martes, 7 de octubre de 2008

Más resistencias


Al artículo de Manuel de Prada le sobran palabras y le falta un diagnóstico más preciso del caso. Si lo que se viene a decir es que, pese a la continuidad física de todas las especies, existe una discontinuidad psíquica en los individuos, que son entes discretos, puedo suscribirlo. Pero no se atribuya esta característica sólo al hombre, ni menos aún explotando su vertiente creativa, tan discutible. No hay que olvidar que buena parte de la mala prensa del Diseño Inteligente radica en una comprensión errónea de la creatividad, que se quiere oponer a lo natural, detalle que ya denuncié aquí.

He hablado largo y tendido en varias ocasiones de las características humanas que considero no son reductibles a la animalidad. Pues, si es propio de todo individuo no humano de una especie el actuar según el principio de autoconservación, no se explica que en el hombre no suceda así, y que el instinto de vida haya sido abolido en parte para verse sustituido por una inútil pulsión de muerte que persiste en todas las generaciones. Ante semejante rigidez de un rasgo que tengo por innato y definitorio, no puede hablarse ni de evolución ni de selección en nosotros.

13 comentarios:

Pepe dijo...

La respuesta de De Prada es otra cosa.
Es como si la ciencia, empeñada en satisfacer una demanda creciente que le asigna el papel de oráculo, hubiese entrado en una fase de cortocircuito neuronal; como si, sobrepasada por la promesa que nos hizo de desvelar hasta el más recóndito repliegue del universo, hubiese empezado a pegarse topetazos con una pared en la que no puede abrir brecha y, lejos de cejar en su loco empeño, estuviese dispuesta a descornarse, hasta convertir su fracaso en una suerte de orgullosa demencia. Que, por supuesto, se nos vende como sacrosanta cordura, aunque lo repudie nuestro sentido común.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Yo no hablaría de "la ciencia" en prosopopeya, me parece infantil y de una tendenciosidad manifiesta. Hay científicos y filósofos, sí, ansiosos por explicarlo todo a partir de unos pocos principios. Pero otros son más escépticos con sus propias especulaciones, o tienen al menos la decencia de situarlas en la periferia de su disciplina, como hipótesis de trabajo.

¿A quién responde De Prada?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

A propósito de esto, he visto que Robredo está muy orgulloso de que los biólogos ateos lleven la iniciativa... en teología.

Sanzwich dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Daniel Vicente Carrillo dijo...

No niego la evolución de las especies, sólo planteo excepciones puntuales a la filosofía ateleológica que implica el mecanismo selectivo. Una excepción basta para probar que es falsa, y creo haberla encontrado en el hombre. Pero no en aquello que nos coloca por encima de los animales, como hace De Prada, sino más bien en lo que nos sitúa por debajo de ellos.

No estoy diciendo, sin embargo, que puesto que la selección natural no puede explicarlo todo ahora, entonces es incorrecta. Admito que como hipótesis de trabajo resulta potente, si bien la metafísica que subyace a ella tiene limitaciones que acaban aflorando en la práctica. Así, la falta de perspectiva que señalas, más que temporal, sería teórica, de orden filosófico.

El emergentismo es un trascendentalismo materialista, un dualismo funcional, un holismo analítico, un oscurantismo científico... todo lo cual no me parecen más que contradicciones "in terminis".

En lo tocante a la heroicidad, decir que por ésta entiendo la negación voluntaria del instinto. Esta facultad de oponerse activamente a la propia naturaleza parte del libre albedrío y es en el hombre fuente tanto de las acciones supererogatorias como de las inmorales. No se me ocurre cómo puede aplicarse a los animales sin echar mano de groseras analogías.

Respecto a la pulsión de muerte, entiendo que haya pasado el corte, pero no que se mantenga inalterada por los siglos sin razón. ¿No tienen nada que decir la selección cultural y la psicología evolutiva?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Un apunte más. Comenté que la degeneración de nuestro instinto nos conduce -en lo moral y en lo ético- a estar por debajo de los animales. Lo sostengo también en referencia a lo heroico. Si la heroicidad se mantuviese constante en un individuo, se extinguiría prematuramente, viéndose reducidas sus probabilidades de dejar descendencia. Lo único que justifica una actitud así, por lo demás irracional, son las recompensas divinas. Ahora bien, como no todo héroe es creyente, doy por hecho que el heroísmo como fenómeno genérico entra en el capítulo de lo patológico. Si quisiera darle un matiz religioso, hablaría en su lugar de sacrificio.

Sanzwich dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepe dijo...

Por supuesto, no es la ciencia es como afirma De Prada, pero en biología evolutiva muchos científicos y filósofos agregados, se están descornando con sus topetazos.
Perece una respuesta general, las reacciones a su artículo han sido tan numerosas que nunca podría responder uno a uno.

¿Sanzwich, alguien niega el hecho evolutivo aquí?
Sus dudas pueden deberse a falta de perspectiva temporal, mi rechazo a la explicación darwinista, está causada por la miseria intelectual de la teoría y no al carácter mágico de esta. No lamente informarme de las alternativas más plausibles, sobre todo de las alternativas por formular, los campos morfogenéticos y las resonancias si son mórficas me chiflan, el materialismo mágico tiene por delante un largo recorrido, que estoy deseando contemplar en todo su esplendor.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

La heroicidad de las bestias es, evidentemente, tan grosera como ellas mismas.

Si las bestias fueran altruístas se extinguirían a gran velocidad. En el hombre hay una tendencia altruísta por completo antinatural -fundada en el miedo y en la tristeza las más de las veces, y en la religiosidad o el imperativo categórico las menos- de la que nos resguardamos mediante las instituciones sociales, que nos defienden del abuso y de la opresión. Los animales carecen de ellas y aun así subsisten, de modo que hay que deducir que el altruísmo no es en éstos una conducta significativa, como lo es en la raza humana.

Mi razonamiento es éste: Sin sociedad el hombre es un animal indefenso y dañino para sí mismo. Ahora bien, la sociedad es un constructo contra el hombre, de cuyos instintos y sentido de la equidad se recela. Por tanto, toda conducta insociable en nosotros equivale a una conducta antinatural, aunque los darwinistas presupongan lo contrario, a saber, que lo natural es hacer el mal (dado que se creen capaces de explicarlo todo utilitariamente) y lo antinatural consista en oponerle barreras culturales. Es la misma distinción que hacían los sofistas entre "naturaleza primera" y "naturaleza segunda", que yo impugno en virtud de consideraciones iusnaturalistas, sustituyéndola por la que separa el instinto recto del instinto desviado.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Se me ocurre que esa excepción que crees haber encontrado en el hombre pudiera no ser un rasgo aislado. De hecho, más bien parece indisolublemente vinculada a nuestra superior capacidad de raciocinio (neocórtex cerebral), que es, en términos netos, una clara ventaja adaptativa. Sería, pues, una manifestación del reverso de una misma moneda.

No puedo aceptarlo. ¿Cómo atribuir al raciocinio lo que es claramente un desvarío, y además un desvarío cometido a sabiendas, compulsivamente? El mal moral tampoco es en el hombre un error del entendimiento (así lo creyó Sócrates), sino un vicio de la voluntad.


Y, sobre la perpetuación del corte, mantengo lo dicho. O bien va en el pack al que me refiero en el primer párrafo; o bien, mientras no sea fatal en términos generales, entiendo que no tendría por qué haberse producido ya su completa extinción. Piensa en cualquier otra tara física o psíquica actual que, sin embargo, mengüe objetivamente las posibilidades de autoconservación.

Pienso en muchas debilidades de nuestro organismo que subsisten y se heredan indefinidamente por no ser letales. Todas tienen su razón de ser en el complejo equilibrio del cuerpo, que -cuando no puede librarse por completo de ella- combate la enfermedad con una disminución de las funciones vitales, sin renunciar jamás a la supervivencia. La pulsión de muerte, en cambio, como su nombre indica, busca la muerte sin más; persigue el perjuicio directo y no obtiene contrapartidas. No surge de algo que padezcamos como efecto visible de una acción externa, o de una carencia en nuestra constitución física. Son acciones que libremente resolvemos tomar y que no se compaginan con nuestra capacidad de seres racionales de elegir lo que nos conviene.

Sanzwich dijo...
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Sanzwich dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepe dijo...

Para ridículo magufo y friki usted, Sanzwich, que pasa de recomendar al gran Sheldrake y otras teorías por formular, al simple insulto al que aprecie cualquier tipo de inteligencia en el universo. Nada más ridículo para un materialista mágico.
Váyase a hacer puñetas Mister Sanzwich.