sábado, 3 de octubre de 2009

Extrañas prerrogativas




Decir cosas demasiado evidentes puede parecer estúpido, pero no está de más recordarlas en los tiempos inanes que nos ha tocado vivir.

El ateísmo carece de utilidad pública. A diferencia de las religiones, es un movimiento puramente intelectual que no parte de ninguna necesidad social con la que se corresponda y mediante la cual justifique su supervivencia política. No tiene, como aquéllas, el denominador común del control de las pasiones, la idea de orden necesario o la de responsabilidad insoslayable. Y si en algo se pareciera a esto, sería accidentalmente, pues estas características no forman parte del negar a Dios, mientras que sí están implícitas en el afirmarlo.

Por este motivo el ateísmo como creencia heterogénea, sólo recientemente extendida y aun así insignificante, se basa en la mera negatividad u odio hacia un determinado tipo de proposiciones metafísicas y hacia las formas de vida que conllevan. El ateo descansará cuando no quede un solo creyente en el mundo o, más bien, cuando crean todos como él. El creyente, en cambio, todavía deberá mantener la pureza de espíritu, cumplir con ciertos preceptos y reverenciar determinadas verdades; cosas estas todas que para el ateísmo no pueden ser más que superfluas y venir sobreimpuestas por la tradición o estar aconsejadas por la utilidad.

Por ello, "Dios es bueno, luego sed buenos" es un razonamiento y un mandato al que sólo el fanático y el ateo pueden sustraerse, pues para ambos el proselitismo es la máxima prioridad, si no la única. Por convertir al antagonista ejercerán todo tipo de violencias, sin prestarse a argumentar siquiera lo que consideran evidente y cuya consecución reviste una urgencia suma e inaplazable. Acabar con la fe, casi se ha llegado a decir, es acabar con el mal. Pues ¿dónde está el ateo que crea en la mejorabilidad de las religiones? Si confiara en que van a perfeccionarse como consecuencia del progreso general, no las abandonaría ni las hostigaría: tendría paciencia y auguraría su transformación. Por el contrario, espera que ese mismo progreso las barra. No caben en su concepción de la realidad, y por esta razón perseguirlas, sea de palabra o de obra, es su destino manifiesto.

No se olvide, entonces, todo esto cada vez que en Occidente se plantee el debate de hasta qué punto la facultad de herir los sentimientos religiosos con burlas y acusaciones en falso es un derecho.

4 comentarios:

Enrique Arias Valencia dijo...

DEL LÍMITE MÁXIMO DE LA LEY CIVIL

Enrique Arias Valencia

"El arco del universo moral es largo, pero se dobla en direccción de la justicia."
Martin Luther King


Al ser un sistema axiomático finito, pues el número de leyes de la ley civil es finito, ésta queda sometida al teorema de Gödel, y por lo tanto, habrá algún caso que la ley civil no pueda contemplar. En su defecto, la ley civil deberá someterse al sentido común, pues la traba es insuperable.

Aunque el ateísmo presupone que el espíritu no existe, quizá el espíritu de la ley no pueda morir, es indispensable. Tal y como sentencia Sancho ante un problema legalmente insuperable: “soy de parecer que digáis a esos señores que a mí os enviaron que, pues están en un fil las razones de condenarle o asolverle, que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal”.*

Podemos saber toda la verdad acerca de las leyes civiles: los alcances de la leyes civiles son limitados. La verdad es más poderosa que la demostración, y la verdad es que la ley civil no puede abarcar todos los casos. En una situación así, sólo la prudencia y honestidad de abogados y jueces puede obrar en consecuencia.

Saludos, Irichc y lo que dices nunca es demasiado evidente.

*Quijote, Capítulo LI. Del progreso del gobierno de Sancho Panza, con otros ...

Carlos Suchowolski dijo...

Lo que reconoces con esto es que la religión es una herramienta de coacción, y de ahí "pública". Es obvio desde la óptica de determinada relación jerárquica de poder que se pretendería intocable. Pero si no el "ateismo" en sí, sí el cientificismo viene a cumplir el mismo rol... sólo que para legitimar otro orden jerárquico "alternativo". Se trata de lucha de facciones cada uno con sus banderas, mitos, etc. Pero nada de nada, como no sea el poder instituido y a conservar o el poder a conquistar, da más derechos de legitimidad a unos que a otros. Sólo la fuerza "legitima", que es lo único cuasi-natural (lo "natural" es un atributo oportunista), la conquista, la misma que establece las leyes y orienta el curso de las sociedades (incluso más allá de lo deseable por quienes ponen en pie al "golem").
Hoy hace menos falta la "moral religiosa" porque existe la "policía" para contener los desmanes que se utilizan para cercar o contener o contentar incluso a las masas.
Pero, como no tengo forma de demostrar nada por encima de las "demostraciones" que arguyes con convicción... dejo sólo sentado que creo comprenderlo en base a que se viene haciendo desde el "génesis".
Un saludo.

Alejandro Martín dijo...

Muy buena entrada. Pero los Dawkins no se enteran.

Carlos Suchowolski dijo...

"Policía científica" quise decir, que es una reiteración, ya que no hubo policía mientras antes no se puso de pie a la Ciencia, ese mito de recambio. (Esto va por lo de "Dawkins", je...).