miércoles, 18 de agosto de 2010

Carta a un falso escéptico


Estimado,

El escepticismo que dices profesar no está reñido con la creencia. De hecho, la acompaña en muchos casos, pues conocidas son las palabras de Lessing:


Si Dios tuviera encerrada en su mano derecha toda la verdad, y en la izquierda sólo la aspiración siempre viva hacia la verdad, aunque con la advertencia de que puedo errar eternamente, y me dijera: ¡elige!, humildemente tomaría su mano izquierda diciéndole: ¡Dame, Padre! Porque la pura verdad es sólo para ti.


La frontera que os habéis forjado tú y los de tu secta entre escépticos y creyentes es una ficción interesada para igualar religión y superchería. En nada os parecéis a los escépticos de antaño, y sólo os arrogáis su nombre para revestiros de una dignidad que os es de todo punto extraña.

El escepticismo filosófico consiste en señalar la equidistancia racional entre dos extremos metafísicos opuestos ("Dissoi logoi"), como se ha venido haciendo desde Protágoras o Sexto Empírico hasta, por lo menos, las antinomias kantianas. Sólo en este supuesto en cualquiera de sus niveles, constituyendo el último el pirronismo o duda absoluta, serás con propiedad escéptico. Si, en cambio, quieres señalar la superfluidad o inconsistencia de las revelaciones positivas, serás DEÍSTA; si, además, niegas la plausibilidad de la noción de Dios y lo concibes como no existente, serás ATEO; si, en fin, crees que hay una racionalidad intrínseca a la naturaleza y no distinta de ella, serás PANTEÍSTA.

Exiges pruebas y las mereces. Pero yo también te exigiré pruebas a ti, salvo que sostengas lo que ninguno de los dos pone en duda. Pronunciarse sobre Dios no es hacerlo sobre esta o aquella ley de la física, o sobre tal o cual teoría antropológica: es pronunciarse sobre el todo. Y nadie puede hablar del TODO sin atisbo de vacilación o reserva a no ser que TODO lo sepa. Podemos esbozar posibilidades y probabilidades; podemos refutar dialécticamente lo que de por sí está mal fundamentado o mal desarrollado. Pero muchísimos casos límite se nos escapan, y el diablo está en los detalles. ¿Quién tiene respuestas inapelables en sede de temas como el origen del mundo, el comienzo y término de la vida, el funcionamiento de la inteligencia o los cimientos de la moral? Vuestras aproximaciones no son las únicas ni las mejores. No hay un solo modo de probar, ni tan sólo en lógica o en geometría, tanto menos en filosofía o en teología.

Acaso en el fuero interno todos nos hemos hecho con una posición metafísica a defender, sea la eternidad del universo o su contingencia, sea la universalidad de las leyes causales o bien su carácter accidental o aparente. Formando parte de las llamadas cuestiones últimas, no consta por hoy evidencia empírica bastante para confirmar ninguno de estos extremos, y probablemente no la obtengamos jamás. Luego se requiere un cierto grado de voluntarismo, misticismo teórico o fe para formar una visión de conjunto que excluya o subordine a las demás. Es por ello que la negación de una conclusión totalizante supone casi siempre la afirmación de la contraria, aunque el ateo no repare en ello, y de ahí que se defina en términos exclusivamente negativos. Plutarco dejó escrito que el escéptico -el auténtico escéptico- importuna más a quien no cree que a quien cree, porque éste al menos es respetado en su creencia, contemplada como posible, mientras que aquél se ve refutado en su tajante desprecio de la misma.

4 comentarios:

J. José H. dijo...

Esa es la respuesta de un exquisito que va de auténtico por la vida, que dista, pues, mucho de ser un verdadero escéptico. Aquí todos tenemos los pies ensuciados de barro, no nos engañemos. Así que, si en lugar de decir que Dios no existe, digo que lo más probable es que el Universo se creó a sí mismo; esta afirmación sería excluyente con la que dice que es Dios el creador del Universo. Por lo tanto, son los adoradores de dioses los que niegan que el universo proceda de sí mismo, y por ello se ven refutados en su tajante desprecio de la afirmación negada. Como esto es igual en las dos direcciones, queda neutralizada la pretensión.

El sentido común, la lógica, no es una cuestión de retórica, sino de argumentos. Las religiones no aportan argumentos mínimamente creíbles sobre la naturaleza del Universo, ni siquiera de la naturaleza del mismo Dios.

No es cierto que haya dos opciones posible: que Dios exista o que no; es una falacia. Hay un solo misterio, el origen de la realidad; y después habrá diferentes teorías o creencias, con más o menos crédito.

Los ateos rechazamos, de entrada, la existencia de Dios, porque de todas las teorías posibles es la más absurda, y probablemente la más vieja también. Y no creo que hace 10 000 años, por ejemplo, tuviésemos un conocimiento del mundo más profundo y complejo que hoy en día; porque si admitiésemos eso, tendríamos que admitir, entonces, que las bacterias son las más sabias de entre todos los seres vivos.

Durante muchos siglos nos han obligado a creer en un Dios; es de lógica que la razón reaccione contra esta imposición sin fundamento argumental. Pero no se trata de un segundo supuesto que niegue al primero. Se trata de mostrar que no hay más que un misterio, y que nadie tiene el privilegio de la verdad absoluta; así pues, si las religiones tienen ideas sobre el origen del mundo que pongan sobre la mesa las pruebas pertinentes, como hace la ciencia.

HVN dijo...

La verdadera falacia, J. Jose H., es ese tópico al que os aferráis muchos ateos: ciencia y religión son opuestas e incompatibles.

Una vez dejado de lado ese falso tópico, dándose cuenta de que no tiene sentido al comprender de verdad lo que es la religión (que no es una alternativa a la ciencia), se acabarán estos absurdos debates.

Ah, por cierto, cuidado con lo de que el universo se creó a sí mismo. La ciencia, en la que yo también creo, nos dice en diversas teorías que el universo surgió de una singularidad, pero eso no es lo mismo que crearse a sí mismo. Te invito a leer ensayos científicos sobre esto.

J. José H. dijo...

Es cierto que la religión no es alternativa a la ciencia, no voy a ser yo quien lo ponga en duda; pero no es menos cierto que las religiones surgen, o fueron inventadas, para dar una explicación al porqué de cuanto existe, y para ello ha utilizado el qué, y el cómo. La ciencia no aspira a dar respuesta al porqué, pues no existe tal respuesta, y se contenta con tratar de entender el qué y el cómo.

Si el origen de la naturaleza es ella misma, se puede decir (al menos en lenguaje coloquial) que se ha creado a sí misma, pues ello no implica, necesariamente, consciencia alguna. Y puesto que la singularidad, hipotética, no puede ser explicada científicamente (con la ciencia de hoy, al menos), están surgiendo diferentes teorías que eliminan en su exposición la tal singularidad.

Juan Nadie dijo...

Claro que es mentira que ciencia y religión sean opuestos, ya que un régimen de oposición exigiria que ambos conceptos tuviran raíces en la misma tierra, a saber, el blanco es opuesto al negro porque ambos son colores (el blanco no es el opuesto de árbol); del mismo modo la ciencia, empírica per se, no se puede contraponer a religión, pues afirma todo aquello que presupone sin probar nada. Para siquiera poder hablar de contraposición de conceptos requeriría que ambos estuvieran en la misma línea de concepción de si mismas, a saber, la razón, el empirismo, cosas de las que carece la religión.
Por eso mismo NO es una falacia decir que religión y ciencia son incompatibles, puede que sea un tópico, estereotipo, etc. pero es uno que funciona.