domingo, 25 de octubre de 2009

Antropogenia




El acto espiritual, en la forma en que el hombre puede realizarlo y en contraste con este simple anuncio del esquema corporal del animal y de sus contenidos, está ligado esencialmente a una segunda dimensión y grado del acto reflejo. Tomemos juntamente este acto y su fin y llamemos al fin de éste "recogimiento en sí mismo" la conciencia que el centro de los actos espirituales tiene de sí mismo o la "conciencia de sí". El animal tiene, pues, conciencia, a distinción de la planta; pero no tiene conciencia de sí, como ya vio Leibniz. El animal ni se posee a sí mismo, ni es dueño de sí; y por ende tampoco tiene conciencia de sí. El recogimiento, la conciencia de sí y la facultad y posibilidad de convertir en objeto la primitiva resistencia al impulso, forman, pues, una sola estructura inquebrantable, que es exclusiva del hombre. Con este tornarse consciente de sí, con esta nueva reflexión y concentración de su existencia, que hace posible el espíritu, queda dada a la vez la segunda nota esencial del hombre: el hombre no sólo puede elevar el "medio" a la dimensión del "mundo" y hacer de las "resistencias" "objetos", sino que puede también -y esto es lo más admirable- convertir en objetiva su propia constitución fisiológica y cada una de sus vivencias psíquivas. Sólo por esto puede también modelar libremente su vida. El animal oye, y ve, pero sin saber que oye y que ve. Para sumergirnos en cierto modo en el estado normal del animal, necesitamos pensar en ciertos estados extáticos del hombre, muy raros, como los que encontramos en el despertar de la hipnosis, en la ingestión de determinados tóxicos embriagadores y en el uso de ciertas técnicas que paralizan la actividad del espíritu, por ejemplo, los cultos orgiásticos de toda especie. El animal no vive sus impulsos como suyos, sino como movimientos y repulsiones que parten de las cosas mismas del medio. Incluso el hombre primitivo -que se halla en ciertos rasgos próximo aún al animal- no dice: "yo detesto esta cosa", sino: "esta cosa es tabú". El animal no tiene una voluntad que sobreviva a los impulsos y a su cambio y pueda mantener la continuidad en la mudanza de sus estados psicofísicos. Un animal va siempre a parar, por decirlo así, a una distinta cosa de la que "quiere" primitivamente. Es profundo y exacto lo que dice Nietzsche: "El hombre es el animal que puede prometer".


Scheler

4 comentarios:

klepsidra dijo...

"el hombre primitivo -que se halla en ciertos rasgos próximo aún al animal"...
A eso se le llama etnocentrismo, no voy a entrar en el debate.No merece la pena.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Te recomiendo investigar la etimología de orangután.

Clochard dijo...

Sólo una pequeña «fe de erratas»; en el reflexivo «si», que no debe tener tilde.

Un saludo,

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Estimado Clochard:

Me temo que sí lleva tilde, pero gracias por tomarte la molestia.

Saludos.