sábado, 4 de julio de 2009

Isócrates: Democracia, virtud, religión




Más importa a los Estados huir del vicio y practicar las virtudes que a los simples particulares. Es posible que el impío y malvado muera antes de que llegue el día de padecer las penas que castiguen sus delitos, mientras los imperios, que podemos considerar inmortales en cierto modo, dan tiempo a los dioses y a los hombres para castigarlos.

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No hay que envidiar la suerte de los soberbios que se erigen en tiranos de su patria, ni la de los ambiciosos, que se arrogan enorme poder, sino más bien a los espíritus moderados que, muy dignos de honores supremos, se contentan con los que el pueblo les concede.

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Los hombres que se nos presentan con aspecto imponente, los que valiéndose del adorno de su ciencia, o la afectación de sus virtudes, pretenden hacerse estimar en más de lo que valen, no pasan de ordinario de impostores perjudiciales. Por el contrario, los sabios que han establecido y dispuesto el culto de la divinidad, aun cuando hubieren exagerado las penas reservadas al delito, y las recompensas destinadas a la virtud, son los verdaderos bienhechores de la humanidad. A estos respetables mortales, que fueron los primeros que nos inspiraron el temor de los dioses, es a quienes debemos la ventaja de no haber vivido como las bestias.