sábado, 21 de agosto de 2021

La operación intrínseca de Dios


El ser puede concebirse como lo que es en otro y por otro en tanto pasivamente recibe el ser de él (es pensado, es extenso, es movido, etc.) o como lo que es por sí mismo y en sí mismo en tanto que obra (el acto puro). 

De tal modo, la realidad y perfección del ser en sí estriba en obrar. Un ser incapaz de obrar siempre es inferior a un ser capaz de obrar siempre y, por consiguiente, no es máximamente bueno.

La única obra del dios que sólo actúa extrínsecamente es la creación o conservación del mundo. Si el mundo existe sin comienzo, tal dios no lo crea, al no haber creación sin inicio. Por el contrario, si el mundo tiene un comienzo, dicho dios permanece ocioso hasta que acontece la creación.

Considérese que la acción tiene tres vertientes: el que obra, el obrar y lo obrado. Una acción sin hacedor carece de causa, y sin lo obrado por ella carece de fin, siendo en ambos casos imposible.

Sentado lo anterior, en cualquier acto reflexivo de Dios han de reproducirse las tres vertientes de la acción.

Dios, al ser máximamente bueno, obra infinitamente una obra infinita. El hacedor de la obra infinita es el Padre, que reproduce su ser en la eternidad. La obra infinita es el Hijo, que es engendrado eternamente como idéntico al Padre, pues no es creado bajo determinado modo o en determinado tiempo. Por último, el obrar infinitamente es el Espíritu Santo, mediante el que Padre e Hijo permanecen unidos.

Así, aunque el obrar no pertenezca originariamente al Hijo por razón de su relación con el Padre, sin embargo le pertenece finalmente por razón de su identidad sustancial con el Padre. Por lo que es justo decir que el Padre no es superior al Hijo ni el Hijo inferior al Padre.

Asimismo, aunque obrar originariamente corresponda al Padre y finalmente al Hijo, el que obra y el obrar deben ser necesariamente distintos, ya que el que obra, cuando hace del obrar el objeto de su intelecto y de su voluntad, lo distingue de su propio ser, pues carece de sentido decir que el obrar obra o que el que obra se obra. Con todo, dado que el Padre y el Hijo sólo son obrando y son sólo en tanto que obran, es justo decir que el Padre y el Hijo no son superiores al Espíritu Santo ni éste inferior al Padre y al Hijo.

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