La cultura grecolatina no tuvo nunca una teoría del genio, como sí observamos en el romanticismo o en Weininger. El mismo término "genio" nos remite a una realidad sobrenatural, al espíritu agente de todas las cosas (pues poetizar es recrear el mundo en su totalidad), al daimon o ángel custodio.
¿Cómo ignorar esto? ¿Cómo ignorar que Homero y los poetas antiguos invocaban a la Musa, y no retóricamente por cierto, sino para imbuirse de un poder de expresión superior, único e inexplicable por medio del recurso a la técnica abstracta o a la memoria concreta?
El psicoanálisis y el pensamiento materialista en general procurarán persuadirnos de que son los procesos inconscientes los que por emersión lingüística desembocan en experiencias internas aparentemente nuevas, que en realidad habrían permanecido en la penumbra hasta que un resorte pulsado de manera azarosa las activara.
Ahora bien, ningún clásico transigiría con la explicación que hiciese surgir al orden del caos sin presuponer en éste, como en el relato teogónico, una verdad preexistente e inmutable. Porque si el orden y el caos son conceptos convencionales, en ese caso la creación es ficticia, el genio una impostura y el placer estético un autoengaño. Pero si no lo son, entonces cuentan con un eje inteligible y secreto cuya operación no depende de nuestra voluntad.
SEMINARIO SOBRE EL MAGISTERIO OLVIDADO DE BENEDICTO XVI
Hace 29 minutos
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