o un norcoreano, por volver a dos regímenes dictatoriales que evidentemente privan de libertad a sus ciudadanos, no fueran tan humanos como el resto.
La pena de muerte es la más injusta de todas las penas. La muerte es un inmerecido idulto a su castigo. Alguien que merece ser condenado a la pena de muerte no merece eludir el castigo, a cambio de la vida.
Debe reparar el daño y pagar su culpa. Para ello debe vivir.
El mal reside en el estado que en lugar de promulgar leyes por justas, y perseguir aplicándolas al crimen con todo su rigor, promulga leyes criminales con las que se anexiona el crimen dándole legitimación, amparo y cobijo en el estado.
Si algún día logramos disfrutar del estado de derecho que pagamos y de la democracia que lo controle y garantice, es probable que la justicia evite las numerosas muertes de "fascistas" inocentes y sean debidamente castigados sus asesinos -tanto los políticos "honorables" como sus pistoleros a sueldo- durante largos años de duras penitencias.
Pero de momento eso es una utopía sobrevolando inalcanzable sobre naciones serviles, que pagan su cobarde omisión a precio de oro y sangre.
La 'democracia' española va de la mano del crimen organizado en el estado, de asesinos impunes y de masacres sin resolver. No hay inocentes en una nación que omite el ineludible deber de impedirlo.
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