jueves, 22 de agosto de 2024

El Argumento de lo Verdadero y Máximamente Real




Obrar y existir son indistinguibles.

Lo que obra en mayor grado existe en mayor grado, y lo que obra en menor grado existe en menor grado.

La realidad de una idea es su ser inteligible, así como la realidad del número es su ser numerable. Lo que no es inteligible en la idea ni numerable en el número no es nada que deba predicarse de ellos.

La verdad de una idea es su ser demostrable. Una idea verdadera por su demostrabilidad sin considerar ningún estado de hecho, es decir, verdadera a priori, lo es siempre e indefectiblemente.

Cuando inteliges una idea verdadera recibes de ella su ser inteligible y ella no recibe nada de ti. Por tanto, la idea obra y tú padeces. Por consiguiente, ella existe en mayor grado, como causa, y tú en menor grado, como efecto.

Así pues, el obrar de las ideas es su ser verdaderas e inteligibles, el cual, al darse siempre e indefectiblemente, no depende de que su verdad sea enunciada ni su noción inteligida, de la misma manera que la causa no depende del efecto.

Por el contrario, el obrar de todo lo sujeto al movimiento está sometido a un continuo crecer y decrecer, es decir, es un obrar variable y defectible.

Síguese, pues, que las ideas verdaderas obran y existen en mayor grado que lo que está sujeto al movimiento, ya que no se agotan o desfallecen ni están sometidas a las limitaciones del espacio y el tiempo.

Asimismo, lo que recibe el obrar de otro en menor grado es más real que lo que recibe el obrar de otro en mayor grado. Es así que, dado que obrar y existir son equivalentes, quien recibe el obrar de otro recibe el existir y el ser real de otro. Ahora bien, todo cuanto se mueve es inteligible y numerable mediante la idea y el número, sin los que nada podría existir ordenadamente, mientras que éstos no son susceptibles de movimiento ni reciben acción alguna. Luego, las ideas verdaderas son más reales que lo que está sujeto al movimiento.

Asimismo, la causa es más real que el efecto. Pruébase el aserto del siguiente modo: La causa total antecede al efecto total, por lo que requiere menos antecedentes para existir y es, por este motivo, más real que aquello que requiere más antecedentes para existir. Así, en la serie N1 → N2 → N3, se aprecia que N2 requiere menos antecedentes que N3, y N1 menos que N2 y N3, por cuya razón N1 es más real que N2, y N2 es más real que N3.

Por tanto, las ideas verdaderas, siendo más reales y obrando en mayor grado, son causa de lo que está sujeto al movimiento, y no a la inversa.

La relación de causalidad entre las ideas y lo sujeto al movimiento puede ser atemporal o temporal. Si es atemporal, causante y causado serán coeternos. Pero si es temporal, el causante no causará siempre al causado, el cual obtendrá su ser a partir de cierto momento.

Si la relación de causalidad entre las ideas y lo sujeto al movimiento fuera atemporal, todos los movimientos inteligibles que pudieran demostrarse a partir de sus condiciones iniciales serían reales siempre e indefectiblemente, al depender la realidad de éstos de la verdad de aquéllas. Esto no sólo es falso según nuestra experiencia, en la que un acontecimiento sucede a otro en el tiempo, sino que repugna a la lógica, ya que algo sería una cosa y su opuesto simultáneamente en la medida en que ambos estados derivaran de un movimiento demostrable.

Debe, pues, concluirse que la relación de causalidad entre las ideas y lo sujeto al movimiento es temporal. En consecuencia, las ideas, siendo reales fuera del tiempo, causan la realidad de lo que está en el tiempo y la del tiempo mismo.

Llamamos creación al acto por el que un ente pasa del no-ser al ser a causa de otro. En estos términos, las ideas crean de la nada todo lo móvil.

Que algo exista en lugar de nada, o esto en lugar de aquello, es un acto del intelecto y la voluntad, por el cual ciertas ideas son preferidas a otras y cierto orden se impone a los demás órdenes posibles. Ahora bien, las ideas son objetos del intelecto y la voluntad, lo que conlleva que, como tales, carecen de voluntad e intelecto.

Puesto que la creación de lo móvil es un acto de la voluntad y el intelecto, se sigue que el creador debe ser distinto de las meras ideas, aunque se valga de ellas. También ha de distinguirse de lo creado, ya que nada puede crearse a sí mismo. Es decir, el creador debe ser Dios increado, cuya mente alberga las esencias de la creación, cuyo entendimiento juzga ser mejor un orden de cosas que otro, y cuya voluntad decide hacerlo efectivo en un instante particular.

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