Defino el mal moral como el instinto contrario al de conservación, tanto en el plano individual como en el de la especie, aspectos ambos que acaban convergiendo en los animales políticos. Espero que se me conceda que el mal es una pulsión innata que nadie nos enseña, como nadie nos enseña a conservarnos (pero sí a hacerlo mejor o peor). Asumido esto, no tengo ningún empacho en reconocer que ahí influyen toda clase de factores endógenos y exógenos, ya sean fisiológicos, psicológicos o ambientales. Ahora bien, sigo sosteniendo que el mal no se selecciona, esto es, que los criminales no engendran criminales ni los santos tienen a santos por hijos. Por tanto, su raíz tampoco puede ser genética, sino metafísica.
martes, 31 de julio de 2007
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2 comentarios:
Una vez más:
Obrar mal (por ejemplo, robar o asesinar) es una conducta universalmente sancionada, por lo que resulta perjudicial para la mayoría de quienes la llevan a cabo. Pero dicha conducta no sólo no desaparece, sino que ni siquiera disminuye, manteniéndose más o menos constante en todas partes y en todo momento. La cultura puede detener o acentuar su propagación como fenómeno y, a pesar de ello, la pulsión básica resulta innata en cada hombre. ¡Pero no se selecciona! Luego el mal no es de raigambre genética ni forma parte en lo esencial del objeto de la evolución. ¿Hay otra forma de razonar?
Me marcho. Adiós.
Y no olvidemos que hasta bien entrados los 60 se prohibía la entrada en la Academia Soviética de las Ciencias, a los que no aceptaran públicamente la "Teoría de Lyssenko" según la cual de padres re-educados en el comunismo nacerían, lógicamente, hijos comunistas por lo que en la futura sociedad soviética no haría falta policía.
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