martes, 14 de septiembre de 2010

De la relación entre el alma y el cuerpo


Definiciones.

El alma es la substancia simple de lo que actúa.

El cuerpo es la máquina a través de la cual la acción tiene lugar en el mundo visible.

Proposición.

La acción de un cuerpo se predica de una de sus partes antes que de la totalidad de las mismas.

Demostración.

Al actuar el organismo subordina las partes menos aptas para una función a las más aptas, permaneciendo las primeras inactivas en relación a dicho acto. Así, un cuerpo totalmente activo resulta una quimera.

Axioma.

La causa, igual al efecto pleno, es siempre mayor que el efecto tomado en cualquiera de sus partes.

Hipótesis 1.

Lo simple es causa de lo complejo.
Luego lo simple es mayor que lo complejo en tanto que complejo, esto es, tomado en cualquiera de sus partes (dividido).

Hipótesis 2.

Lo complejo es causa de lo complejo.
Luego lo complejo es incausado y causado.
Ergo, lo complejo es mayor que lo complejo.

Conclusión.

De la segunda hipótesis se sigue un absurdo manifiesto, por lo que -a tertium non datur- la primera hipótesis es la verdadera.

Si lo simple es mayor que lo complejo y causa suya, toda acción que se predique de lo complejo puede y debe predicarse de lo simple (o de cierta especie de simplicidad). Dicho de otra manera, no hay en las realidades corpóreas nada material sin trasunto espiritual, y viceversa.

Corolario.

Se ha demostrado por reducción al absurdo que lo complejo no puede ser causa de lo complejo, si la causa es siempre mayor que el efecto tomado en cualquiera de sus partes (lo que tengo por axiomático). Ahora bien, el movimiento es complejo y se predica de una parte del cuerpo antes que de todas (extremo éste que también doy por probado). Luego, si la materia del cuerpo mueve todo el cuerpo como unidad, igualándose causa y efecto pleno, dicha materia no puede ser causa de lo complejo del cuerpo, esto es, de cualquiera de sus movimientos locales, a no ser que resulte mayor o más compleja que ellos. De lo contrario, el axioma de la igualdad entre causa y efecto quedaría destruido, al ser el cuerpo causa de su propio movimiento, es decir, causa y efecto a la vez, mayor y menor a un tiempo.

Así pues, el único modo de zafarse de la paradoja es admitir que el cuerpo transmite el movimiento de una parte a otra del organismo, y que la parte transmisora es siempre mayor en complejidad que la parte receptora. Esto nos conduce a un regreso al infinito en una cadena de transmisiones de mayor a menor complejidad, sin llegar nunca a un término. No obstante, la materia es homogénea en su complejidad, por lo que la solución se descarta. Además, dado que se da una capacidad motriz mucho menor en las terminaciones nerviosas o en las neuronas (meras excitaciones eléctricas) que en la fibra muscular, se concluye que no hay una auténtica causalidad entre las distintas partes del cuerpo, sino una correlación de efectos coordinada por una instancia superior.

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