Si la parte es posible, el todo participado por la parte es posible, considerado que sin todo no hay participación y sin participación no hay parte. Asimismo, si lo que está en potencia es posible, también es posible lo que está en acto, ya que lo que está en potencia depende de lo que está en acto. Por ello, lo que puede ser movido depende de lo que ha de transmitirle el movimiento; por lo que, si es imposible que el motor sea, también lo es que algo pueda ser movido.
Toda causa es un todo para su efecto, que es su parte; y todo todo es una causa para su parte, que es su efecto. Este principio es válido para las causas esenciales, a saber, aquellas que deben obrar continuamente para que el efecto exista. Así, el sol es al mismo tiempo y en idéntico sentido el todo y la causa del rayo, que es su parte y su efecto. Por tanto, un todo que no sea causa, sino un mero agregado de sus partes, como la humanidad respecto a los hombres o un montón de arena respecto a los granos que lo componen, no es un verdadero todo.
Si un verdadero todo no fuera causa de sus partes, la causa sería o bien parte de sus efectos o bien ni parte ni todo. Pero la causa no puede ser parte de sus efectos, ya que de lo contrario será ontológicamente anterior a ellos en tanto causa y ontológicamente posterior a ellos en tanto parte, concedido el axioma de que la parte es inferior al todo. La causa tampoco puede ser ni parte ni todo, por la ley del tercio excluso; y si la causa es el todo de algo, sólo puede serlo de sus efectos. Luego, un verdadero todo debe ser causa de sus partes.
Aún más, puesto que la causa es indivisible en relación a su efecto, pues la totalidad de la causa y no sólo parte de ella produce el efecto, debe sostenerse también que un verdadero todo es uno e indivisible en relación a su efecto, así como una parte es múltiple y divisible en relación a su todo. Esto es evidente toda vez que, si sólo hubiera una parte indivisa, sería indistinguible del todo al que pertenece.
Participa de la nada todo ser del que es posible predicar la inexistencia, es decir, todo ser que no existe siempre ni existe siempre del mismo modo ni existe sin limitaciones. Dado que, si en un lapso de tiempo tal ser en parte existe y en parte no, se sigue que en parte es ser y en parte es nada. Ahora bien, si algo en parte es nada, participa de la nada; y si algo participa de la nada, la nada es un todo y es causa de su parte. El causar de la nada, como cualquier otro causar esencial, es un impedir al efecto ser causa de sí mismo y a la parte ser un todo para sí misma.
Si la nada fuera necesaria, entendiendo por tal la ausencia de todo mundo, obraría el ser-imposible del mundo, al impedir su existencia. Pero el mundo existe. Luego, la nada no es necesaria.
Si el mundo fuera necesario, obraría el ser-imposible de la nada, al impedir su existencia. Pero la nada existe, dado que obra, y su obrar es el impedir que el mundo exista siempre, exista siempre del mismo modo o exista sin limitaciones. Luego, el mundo no es necesario.
Si el mundo no es necesario, el mundo tiene una causa fuera del mundo, y ésta no es la nada, cuyo causar radica en impedir que el mundo lo sea todo, pero no en producir el mundo. Por consiguiente, la causa de la existencia del mundo es Dios, ya que no hay otro ser que Dios una vez se ha excluido el mundo y la nada.
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