Spinoza demuestra mediante dos axiomas que la causa es siempre superior a su efecto, proposición que también sostuvo Proclo en sus Elementos de teología y que he empleado en algunos de mis argumentos. Así, Spinoza escribe (Principios de filosofía de Descartes):
Axioma 7. Ninguna cosa ni ninguna perfección actualmente existente de una cosa puede tener la nada o una cosa no existente por causa de su existencia. Este axioma es tan claro para nosotros como lo es yo soy pensante, según he demostrado en el escolio de la proposición 4.Axioma 8. Cuanto hay de realidad o perfección en una cosa existe formal o eminentemente en su causa primera y adecuada. Por eminentemente entiendo que la causa contiene toda la realidad del efecto más perfectamente que éste; por formalmente, en cambio, que la contiene exactamente igual que él. Este axioma depende del anterior, ya que, si supusiéramos que en la causa no hay nada del efecto o hay menos que en él, entonces lo que es nada en la causa sería causa del efecto. Ahora bien, esto es absurdo (por el axioma precedente). De ahí que no cualquier cosa puede ser causa de un cierto efecto, sino precisamente aquella en la que existe eminentemente o, al menos, formalmente toda la perfección que hay en el efecto.
En base a esto, Spinoza concluye que las perfecciones de la materia deben estar en Dios, que es su causa primera y adecuada (Pensamientos metafísicos, capítulo 2):
Las criaturas están eminentemente en DiosDios contiene eminentemente lo que se halla formalmente en las cosas creadas, es decir, Dios posee atributos tales que en ellos se contienen de forma más perfecta todos los atributos creados (véase Parte I, axioma 8 y proposición 12, corolario 1). La extensión, por ejemplo, la concebimos claramente sin ninguna existencia; y por eso, como no tiene por sí misma ninguna fuerza para existir, hemos demostrado que fue creada por Dios (Parte I, proposición última). Y, puesto que en la causa debe haber, al menos, tanta perfección como hay en el efecto, se sigue que todas las perfecciones de la extensión deben estar en Dios. Pero, como después hemos visto que una cosa extensa es, por su propia naturaleza, divisible, es decir, que contiene una imperfección, no pudimos atribuir extensión a Dios (Parte I, proposición 16). Por consiguiente, nos vimos forzados a confesar que en Dios hay algún atributo que contiene de modo más excelente todas las perfecciones de la materia (Parte I, proposición 9, escolio), el cual puede hacer las veces de la materia.
Pues bien, aunque Spinoza no lo explicite, esta perfección de la materia que hace las veces de la materia sin contener sus imperfecciones, esto es, sin ser divisible, sólo puede ser el obrar, ya que sólo el que obra existe, y tanto más existe cuanto más obra, y no puede darse en nada un semiobrar o un cuasiobrar. Por consiguiente, en base a los mismos principios y razonamientos de Spinoza, es falso que Dios sea material en el sentido de ser extenso y divisible. Dios es material sólo en el sentido en que la materia es obrante, a saber, sólo en tanto que la extensión radica en un extenderse, en un permanecer o en un resistir u oponerse a lo que le es contrario.
En efecto, si la sustancia infinita de Dios es perfecta y el movimiento local conlleva división, limitación y finitud, así como la concurrencia de los accidentes que le son propios, la extensión no puede identificarse sin más con Dios, aunque esté formal y eminentemente en su esencia. Una divinidad limitada no sería concebible por sí misma, lo que va contra su definición; y una multitud de divinidades concebibles por sí mismas conllevaría la existencia de más de un ser necesario, lo que es absurdo. Spinoza parte del axioma según el cual en la idea o concepto de cualquier cosa se contiene su existencia, lo que equivale a decir que todo lo que existe es verdadero, entendido como no contradictorio, pues si no lo fuera no sería un concepto concebible. Luego, si el concepto de Dios es el ser máximo y en él no se dan contradicciones, tal concepto conlleva la existencia necesaria, la cual, como hemos visto, es una existencia inmaterial, carente de toda extensión.
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