domingo, 4 de enero de 2009

Triunfo de Buda




El progresismo aspira no a que se haga el bien, del que desde su epojé relativista no conoce nada, sino a que desaparezca el dolor. El mismo progreso material es a menudo visto con desprecio por los admiradores del buen salvaje, si bien hipócritamente, como señalas. Todo lo que promueva el egoísmo, se nos dice, redundará en más dolor. Los verdaderos bienaventurados, pues, son los pobres, aunque no por haberse librado de estas pulsiones mezquinas, que a menudo permanecen en ellos, mas por estar más próximos a la nada existencial.

El progresismo es una ética de la compasión hacia el débil: hacia la mujer, hacia el homosexual, hacia la minoría étnica o religiosa, hacia los animales. Carece de principios en su búsqueda constante de la plácida extinción colectiva, que cree estar determinada por un secreto impulso de la historia de la consciencia humana. Nada resulta más ajeno a él que el derecho natural o la fe en la inmortalidad. Y si niega el pecado no es tanto por optimismo hacia nuestra condición como por el convencimiento de que no lo hay peor que haber nacido.

4 comentarios:

Marta Salazar dijo...

"El progresismo es una ética de la compasión hacia el débil: hacia la mujer, hacia el homosexual, hacia la minoría étnica o religiosa, hacia los animales", pero así es también la religión cristiana, no?

Los cristianos queremos proteger al más débil, o piensas que no es así?

saludos!

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Sí, pero no hacemos acepción de personas en función de la simpatía que nos inspiren. Se socorre al necesitado sin identificarse con su condición, por su necesidad objetiva de ayuda. Así, por la encarnación Jesús adopta nuestra figura y nuestro padecimiento, al tiempo que rechaza el pecado. Asumiendo la humanidad no se identifica plenamente con la estirpe humana, a la que aspira a salvar de su extravío, puesto que un ciego no podría guiar a otro.

En definitiva, el cristianismo versa sobre la debilidad humana (el pecado original), lo que no implica que la fomente o la promocione, ni que la contemple como una especie de justificación en sí misma.

Un saludo.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Irhic, sabes que es MENTIRA que los relativistas, progresistas, y otros pecadores de esa calaña, "aspiremos sólo a que desaparezca el dolor". Naturalmente que aspiramos a que la cantidad y calidad de los gozos terrenales se incrementen y extiendan el máximo posible. Al fin y al cabo, somos hedonista.
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Y, en general, no definimos como "persona" a la gente según la simpatía que nos produzcan. Stalin, Fernando VII, Mao, Franco, eran todos ellos personas, y unos hijos de puta también, eso sí. Lo que tenemos es el instinto de que los poderosos tienen ya bastantes recursos como para no necesitar la solidaridad de nadie.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

La acusación no la formulo yo, sino Nietzsche, que tuvo constancia hace más de un siglo de las alternativas morales al cristianismo de las que iba impregnándose Europa, y que han desembocado en el batiburrillo de la "nueva era". Es éste un fenómeno no exento de calado político. Cuanto menos conservadora es una ideología, más permeable resulta a las modas.

La adopción del nihilismo por parte de la izquierda ha sido también una opción estratégica: puesto que ya no quedaba ningún valor positivo que defender, se ha apostado por la mera negatividad, por el rechazo de todo lo que implique unidad y afirmación. Es cada vez menos común la vergüenza individual (factor que contribuye a un hedonismo que niega el "yo") y cada vez más habitual la vergüenza atributiva: vergüenza por ser hijo de Occidente, vergüenza por ser varón, vergüenza por ser humano. Todo se reduce a la redención por aniquilación.

Con lo de hacer acepción de personas quise referirme al fariseísmo de juzgar lo exterior como un signo indefectible de virtud. Así, la mayor cualidad moral se identifica con el sufrimiento, la escasez, la precariedad. En cambio, no hay culpa en el disfrute, ya que se ha convertido el interior del hombre en un ignotum que refleja todo aquello que vertemos en él, pero que carece de fondo.